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jueves, 21 noviembre
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Principios, por F. Navarro

liberia

El comienzo es lo principal.

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Los escritos deben principiar de una manera agradable para el lector, está mal empezar con una pregunta, que era lo que uno iba a hacer. Comenzar con: «Escribir, ¿para qué?». Cómo justificando el hecho de la no escritura y lo que a continuación haré: citar.

Las citas son muy recurrentes para rellenar escritos y le dan al juntaletras una pátina de erudición (más bien fatua, eso sí, desde que hay enciclopedias en línea y buscadores de Delfos a los que cualquier cuestión planteada es respondida en décimas de segundo).

«In principio creavit Deus caelum et terram», es un principio vigoroso y que no llama a engaño a nadie. Es El Principio.

«Llamadme Ismael»; queda todo dicho, comenzando así sabes que tarde o temprano un inmenso cetáceo blanco se va a cruzar en tu camino.

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«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo». Inicio adolescente y fantástico, acné y cajetillas de tabaco escondidas en los calcetines

«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura», precioso.

«El año en que Onofre Bouvilla llegó a Barcelona la ciudad estaba en plena fiebre de renovación». Puede ser el comienzo de la mejor novela en castellano del siglo pasado

Comienzos. Principios (si no le gustan tengo otros).

Principiar es un verbo con regusto a campo, a comienzo de vendimia con moscas cansinas y sol uvero o de siega (cuando mi abuelo le decía «el agosto» a la época de recolección de los cereales y las leguminosas siendo finales de junio, me extrañaba mucho, creía que no sabia de meses, mi abuelo) y a hogaño, adverbio de poco uso.

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