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martes, 19 noviembre
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Pregón de Alicia Palacios Cañas

Buenas noches a todos.

Vecinos, amigos, familia, gracias a todos por estar aquí esta noche. Poco falta ya para que la pólvora pegue el pistoletazo de salida dando paso a la Feria y, como manda la tradición, os voy a dedicar antes unas palabras como preludio y anuncio de nuestras fiestas. Y quiero empezar, agradeciendo a nuestros representantes en el Ayuntamiento el haber pensado y confiado en mí. Salga como salga, sabed que he puesto todo mi corazón para ofreceros un pregón digno de nuestro pueblo.

Y, lo primero, es presentarme y, si me lo permitís, empiezo por dirigirme a los que ya habéis visto muchas Ferias y muchos pregones. Aquellos que tenéis la edad de mi madre y para arriba: soy la chica de Cándido y de la ajera, la de la tienda de arreglos de la calle Socuéllamos. Y ahora, para situar a los que son más de mi quinta, decir que soy la hermana de Ana Palacios, la arquitecta del cartel de ahí de la esquina (de la calle Veracruz). Y como última referencia, para los más jóvenes, para los que cruzáis la veintena rabiando: soy la hermana de Alberto, el del teatro, el de Platea. Soy Tomellosera, nacida en la antigua maternidad y criada jugando aquí a la vuelta de la esquina, en la plaza de Abastos. Ya más crecidita, hubo que irse a estudiar a Madrid, donde cursé la carrera de Química… Aunque estudiaba en Madrid, no me perdía un fin de semana en mi pueblo, pero ni uno. Por un tiempo, mi padre, nos llevaba a mi hermana y a mí, viaje que va, viaje que viene. Y luego, con Samar. El autobús de las siete de la tarde de los viernes Madrid-Tomelloso, y, vuelta los lunes bien “tempranico” en el de las seis de la mañana. Iba el autobús repleto de estudiantes y militares, pegándose un buen madrugón para apurar el fin de semana al máximo. Te presentabas en el laboratorio el lunes por la mañana, con las ojeras, el mochilón del fin de semana, y era como llevar un cartel en la frente diciendo “la del pueblo”. Y a mucha honra.

Una vez acabé la carrera, inicié el doctorado. Y con la investigación, comenzaron las “pingotas” por el mundo: unos meses en Francia, unos años en Estados Unidos. Venir los fines de semana, ya no quedaba tan a mano… Pasé unos años maravillosos trabajando en California, aprendí, disfruté, pero me costó perderme cuatro ferias, que las tengo contadas. Y, luego, salió la oportunidad y me volví para Madrid. Y allí sigo ahora, estudiando cómo se comportan los átomos y las moléculas, investigando en el límite donde confluyen la física y la química. Investigar hoy en día es un sinónimo de viajar, una de las mejores cosas que tiene mi trabajo, que, entre visitas a colaboradores y conferencias, me ha permitido ver muchos cachitos de este mundo. Mucho es lo que he aprendido viajando y trabajando, pero cuando me preguntan cuál es mi “alma mater”,… que en latín significa “madre nutricia” (que normalmente se refiere a la universidad donde uno aprende, donde se nutre del conocimiento): para mi, mi alma mater es Tomelloso, sin duda. Porque es aquí donde he aprendido las lecciones más importantes para manejarme en la vida.

