(Publicado el 2 de septiembre de 2012)
No es una cuestión de edad. Existen ejemplares de 30, 40, 50, 60 años y los hay que mueren siendo Peter Pan, a pesar de la infatigable inversión que dedican a soslayar la vejez. El psicólogo norteamericano Dan Kiley denominó como Síndrome de Peter Pan al conjunto de rasgos que tiene aquella persona que no sabe o no puede renunciar a ser hijo para empezar a ser padre.
El hombre/niño que se resiste a crecer es incapaz de cuidar y proteger a nadie así como de intercambiar papeles igualitariamente en el contexto de una pareja. Exhibe un desfase patológico entre su edad cronológica y su madurez afectiva. Hombres que presumen de joviales, simpáticos, alma de las fiestas, deportistas, aplicados seductores de jovencitas a edades notoriamente inadecuadas, con frecuencia no son más que «peter panes» afectivamente inmaduros y promotores de mucha desdicha en las relaciones de pareja. Se trata de hombres que no han aprendido la diferencia entre haber crecido y ser adultos.
Hace tiempo me lo diagnosticaron, y no puedo negar que tengo ciertos síntomas. Inicialmente me resistí a crecer físicamente y me quedé en 1,72 cmts., luego fuí cumpliendo décadas y dándome cuenta de que yo no era como los demás humanos de mi edad. No fuí padre cuando todos los demás lo eran, no tuve la obligada hipoteca que todos tenían, no tuve el trabajo fijo que los hijos y la hipoteca me habrían obligado a tener. Siempre pensé que mi libertad valía lo suficiente como para renunciar a muchas otras cosas, eso me valió un alias: el Bohemio.
Lo más duro fué cumplir 30 años, esa cifra psicológica casi me traumatizó. Cuando cumplí los 40 estaba demasiado ocupado como para darme cuenta que teóricamente había consumido la primera mitad de mi existencia, la mejor según la vida moderna. Los 50 me llegaron sin avisar y he tardado cuatro años en ser consciente de ello.
Hoy he cumplido 54 años. Recuerdo el efecto que producían en mi niñez las personas de mi edad; eran auténticos ancianos!, sin embargo miro a mis padres con 81 y les veo tan llenos de vida que creo que cumplir años es una bendición. Me siento feliz por cumplir 54 años, por ser como soy, por seguir despreciando los convencionalismos, por ser un pobre infeliz que se cree sabio, pero que trata de aprender más día a día, por entusiasmarme con las cosas como cuando era un adolescente, por seguir creyendo que otro mundo mejor es posible, y por poder caminar por la vida sin máscara ni armadura.
Por eso yo me digo: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS PETER PAN!