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martes, 12 noviembre
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«Salario mínimo ¿algo más que subir o no subir?», por Ramón Castro

Artículo de opinión de Ramón Castro Pérez, profesor de Economía en el IES Fernando de Mena (Socuéllamos)

Durante los últimos días ha habido mucho revuelo en torno al salario mínimo interprofesional (SMI en adelante, si me lo permiten) y es de esperar que continúe en el tiempo. Lo digo porque ofrece una gran rentabilidad a los actores de nuestro espectro político, al permitir fijar posiciones ideológicas de manera simple y rápida.

Existen, básicamente, dos posturas en torno al SMI: o se sube o no se sube. A partir de aquí, si usted es de los que opina que debe aumentar, ya sabe cuál es su trinchera. Si piensa lo contrario, también lo sabe. Y digo yo ¿no serán las cosas un poco más complicadas? (no mucho, pero oiga, algo más ¿no?)

Sabemos que el SMI es el salario por debajo del cual es ilegal trabajar. Esto es bueno en sí mismo y la gran mayoría de sociedades avanzadas así lo entiende. Hay que pagar por los recursos y, dentro de ellos, el humano bien lo merece (si no, miren dónde estamos, en este punto de la Historia).

Pongámonos en contexto. En nuestro país, aproximadamente un diez por ciento de las bases de cotización se sitúan en alrededor del SMI (para el año 2019). Aunque también podemos discriminar por edades (encontramos mayoritariamente a jóvenes), por tipos de contrato (contratos temporales), por tipos de empresas (empresas pequeñas) o por sectores (agricultura y servicios). Esta información pertenece al informe que el Banco de España ha publicado recientemente (no sin polémica) y que pueden leer aquí, concretamente en su página quince. Les recomiendo, al menos, la lectura de su introducción para que puedan comprobar, de primera mano, que el estudio se centra, exclusivamente, en las consecuencias para el empleo que ha podido generar la subida en el SMI del año 2019, empleando, para ello, el método científico. Se trata de un informe económico y no ideológico y, como tal, cumple con la función de arrojar luz sobre las medidas de política económica y sus efectos (para eso está la ciencia). El Ministerio de Trabajo también tiene la intención de presentar documentos adicionales al respecto y, sin duda, serán bienvenidos por la comunidad científica.

Recapitulando, nos encontramos con un asunto (este del SMI) al que está expuesto el diez por ciento de la población ocupada o, mirándolo de otra forma, que afecta:

  • a un 23 por ciento de los jóvenes entre 16 y 24 años.
  • a un 17 por ciento de los contratos temporales (frente a un 5 por ciento de los fijos).
  • a un 34 por ciento de las empresas con menos de 6 trabajadores.
  • a un 59 por ciento de los contratos en agricultura.
  • a un 9 por ciento de los contratos en el sector servicios (de mercado).

Al comienzo de este artículo, les decía que el debate sobre el SMI es un poco más complejo de lo que parece. El documento que les he citado anteriormente señala una multitud de efectos positivos y negativos que se entremezclan y que nos obligan a ser prudentes en las interpretaciones. Por ejemplo, la subida del SMI que, en principio, supone un aumento de costes para la empresa, también puede dar lugar a aumentos en la productividad del trabajo al estar este más motivado, puede reducir la rotación de puestos de trabajo, puede solventarse con una reducción de beneficios para la empresa, puede hacer que las personas inactivas se animen a buscar empleo, aumenta de hecho los ingresos de las personas que lo reciben y un largo etcétera. Como ven, no es tan sencillo.

Les pregunto ahora ¿podríamos perfeccionar el SMI?

—¿Cómo?

Inma Delgado Fotografía New Born

Miren el caso del Reino Unido. Allí tienen lo que se denomina “National Living Wage” y, además, lo que llaman “National Minimum Wage”. Para el caso, entenderemos que ambos son salarios mínimos, pero se aplican en función de la edad y de la categoría profesional de la persona asalariada. No es complicado de entender. Por un lado, el “National Living Wage” es el SMI para aquellas personas que tienen 23 o más años, mientras que el “National Minimum Wage” es el SMI para los que tienen entre 16 y 23 años, aunque dentro de este, también hay varios. Se lo resumo en una tabla:

National Living Wage8,91 libras / hora23 o más años
National Minimum Wage8,36 libras / hora21 a 22 años
6,56 libras / hora18 a 20 años
4,62 libras / hora16 a 18 años

4,30 libras / horaAprendiz
(*) la categoría de aprendiz está reservada para menores de 19 años o mayores en su primer año de formación.

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Lo que tenemos aquí es un SMI estructurado, en mayor medida, por edades y por cualificación profesional (si tienen curiosidad, no dejen de visitar la web original aquí). Como ven, pueden existir más debates en torno al SMI ¿Por qué nos centramos solamente en subir o no subir? Hay más preguntas y sería bueno lanzarlas al aire:

  • ¿Se tienen las mismas necesidades económicas a cualquier edad?
  • ¿Es el nivel de vida igual en todas las zonas del país?
  • ¿Debe ser el SMI igual para alguien con personas a cargo que para un estudiante que decide trabajar en verano?

Y hay más. Si se han dado cuenta, el salario mínimo británico para los jóvenes de 16 a 18 años es, aproximadamente, la mitad del salario mínimo pensado para aquellos británicos de 23 o más años. ¿No les parece esto un incentivo a estudiar y a formarse?

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