En esta tierra de Dios las mujeres se han vestido siempre por los pies. Mujeres bragadas que no se amilanan por fechas concretas en el calendario. Han peleado por sus derechos a brazo partido, nunca mejor dicho.
Tomelloso está minado por bodegas subterráneas, el pueblo tiene casi todo el subsuelo excavado, lleno de sótanos repletos de tinajas. Toda la tierra de esas cuevas la han sacado a golpe de espuerta y polea las mujeres tomelloseras, las terreras. También han parido segando, cortando el cordón umbilical con la hoz “desinfectada” con un chorreón de vino. A las pocas horas dejaban a la criatura a la sombra y agarrando la zoqueta y la hoz continuaban la faena.
Esto que cuento no fue en la época de Dickens, pasaba hace menos de cincuenta años. Aquí las mujeres han trabajado codo con codo con los hombres en el tajo, han vendimiado, segado, escardillado, arrancado lentejas, han tomado la azada, el pico, o lo que fuese menester. Han cobrado menos por ello. Por la noche, o el sábado, cuando llegaban a casa les aguardaba otro inexorable trabajo por el que no cobraban nada.
Recuerdo que en las épocas de recolección colocaban en la fachada de la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos, el sindicato vertical que en la última dictadura fraternizaba a patronos y braceros, una pizarra con el importe de los jornales. Hombres y mujeres cobraban montos distintos por el mismo trabajo. Han peleado como leonas por sus derechos, especialmente contra otras mujeres: sus madres.
También hay mujeres que sacan a su familia adelante, tirando del carro, poniéndose en el lugar de los bueyes y con dolor de tripas de tanto hacerlas corazón. Que celebran todos los días del año el de la mujer trabajadora, más quemadas que las pobres mártires por las que se conmemora.
Algún día, esperemos que no muy lejano, tal vez esta conmemoración solo sea un recuerdo como los que he contado. Que no sea necesaria porque en todo el mundo las mujeres no son discriminadas por el hecho de serlo.
Hay que conseguir que todas las personas tengamos los mismos derechos y oportunidades y que quien valga ocupe los puestos importantes, en el campo que sea, sin importar el sexo. Que a nadie se le trate mejor o peor por ser hombre o mujer. No sé cómo llevar a cabo ese desiderátum, pero sí sé que hay que lograrlo entre todos.