A pesar de las retrógradas tendencias, propiciadas en parte por la excesiva participación de la Iglesia en la educación, a negar la evolución (y con ella a todo el proceso científico), lo cierto es que el hombre evolucionó a partir de un simio que allá en África bajó de los árboles y se internó en la sabana. Ésta nueva situación le llevó a evolucionar para caminar erguido sobre dos patas y a tener que cambiar su dieta, prácticamente herbívora, por una más omnívora en la que la carne era primordial. Eso convirtió a este proyecto de hombre en depredador o cazador.
El hombre actual sigue siendo omnívoro, pero ya no necesita cazar para alimentarse, sino que cría los animales para luego alimentarse de ellos. Durante milenios los humanos en general han tenido una vida difícil, y la mayoría no tenía muchas más posesiones que sus animales, animales a los que cuidaban con esmero para que éstos pudieran alimentarlos en los duros inviernos en los que la naturaleza era poco generosa. No es de extrañar pues que la matanza del cerdo en todas las casas de nuestros antepasados fuese una celebración. Se celebraba el fin de las penurias y el sacrificio del animal no tenía nada de trágico.
Durante la edad media, en la que las tierras eran de unos pocos señores feudales, la población casi moría de hambre y tenía que cazar de forma furtiva en los terrenos de los señores con el consiguiente riesgo de perder la vida, que era el castigo por violar las leyes feudales. El señor, por su parte, dedicaba su tiempo de ocio, entre guerra y guerra, a practicar la caza de forma lúdica y como una demostración exhibicionista de su poder. Es posible que sea por eso que la práctica cinegética ha sido desde siempre una ocupación lúdica de los poderosos: El rey de España, como todos sabemos, es muy aficionado a matar animales. Su mentor, el dictador Franco, también lo era, y los antiguos NODOs se encargaban de informarnos de los colosales logros de tan insigne campeón, llegando a proporcionarnos un dantesco espectáculo de dos mil perdices abatidas en un día por el general, dando por sentado que sólo el caudillo de España, que lo era por la gracia de Dios, también recibía la gracia de éste para abatir un ave cada 30 segundos.
Actualmente una gran parte de los cazadores lo son por el simple placer de matar, y desprecian las piezas cobradas, pues no las suelen cocinar ni comer. Soy hijo de un cazador, y en mi cultura familiar está arraigada la gastronomía con la carne de caza como protagonista. Quizá mi padre sea un raro espécimen heredero de una estirpe de cazadores-recolectores, cuyo interés primordial es el equilibrio ecológico y conservar las especies para poder seguir así cazándolas y alimentarse de ellas.
Mi herencia cultural familiar también es taurina, la tauromaquia ha sido un tema de conversación cotidiano en mi casa, y aunque yo no quisiera entendía algo de toros. Recuerdo ver a mi padre torear en una plaza siendo yo muy pequeño, y como la angustia de mi madre, ante el lógico peligro al que mi progenitor se exponía, me fue contagiada por lo que a pesar del drama de la muerte del animal yo me alegraba por el triunfo de mi padre.
Durante muchísimos años me he debatido entre mi visceral atracción por la tristemente llamada “fiesta nacional” y la aplastante lógica de saber que era un patético y monstruoso espectáculo carente de sentido en estos tiempos. Desde hace ya unos años el sentido común y la ética han obrado el cambio. Creo que al menos durante todos esos años fui coherente al reconocer que aunque me gustasen los toros no tenía argumentos razonables para defenderlos, y desde luego que los argumentos de los taurinos son patéticos y absurdos.
En pleno siglo XXI seguimos haciendo un espectáculo del sufrimiento animal. Se hacen matanzas de cerdos colectivas donde llevan a los niños a que disfruten con ello. Se declaran las corridas como bien de interés cultural y también se autoriza a que vayan los niños. Somos un país que aún sigue demostrando a todo el mundo el salvajismo de costumbres lanceando toros, arrojando cabras desde los campanarios, apalizando animales hasta morir, o arrancando la cabeza de cuajo a gansos vivos. Es muy normal en nuestra tierra ver perros ahorcados en el campo, y eso me recuerda el curioso caso de un maltratador de perros, que hace unos años en televisión se defendía diciendo que porqué los toreros eran unos héroes y él un asesino.
Es difícil desarraigar costumbres ancestrales y en estas cosas, como en otras muchas, los integrismos y la intransigencia no harán más que ahondar en las heridas. Mi proceso mental en este asunto me hace ser bastante imparcial, pero lo que no hay duda es se puede hacer el camino inverso al que nos hayan inculcado.
Me gustaría saber qué mecanismos originan esa obsesión de violencia hacia los animales en los españolitos. No sé si los sociólogos lo han estudiado, pero es curioso que en este país se vea a los extranjeros como unos bárbaros cuando deberíamos avergonzarnos por nuestras costumbres. No estaría mal que las autoridades, y los políticos en general, hiciesen lo contrario a lo que hacen normalmente apoyando la barbarie, las campañas de sensibilización y el endurecimiento de la legislación ayudaría a este país a cambiar poco a poco. Ojalá los padres educaran a sus hijos de otra manera, ojalá no pusieran tantas corridas de toros en las televisiones y pusieran más teatro, conciertos, y arte en general.
No obstante también hay gente maravillosa. En Tomelloso hay una asociación de gente muy joven que ha creado un refugio para animales y que curiosamente recibe casi todas sus subvenciones de asociaciones de Alemania, la asociación se llama “Como perros y gatos”. También hay un grupo de gente joven que está rodando un precioso documental de una grandísima calidad sobre este tema y que se titulará: “Perro demasiado humano”.
Supongo que estas líneas molestarán a más de una persona a pesar de mi tono conciliador. Lógicamente la intransigencia y la violencia suelen ir unidas y quien defiende la violencia hacia los animales es muy probable que en algún momento también apruebe la violencia hacia los humanos. ¿Dejaremos algún día de ser considerados un pueblo bárbaro y salvaje por el resto del mundo?