El abuelo tiene callos
El abuelo tiene callos, va al callista con frecuencia, lo lleva María de los Ángeles Engracia. Pues tampoco es para tanto unos callos en los pies, vamos que yo entiendo de esguinces y de dolores de cabeza, bueno, y alguno de muelas hace unos años pero, a decir verdad, me parece un motivo muy poco creíble. En serio que no puede andar, debe tener todo el pie encallecido, deformado, y no poder andar pues te acorta mucho ¿Y esto le pasa en el izquierdo o en el derecho? No sé, yo no se lo he visto, creo que en los dos ¿Y por eso no sale de casa? Por eso sí, porque de lo demás está muy bien, la cabeza con una memoria de elefante, los ojos, ve mejor que yo que soy miope y oye aunque hay que gritarle un poco a veces: ¡Abueloo! que si no, no te hace caso. A lo mejor, hermanita, es que no le interesa haceros caso a papá y a ti, eso también puede ser ¡No hombre!, es que con los años se pierde mucha audición. Y dices que no ha ido ni una vez a ver a la abuela al hospital, que los callos se lo han impedido. Eso. Pues se le sube en una silla de ruedas y la ve, que a la mujer, aunque esté con la consciencia a medias, le alegrará ver a su marido. No ha querido, dice que él no se sube en una silla de paralíticos mientras se tenga de pie y ya sabes cómo es, terco como una mula. Pues que ande como todo el mundo. Andar no, andar no puede por los callos. Y la abuela ¿Desde cuándo está ingresada? Desde hace tres semanas, cuando le dio el último infarto ¿Y cómo está? Mal, está mal y ausente, no es ella, cuando vengas a España pásate y la ves. Sí, eso haré cuando vuelva ¿Y cómo te va todo por ahí? Bueno, ahora mejor, poco a poco, estoy mejorando mucho el idioma y por fin me han confirmado que me renuevan la beca para otro año más así que de momento bien pero un poco pillado de pelas, oye, ¿en qué hospital está la abuela? No está en un hospital, está en una residencia ¿En una residencia de ancianos? Sí ¿Y por qué no está el abuelo con ella? Es que tienen preferencia los mayores discapacitados ¡Pero si el abuelo no puede andar y además al ser su cónyuge debería primar la reunificación familiar o algo así! Pues no, él está en su casa ¡No haces más que preguntar eres un poco pesado! Es que no entiendo bien ¿Qué es lo que no entiendes? Nada, no entiendo nada, eso de los callos, no sé…
II
Mi abuelo siempre fue único: “¡Muchacho ven aquí!” y yo me acercaba, “¡Este es mi nieto!” y su cara de satisfacción como si viera en mí una promesa, una continuidad, un campeón, y yo no sabía qué hacer aunque en el fondo me gustaba. Presumía mi abuelo de nieto como otras veces de su suerte o de su valía. Nadie le achantó nunca: “¡Me como a quien sea si a este muchacho lo tocan!” le dio por ahí, por salvarme de bárbaros como antes por salvarse él. Había tenido una vida dura, como todos, “hasta los borbones las pasaron canutas en su día” decía, pero mi abuelo, como los borbones, se había ido amoldando; niño que hay que trabajar por la república, él el primero, con los calzones cortos, los pocos años de elemental y unas ganas locas de tirar para delante. Que acaba la guerra y viene el nacional-catolicismo pues el pan sigue caro… ¡hay que levantarse y trabajar! con los zapatos recién limpios y la cabeza engominada, camino de la oficina. También contaba las vicisitudes para buscar mujer que fuera buena y levantar una casa desde los cimientos, “que ahora están caras las casas… ¡Yo no recuerdo nunca que las regalaran, carajo!, las cosas son así, espabilarse y buscar los cuartos”. Así pasó su vida entre oficinas ajenas echando horas, con los ojos resecos de rellenar los cuadernos a mano bajo la luz artificial, mi abuelo tenía una caligrafía de escaparate cuadrando los libros de cuentas, parecía de imprenta, y la ilusión siempre intacta. Y cuando vino su hijo, una boca más para comer no le asustó, todo lo contrario, le agudizó el ingenio para buscar bajo las piedras, entonces se apropió una máxima que dios sabrá de donde la había sacado: “¡Vengan días y vengan platos de judías, lo demás son tonterías!” e intentó llevarlo siempre a la práctica. Todo esto contaba mi abuelo mientras la abuela repartía el café ¿Y qué más abuelo? “¡Cómo que qué más!” Que cuentes más cosas, le solicitaba siempre. Y haciéndose el interesante continuaba con su vida, erre que erre: “Mira muchacho, lo