Haciendo hora para felicitar a un amigo que se planta en los cuarenta, una, que los tiene a buen recaudo desde enero, no puede evitar sentarse y revisar como si la que los fuera a cumplir fuera yo, de nuevo.
A mi edad mi madre ya tenía sus tres hijas y un proyecto de vida bien encarrilado, y mi abuela en sus cuarenta era toda una señora hecha y derecha. Yo de pequeña pensaba que con cuarenta sería casi vieja, en la adolescencia que tendría todos mis planes hechos. Conforme avanzaba por los treinta tenía claro que, al menos, la estabilidad laboral, sería un hecho inquebrantable ¡Y llegaron los cuarenta…. Y bueno… aquí lo dejamos!
Dicen que los cambios de década traen consigo alteraciones del ánimo, y en concreto esta que comienza por cuatro, dicen, se lleva la palma.
Las mujeres, entre otras muchas manías, vemos como se hace más cruenta la batalla contra las redondeces. Parece ser que a partir de los treinta empezamos a ganar grasa -más- y el deshacerse de ella cada día se convierte en un reto más dificil.
De los hombres no digo mucho, sólo parafraseo a mi amigo que dice que a los cuarenta los hombres o se prostituyen o se restituyen. No se puede decir más, en menos.
Los cuarenta son una edad curiosa, o lo has alcanzado todo desde hace mucho o te pilla en cueros.
Ni es del todo bueno que sientas que lo has hecho todo y que ya nada queda por hacer, como tampoco es del todo malo que te pille en cueros, pues sólo a la intemperie uno se moja, se despeina y siente frío y calor. Sólo en cueros y a la intemperie predispone uno el corazón al desafío del iniciar nuevos retos.
También hay quienes a los cuarenta se encuentran en ese punto raro de inflexión en el que se miran al espejo, debe ser que no les gusta demasiado lo que ven y deciden asaltar el armario de sus hijos adolescentes y salir de fiesta como si la profecía del fin del mundo se fuera a cumplir día sí, día también ¿Habrá algo más fuera de lugar que salir por ahí como si se tuviera dieciocho cuando se pasan los cuarenta? Chirría un poquillo, cuánto menos.
He de confesar que mi ánimo no se ha alterado lo más mínimo con el cambio del primer dígito. Lo cierto que no me ha dado mucho tiempo a pensar si me deprimo o no por cumplir años. Cuando el giro al que te conducen los acontecimientos es de ciento ochenta grados sólo te da tiempo a echarte mano al pelo para no despeinarte demasiado mientras quedas cabeza abajo. Cuando se tiene todo por hacer, sólo hay hueco para dejarse encontrar, calzarse unas buenas botas y empezar de nuevo a caminar.
Y qué más da que sean cuarenta, que treinta, que cincuenta cuando de lo que se trata es de ser feliz y hacer felices a los demás. Lo importante es levantarse sabiéndose querida y saber que tienes por delante todo un día para ir haciendo bien las cosas que bien han de hacerse. Qué el momento más feliz es el actual, que no me hace ningún bien perder el tiempo pensando en que mañana seré feliz – cuando tenga, cuando sea, cuando consiga, cuando haga… así nunca seré plenamente feliz porque siempre querré algo más- .
La felicidad es aquí y ahora, es hoy. Este es el mejor momento de tu vida, máxime cuando ya se han vivido cuarenta añitos y queda media vida por delante.
Bueno y ya pasan las doce, ya te puedo felicitar y desear que tu vida siga siendo reflejo fiel del Señor en nuestras vidas. Un abrazo