Gerardo Vázquez Cepeda ha obtenido el Premio Local de Narraciones de la LXIV Fiesta de la Letras “Ciudad de Tomelloso” con El Muelle. Es un cuento que se sale de lo habitual, transcurre en un tiempo indeterminado y en un ambiente onírico.
Hemos quedado con Gerardo en el Café de la Glorieta. Nada más literario. Sobre una mesa de mármol charlamos de todo. Algunas veces muy deprisa; o será la edad. Las primeras lecturas, la intimidad de la escritura, el premio, Tomelloso… Tardamos poco, hablamos mucho y cada mochuelo a su olivo. Prevalece la modestia del escritor por encima de todo. Y sus conocimientos literarios, no en vano dice que ha sido un lector compulsivo. Lo malo de quien lee mucho es que nunca está conforme con lo que escribe, claro.
Gerardo es profesor de instituto, de la ESO, «de Geografía e Historia, pero yo siempre digo que soy profesor de Secundaria, porque acabas enseñando de todo». Nació en Tomelloso, «además, mi madre es de aquí, de muchas generaciones». También es músico, guitarrista del grupo The Lost Fratelli.
Escribiendo desde niño
No sabe exactamente el tiempo que lleva escribiendo «desde niño, quizás. A todo lector le pica el gusanillo. Eran diarios y mis propias vivencias, lo que yo tenía necesidad de escribir en ese momento. Si tenías que sacar algo, que no podías contar a nadie, lo escribías. Algo personal». Acompaña las palabras con el gesto de mecanografiar sobre la mesa de mármol, algo que le hacemos notar, no en vano pertenece a una generación ya criada con ordenador. «También escribo en cuaderno a veces. Como Paul Auster que escribe todavía en sus libretas. Todavía tengo cuadernos por ahí con mis cosas, apuntes de lo que ves que te llama la atención o de lo que imaginas. Es algo raro escribir para ti mismo sin saber que nadie lo va a leer, pero lo guardo. Es como decir, aquí ha quedado una parte de mí. Me parece, además, muy interesante el tema de la memoria».
Pero no le causa sonrojo volver a leer sus escritos primigenios «No los suelo leer, pero si lo hago no me da vergüenza, al contrario, pienso que ahora no escribo así. Cuando leía dos o tres libros a la semana, tenía más destreza… Ahora, los temas son otro cantar». La impúdica profundidad de la adolescencia «la posadolescencia es peor, ese vacío que hay hasta que eres un adulto de verdad y encajas tu vida es malo. Es deprimente». Asegura Gerardo que no usaba en aquella época ningún artificio literario «me salía del tirón, como sabía que no lo iba a leer nadie, no buscaba el artificio».
La escritura, algo íntimo
No está seguro de que sus escritos sean dignos de ser leídos por los demás «yo no lo sé». Además, es único trabajo que ha hecho público ha sido El muelle «o tal vez en algún fanzine, hace ya años. La escritura es algo íntimo y personal, para mí». Pero los escritores, le decimos, lo que buscan es ser leídos, consideramos un acto fallido escribir para guardarlo en un cajón o romperlo «sí, eso lo pienso, sobre todo desde ganar el Concurso. Tal vez sea inseguridad. Soy de los que se enfrascan en la lectura, he estado releyendo un libro de Luis Landero, ahora que va a venir a Tomelloso, “El guitarrista”. Empiezas a leerlo y… claro, da miedo esa capacidad y te sientes como que nunca vas a ser capaz de hacer algo así. Tal vez sea inseguridad, miedo a que te digan que lo que haces no sirve».
La poesía es la base de todo
Gerardo escribe principalmente poesía. «La poesía es la base de todo. La primera literatura es poesía, la historia de Gilgamesh… Me ha influido mucho. Yo no sé si a lo mejor en mi manera de escribir busco esa resonancia poética. Hay por ejemplo autores como Javier Cercas, que intenta evitar eso, la poesía, la metáfora. Por el contrario, leyendo este invierno a Félix Grande, La balada del abuelo Palancas, era prosa poética. Yo tiro más por ahí, supongo que es una cuestión de elección. Me gusta que sea bonito lo que escribo, que tenga sentimiento y emoción… Tengo muchas influencias de la poesía, he disfrutado mucho leyendo».
Empezó leyendo los autores “accesibles” «Machado, Neruda, Miguel Hernández. La manera de escribir y la intensidad de Cesar Vallejo me sorprendieron; leí Trilce, era como si Vallejo se saltara todas las normas del lenguaje, era todo potencia, recuerdo que tuve pesadillas. Me gustaba poesía con contenido político y social. En mi época de lector empedernido compaginaba un libro de lectura con otro de prosa… Pepe Hierro, Pessoa, también. Dependía de mi estado de ánimo».
Su caída del caballo camino de Damasco vino con Neruda «hace un montón de años. No leído, sino escuchado». Un recital del chileno en el Auditorio del López Torres, un pianista y un rapsoda. «Me gustó mucho Walking Around, de Residencia en la Tierra, que empieza “Sucede que me canso de ser hombre…” Me llamó la atención ese».
Son tantos los prosistas que le gustas que sería imposible hacer una lista «depende de muchas cosas. Aunque suene a tópico, me impactó mucho García Pavón, sus cuentos sobre todo. Dumas, Delibes, García Márquez…»
El Muelle
Gana el Premio Félix Grande de la Fiesta de las Letras con El Muelle «es un cuento que se sale de lo habitual, alejado de la estructura clásica de planteamiento, nudo y desenlace. Es un sueño, una especie de vacío espacio-tiempo. Un ambiente onírico. Es lo que me transmite el Mediterráneo, el mar en realidad, inmenso, azul, una especia de vacío en la que eres insignificante y puede pasar cualquier cosa. Ese horizonte que no acaba, ese sol, los marineros tendía históricamente a la alucinación, las sirenas, los monstruos… Un poco ese ambiente. Lo escribí hace diez años, entonces mi mujer trabaja en Alicante e iba a recogerla con frecuencia, mientras la esperaba paseaba por la playa y el mar me evocaba cosas. Así, componiendo varias imágenes compuse este relato».
Para Gerardo este galardón ha supuesto sobre todo sorpresa «Ha sido algo inesperado. También me ha dado que pensar, una cosa escrita hace diez años, no sé si debería haber seguido escribiendo con esa intensidad. Me ha hecho plantearme si seguir o no, me ha hecho pensar mucho. También un poco de miedo, porque ahora si voy a ser leído, ya no me puedo esconder. Y evidentemente la alegría del momento, claro, pero cuando ten enfrías aparecen las dudas… pero ya está hecho, no tiene remedio».