Llegamos a este mundo con el disco duro vacío pero con algunos programas insertados. Los humanos al igual que el resto de los animales, tenemos en el ADN una serie de pautas y tendencias adquiridas por nuestra propia evolución natural. Hay distintas teorías enfrentadas acerca del comportamiento humano y sus causas. Los freudianos piensan que todo se aprende, y que las experiencias vividas en la más temprana niñez hasta la llegada de la pubertad son la base de lo que formará nuestro carácter. Hay otras teorías, totalmente opuestas, que dicen que nuestro comportamiento y carácter está ya marcado en nuestro código genético. Como casi siempre la solución está en el punto intermedio.
Creo que fue Platón el que dijo que el hombre es un animal social. Esa verdad universal forma parte de nuestra propia esencia animal: Nuestros parientes simios también viven en grandes grupos, nuestra propia evolución convirtió la manada en la tribu. El propio comportamiento humano en la mayoría de los casos tiende hacia el comportamiento tribal, necesitamos sentirnos arropados por los nuestros, y eso nos lleva a no racionalizar nuestros actos. Antes que formar parte del género humano formamos parte de un núcleo más pequeño que algunos llaman patria, otros, nación y otros, pueblo.
Nos intentan meter el odio a nuestros semejantes con el argumento de que son distintos. La humanidad lleva miles de guerras a lo largo de su historia y siempre por los mismos motivos. Ese sentimiento de grupo debería ser el motor de nuestra tendencia natural hacia lo colectivo, sin embargo nos hace perder perspectiva al limitar nuestro espíritu socializador al grupo, lo que inevitablemente nos convierte en egoístas al no intentar empatizar con los problemas del resto.
Cada ser humano debería ser único como individuo. El motor de la evolución y del progreso ha sido sobre todo consecuencia del esfuerzo individual, y de la genialidad de muchos individuos, pero ha sido sólo gracias al esfuerzo colectivo que esos progresos han sido posibles. Cada ser humano es único y como tal no debería convertirse en masa amorfa, las personas por si solas son capaces de discernir, de sentir compasión, de amar……Es cuando se diluye entre la multitud cuando saca lo peor de sí misma.
Pero no debemos confundir el individualismo con el egoísmo: El individuo es positivo el ego puede ser negativo. El egoísmo nos impide ser solidarios con los demás, al mismo tiempo que nos pone una venda en los ojos que nos convierte en auténticos miopes con respecto a nuestro propio futuro. Somos incapaces de entender incluso que, desde nuestro egoísmo, podemos padecer nosotros mañana el mal que otros padecen hoy. Alguien dijo que la solidaridad es el egoísmo a largo plazo, y lo cierto es que fomentando la solidaridad y el respeto y comprensión hacia los demás, estamos invirtiendo en nosotros mismos.
Los problemas de los humanos sólo se pueden resolver desde lo colectivo, la solidaridad sin colectividad resulta un esfuerzo casi inútil. Debemos sumar esfuerzos para ayudarnos unos a otros, a los de aquí y a los de mucho más lejos ¿Por qué hacemos llamadas telefónicas para ayudar a los habitantes de otros países más pobres en los programas de televisión “solidarios” y luego despreciamos a los extranjeros que viven cerca de nosotros? ¿Extranjeros que pueden ser del mismo país donde hemos mandado una ayuda, o es que la conciencia del ser humano es lo más volátil y difuso que pueda existir?
Apelo desde aquí al individualismo como la única garantía para poder hacer crecer y progresar a la humanidad, y apelo al espíritu colectivo para poder salvar a la humanidad, sin la lucha colectiva terminaremos perdiendo todo lo que cientos de generaciones lucharon para conseguir. No son espíritus antagónicos, son vitalmente complementarios.
Manuel Buendía – individuo