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lunes, 23 diciembre
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El músico evanescente, por F, Navarro

Foto: claus-derenbach.de
Foto: claus-derenbach.de

La única y efímera referencia que este servidor tuyo tiene, incuestionable lector, de Juan Ruiz (o Rodríguez) de Mena, fue escuchada en una emisión de Radio Clásica sobre música antigua. Era una chacona. El tipo, por lo que dijo la infatigable locutora, fue coetáneo e incluso amigo de Francisco Salinas y Tomás Luís de Vitoria. Y la sorpresa: natural de Tomelloso

Era una tarde soleada, casi veraniega, me atrevería a decir, en los días posteriores a los infaustos atentados del día once. En uno de los muchos vaivenes de la existencia de este cronista, el trabajo en el que servía le daba la posibilidad de llevar la citada estación radiofónica permanentemente sintonizada. Aquellos sones servían de consuelo y mantenían a raya los fantasmas. Las notas se elevaban por encima de todo aquello y más que los ritmos, tiempos, armonías y arpegios, lo que a uno le subyugaba era lo inacabable del tema: necesitaría mil vidas para poder oír toda la música escrita hasta entonces, en una suerte de hercúleo trabajo que mantenía la mente ocupada y alejada de lo demás.

Como digo, aquella tarde oí el nombre del músico y su procedencia y me estremecí. Nunca más lo he vuelto a oír.

En cuanto tuve ocasión, sobre todo en ambientes musicales de nuestra ciudad, deslizaba el caso en la conversación, recibiendo siempre muestras de desconocimiento, ignorancia e incluso extrañeza por parte de mis contertulios, eminentes miembros de sociedades pro-música.

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He consultado enciclopedias de todo tipo, condición y soporte. He tenido en cuenta, por supuesto, la no existencia de Tomelloso como municipio independiente en aquellos años de cara a mis indagaciones. Me he desplazado al mentado monasterio de Uclés, cabeza de la orden de Santiago y he consultado sus archivos con fruición. Desgraciadamente los nombramientos de maestros de capilla están documentados a partir de Pablo Sanz, discípulo que fue del famoso Ciego de Daroca y que recibió el empleo en 1699, casi cincuenta años, según estimo, del fallecimiento de maestro Ruiz (o Rodríguez).

En noches de duermevela he imaginado al evasivo músico, incluso he pensado su estirpe al completo, pero necesito constatar su existencia, como Santo Tomás. El desánimo y el abatimiento también han estado presentes, llegando a pensar que fue una ilusión, o tal vez un sueño.

Pero juro que lo encontraré.

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