importante es estar en el mundo, no que el mundo te pase y no te enteres, así es como se hace la vida. ¡Ana, un poco más de café!” Y la abuela se deshacía en rellenar la taza y le añadía dos cucharadas de azúcar, ni grano más, ni grano menos. “Pues después todo cambió en la calle, ya me entiendes, melenudos, libertad, partido comunista, algo impensable antes, pero en el meollo todo continuaba lo mismo, los negocios son los negocios y no entienden de ideas, y en épocas felices el dinero corre más, que hay que ser demócrata, como el que más, que lo que hay que ser es papista, más que el papa ¿Me entiendes? Eso es, en esos años de cambios se hizo dinero con lo que siempre se han hecho los cuartos en este país, metiéndose hasta las cejas con coraje, el negocio estaba en la ciudad invirtiendo en pisos y ahí era donde había que estar, y allí estaba yo ¡con olfato, muchacho! siendo vivo y cauto pero vivo sobre todo”. Mi abuelo reía y se envalentonaba: “¡Ana, un poco de coñac!” Padre, el alcohol no le hace bien, decía mi padre. “Tú cállate, ¡qué sabrás! el alcohol es necesario y gustoso ¡pues no he hecho yo negocios con una copa en la mano! Los jóvenes no sabéis, todo os ha venido fácil, estudiando se arreglaba la cuestión, os quitabais competencia a tortazos con los títulos bajo el brazo, pero a este hijo tuyo hay que despabilarlo, que los tiempos están cambiando y se están haciendo más duros, como los míos, o si no al tiempo”. Y yo miraba y veía a este abuelo mío, este tipo tan curioso y tan vital que era.
Así mi adolescencia estuvo marcada por él, el viejo triunfador y sabio a cuya mesa íbamos a comer cada domingo, y la abuela Ana siempre por ahí, solícita, como si no estuviese, a pasos suaves y rápidos, y al despedirse con la mano tierna y el beso en la mejilla, tan buena, con un halo de inocencia en los ojos y alguna estampa del niño Jesús en el bolsillo para regalármela a hurtadillas.
III
Oye, te llamo porque se ha muerto la abuela esta mañana ¿Cómo? Llevaba unos días con los ojos cerrados ya y respirando con mucha dificultad, no te lo hemos dicho antes para que no te preocuparas y porque le habían dado otras rachas así y luego mejoraba. Pe… ¡Pobre abuela! ¿Cuándo es el entierro? Mañana a las diez. Espero encontrar un vuelo que no sea muy caro, en estas fechas no es fácil. Dice papá que no hace falta que vengas, además la enterramos en el pueblo. Entonces aún más kilómetros, no sé si podré llegar, está en el quinto pimiento. Que no te preocupes, ya vendrás cuando puedas ¿Y cómo está el abuelo? Muy bien, mejor que tú y que yo, tiene una salud de hierro. ¡Hombre! Digo anímicamente, se queda solo a los noventa años después de toda una vida. Ya. ¿Oye? Si. No te oía, creía que se había cortado, te decía qué cómo está el abuelo, que si le ha afectado mucho. No sé, no lo he visto ¿Ah no? ¿Y eso? Es que no tenemos mucha relación últimamente ¡Cómo que no tenéis relación! Bueno si, pero menos que antes. ¿Y eso?, ¡si papá es su único hijo! Ya ¿Y quién lo lleva al entierro? Nadie, no va ¿No lo vais a llevar? Se ha negado a ir él, ya sabes que no puede andar ¿Por los callos? Si, dice que no va por los callos, que se lo impiden y punto ¡Pero eso no puede ser, es el entierro de su mujer, unos callos no es suficiente motivo!, ¿tanto le ha afectado todo esto? Oye hermanita, aquí hay cosas que no me cuadran ¿qué es lo que pasa? Nada, ¡qué va a pasar! es que el abuelo no sale para nada, ya te lo dije y no tiene una edad como para ajetrearlo mucho. Pero está mejor que tú y que yo ¿no? Sí, no puede quejarse, Entonces… ¿quién le hace la compra, le lleva al callista, le saca el dinero del banco? María de los Ángeles Engracia, la asistenta, ya sabes que está interna y le soluciona todo. ¿Y tiene más confianza en ella que en vosotros? Eso parece. Pero eso no es normal, Mira, yo ya no sé lo que es normal o no, a mí déjame, ¿Y esa mujer qué edad tiene, desde cuándo está con el abuelo, de qué país es, y tiene familia o no? ¡Uy! Todo eso es otra historia, ¿Una historia muy larga? Larguísima. Entonces va a ser imposible en esta conferencia. Ya. Bueno, no te entretengo más que tendréis muchas cosas que hacer, ahora voy a llamar al abuelo, espero que tenga el teléfono cerca para que pueda cogerlo sin que le duelan los pies. Muy bien, un beso hermanito, y no te preocupes ¿eh?