Y Pedro volvió a negar hasta tres veces, Judas no dio marcha atrás, y el remordimiento, o la conciencia o, sólo Dios sabe qué, acabaron con su vida. Sí, Pilatos, volvió a lavarse las manos, como siempre, después que Herodes de burlara, eso sí, encantadoramente. Pidieron otra vez el indulto a Barrabás; el Cireneo volvió a coger, firme, la cruz que ya no podía sostener el Cordero, y aquella mujer quiso de nuevo enjugar el rostro de Jesús.
Al pie de la cruz, como siempre, la Madre y el discípulo amado.
La túnica, ya se sabe, echada a suertes por estar toda tejida de una pieza.
Como siempre, el Cordero no se bajó de la cruz, y allí entregó su vida, sólo y abandonado. Dicen que el velo del templo se rasgó en dos, que la tierra tembló y las rocas se resquebrajaron.
De nuevo unos discípulos timoratos y, como no podía ser de otro modo, del lado de los sencillos, volvió la noticia de la Salvación….al final siempre la última palabra la tiene Dios, allí donde parece acampar la muerte, allí, siempre triunfa la Vida.
Nada nuevo y sin embargo, todo novedoso, el pasado fin de semana en Tomelloso, tuvimos la suerte, el regalo, de disfrutar de la representación de «La Pasión» por el grupo Candilejas. Difícil describir todos los sentimientos, en varios momentos la obra consiguió emocionarme y sacarme alguna que otra lágrima.
Mover a más de setenta actores, junto a treinta y tres niños, es obra de gigantes, o de quijotes, o de gigantes quijotes que durante meses pierden su sueño y su tiempo, por sacar adelante este proyecto. Sin duda Emiliano Morales, su director, tiene algo de gigante y también de Quijote. La excusa de sacar fondos para ayudar a costear las obras de la Parroquia, termina haciendo brotar de cada uno, todo lo bueno, lo mejor, que en ellos habita, incluídas dotes artísticas, que alguno, quizá, ni imaginaba poseer ¡Doy fe que las tienen!
Me encantó la adaptación exquisita del guión hecha por Antonio López, el párroco. Guión que arrancaba del temblor de la ceguera de las horas que siguieron a la muerte de Jesús, recordando cómo había empezado todo, allá en Caná de Galilea en torno a una boda; magnífica la alegoría de la Vid Verdadera -con los treinta y tres niños, que más tarde, en la última escena, serían los testigos de la Vida- , y ese Agua viva junto al pozo de Sicar, la sed calmada para siempre; escenas que se cruzarán con los acontecimientos centrales de últimos días de Jesús.
Casi después de una semana, las imágenes brotan solas, ¡qué lástima que todo el esfuerzo se quede en unas horas!, ¡bien se merece que pudiera representarse muchas más veces!
Me quedo con los rostros de todos al final de la obra, en el escenario, con la satisfacción de la labor bien hecha, de haber contribuido a hacernos a todos un poquito mejores reviviendo La Pasión.
Me quedo con la Vida que siempre sale victoriosa.
Me quedo con el protagonista, que es el que Es y que al final, es Quien tiene la última palabra.
¡Gracias a todos los que habéis hecho posible este proyecto!