(En la LXIII Fiesta de las Letras)
Madrinas, autoridades, mantenedor, presentador, premiados, señoras y señores, muy buenas tardes.
¡Loor a los galardonados!
En primer lugar, quisiera dar las gracias al jurado por este premio, para mí, el más importante que he recibido. Es un honor recibir un galardón con el nombre de Félix Grande, uno de los mejores escritores que ha dado Tomelloso, un tipo honrado, que escribe con honradez y que de cabrero tomellosero ha llegado a las laderas del parnaso.
Se lo dedico a las mujeres de mi vida: Mari Carmen, mi esposa y mis hijas, Mari Carmen y Marisa. Gracias a ellas estoy aquí subido. Ellas han aguantado lo indecible para que yo esté aquí. ¡Gracias por todo!
¿Cómo no acordarme de Jesús, que andará por aquí haciendo fotos y de María José nuestra intrépida becaria? Jesús es la otra mitad de enTomelloso.com. Gracias por este año.
Por cierto, en casa también tenemos una perra que se llama Reina y ejerce de tal —¿Quién me lo iba a decir?—. A la que te descuidas se mete en la conversación. La chucha es muy dialéctica (poco retórica) bien educada y de formas exquisitas, siempre tiene un ladrido amable para las visitas. Este es uno de esos excursos marca de la casa.
Flamenco, nace tejiendo varias juergas, oídas o vividas junto con mucho de fantasía y estrofas de cantes del Camarón y Valderrama. Una de esas farras cerradas y sórdidas, llevadas al paroxismo. Una suerte de “Miedo y asco en las Vegas” pasado por el tamiz de La Mancha. En fin, una pequeña historia, de personajes pequeños, que solo busca que quien la lea pase un rato entretenido.
Si me permiten, uno tiene especial predilección por las historias pequeñas. La historia, esa con mayúsculas que sale en los manuales, no sería posible sin la intrahistoria pequeñita y doméstica con olor a membrillos. La vida, creo yo, está hecha de momentos sin importancia, de sonrisas, miradas, conversaciones. Y tostadas con mermelada. Sin estridencias. Sin palabras ampulosas ni alambicadas. Sin mesianismo, sin convencer a nadie de nada. Con olor a café recién hecho y luz de domingo de abril.
Llena de Filósofos rurales con pantalones de pana, que cazan grillos como manda el reglamento. Barberías con canarios, camareros con lamparones, boinas sin capar, olor a tierra mojada, a mosto, paisajes infinitos, amapolas, algodón de azúcar. Noches al fresco que parecen sacadas de una película italiana, catas de aceite, pasos de peatones… Paseos por la glorieta de la Iglesia, churros con café con leche y arpegios de Tárrega… y por supuesto, de sufrimiento. Pero el sufrimiento, y sé de lo que hablo, con una sonrisa es menos sufrido.
Después de este magistral acto tendrá lugar la Cena Fin de Fiestas, Solidaria y organizada por Cáritas. La solidaridad es lo que nos permite vivir en estos tiempos difíciles. Esa hermandad que formamos los hombres pequeños, de existencias y grises y de historias nimias y fútiles. El vecino que te deja algo, y tú le dejas algo. El panadero que apunta y apunta en la libreta, que no pregunta y nunca falta la bolsa con las barras colgadas del pomo de la puerta, porque “el pan es sagrado”. Ese que sonríe y no juzga, el otro que nos da (o al que damos) una palmada en la espalda. Los hombres, en definitiva, honrados y desnudos, tal como aparecen en la poesía de Félix Grande. Los que comemos pipas en un cine de verano. Los que, en definitiva, podemos hacer que este mundo sea un buen lugar para vivir.
¡¡Muchas gracias!!