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domingo, 24 noviembre
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Tiempos nuevos, ¿tiempos salvajes?, por Pedro Muñoz Plaza

tiempos nuevos

Africanos encaramados a la valla de Melilla, saliendo arrastras de nuestro saquito de tierra o muriendo ahogados en masa en el mar más civilizado del mundo. Modernas cámaras de gas reconvertidas en barcazas que siegan vidas a destajo. «Son solo negros», diría un afamado periodista, columnista e intelectual asiduo de tertulias varias que yo me sé.

Elecciones a las que entran sin llamar, casi dando una patada en la puerta, actores que no habían sido invitados, hartos del ninguneo general.

Fanáticos iluminados venidos de otros lugares que, en su locura, ponen patas arriba todo lo que tocan y pretenden refundar y evangelizar tierras lejanas para salvar las almas paganas que las habitan; sin su permiso, sin preguntarse si preferimos seguir en el infierno.

Amigos que se van y no volverán. Momentos en los que te das cuenta que nadie hablará de nosotros. Vecinos, familiares, amigos que abandonan las colas del paro rumbo a un trabajo de duración indeterminada que no les dará para vivir. Parados, desahuciados y otras gentes de mal vivir derrotados, abandonados en su tragedia. Adinerados filósofos de lo cotidiano insisten en que el trabajo dignifica; aunque no puedas alimentar a tu familia y, como bendición colateral, el adinerado filosofo aumente exponencialmente su fortuna. Patéticos sindicatos a los que les crecen los enanos que ellos mismos engendraron y alimentaron, incapaces de dejar de mirarse el ombligo, enfermos de autocomplacencia. Gobernantes que en su ceguera, en su obsesión por intentar retener los votos que se les escapan entre los dedos, dicen que la crisis ha acabado y, al tiempo, firman acuerdos con indigestos patronos y vomitivos sindicalistas para que no se les mueran de hambre los enanos; y aprietan los ojos y amordazan a sus ciudadanos para no ver ni oír su hartazgo.Partidos políticos y gran parte del Sistema haciendo aguas por los cuatro costados, con grietas, apuntalados chapuceramente con temblorosos pilares que amenazan con partirse y llevarse por delante cuarenta años de historia.
Intensos los tiempos que nos está tocando vivir.

«Son tiempos de cambio, creo que de cambios importantes. He conocido gente interesante, muy válida. He mirado a la juventud con otros ojos. He visto en esos jóvenes una actitud diferente, una actitud que no veía hace años. He visto en sus ojos ese cambio. (…) Estamos adentrándonos en una época emocionante, difícil, espero que no traumática.»

El párrafo de arriba es de la entrada que publiqué para despedirme del 2011, hace ya más de tres años. Ahora parece premonitoria. Los cambios que entonces apuntaban han cogido velocidad este último año y están poniendo patas arriba esquemas obsoletos y corruptos que nos habíamos acostumbrado a soportar.

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Ya nada volverá a ser igual. Para bien o para mal los puntales están cediendo, la estructura amenaza con venirse abajo. El rediseño del lugar parece inevitable.

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