El amor por la Ciencia, por la investigación, por la química, yo creo que mucho tiene que ver una colección de libros de Química, “La Química del Vino”, que tenía mi padre en su despacho. Él no se dedicaba a eso, pero tenía la casa repleta de libros, anuarios, enciclopedias… Y la pasión por las matemáticas, herramienta última para entender la física y la química, esa pasión se la debo a Don Luis, allí en la calle “El Campo”. De su mano, mi hermana y yo aprendimos a disfrutar de las matemáticas. Un maestro de verdadera vocación. ¡Y con qué cariño nos trataba! “Las guacharejas”, nos llamaba. Y, lo maravilloso de los pueblos es que la gente sigue encontrándose, preguntándote, “¿y qué tal te va ahora?”, … pues que Don Luis se vino a Madrid el día de la presentación de mi tesis. Recuerdo que el catedrático que ejerció como presidente de mi tribunal de tesis, cuando se lo presenté, dijo: “Qué orgullo debe ser, ver doctorarse a la que ha sido tu alumna de niña”. O María Isabel (la peseta, con perdón), mi profesora de ciencias de los padres, que vino a mi graduación. Eso es nuestro Tomelloso, que los primeros responsables de tu educación, en tu niñez, te acompañan el día que te doctoras. Un orgullo para ellos, y la emoción tuya, de tenerlos allí a tu lado. Porque tendrás veintitantos años, pero con ellos te sigues sintiendo una niña en su pupitre. Son las lecciones de la niñez que me han servido con los años. Como mis tardes de mecanografía en “la Conchi”, en frente de la Glorieta de Lorencete. Allí aprendí a escribir con las máquinas Olivetti, grandes y negras. ¡Había que apretar las teclas con energía! Hoy en día, escribiendo artículos científicos o proyectos en mi ordenador, a veces me lanzo con el mismo ímpetu como si estuviese delante de la Olivetti y más de uno piensa: “¡ahí va la de Tomelloso, tecleando! O como la primera vez que me invitaron a dar una conferencia, que me decía mi director de tesis: – Ten en cuenta que va a costar enfrentarte a hablar en público. Y mira por donde, lo bien que me vinieron los años que estuve haciendo teatro de jovencilla de la mano de Aurora Sahuquillo, en Platea. 25 años lleva Platea, y 25 con con Aurora, a la cabeza, persona incombustible… y arrastrando siempre a Justo, su marido, montando escenarios, soldando escaleras, ¡Si se ha llegado a hacer una barquillera de las de antaño! Pues resultó que la experiencia del teatro también me ha servido en otros ámbitos en la vida: al dar conferencias o al enfrentarme a una clase de ochenta estudiantes universitarios, no había lugar al miedo escénico, porque, ¡más gente había en el teatro!

De hecho, ser de Tomelloso me ha permitido afrontar a muchas situaciones con menos miedos. Por ejemplo, la primera vez que cogí las maletas para irme a vivir unos meses a Burdeos. Hay quien me preguntaba: – Pero, ¿no te da miedo irte tu sola a vivir a otro país? Pero, ¡cómo me va a dar miedo! ¡Si en mi pueblo ya se iban a vendimiar a Francia hace 50 años!. En mi pueblo, hay marmolistas, caldereros, instaladores de maquinaria agrícola e industrial, industrias metálicas, gente que con 45 o 50 años, chapurreando cuatro palabras en inglés, se suben en un avión, se plantan en otro país y llevan hasta allí su negocio. Pero si estas gentes de mi pueblo, que muchos no tuvieron oportunidad de estudiar una carrera o de aprender idiomas, van sin miedo por la vida y se plantan en Polonia, Georgia, México, Argelia, y son capaces de sacar adelante sus obras, sus instalaciones,… pues yo no puedo tener miedo. O personas como mi vecino Faustino, agricultor de joven, hostelero de grande, y poeta de afición. Las primeras poesías que recuerdo, las de Faustino. O, mi tía Carmen, que la mujer tampoco tuvo oportunidad de estudiar en sus tiempos, pero ya con los 60 cumplidos se puso a escribir novelas, con valentía y sin reparos. O, igualmente, mi tía, mis padres, y muchos otros del sector textil, hace ya treinta años se iban a Alemania a comprar máquinas de coser. ¿Quién le iba a decir a Isabel, cuando se iba a Alemania, sin entender ni palabra de alemán, que tendría un yerno y dos nietos Austriacos?

Es una de las lecciones que he aprendido de mi madre: procurar que a uno no se le ponga nada por delante, y si se le pone, pillarle vuelta. Me vienen a la memoria los fines de semana pintando pancartas en el taller para pedir un Hospital para Tomelloso, y el domingo de pitada con los coches. Allí, en el “ajo-móvil”, con mi pobre amiga Nuria, las dos dando vueltas con las pancartas. ¡Cómo se pidió en nuestro pueblo, todos a una sola voz, con fuerza, un Hospital! Tengo grabada a mi madre con las compañeras de la plataforma de la mujer diciendo: – ¡Ea, pues con quién hay que hablar, con la ministra, pues llamamos a la ministra, y punto! Esa actitud diligente, expeditiva, resuelta, me la ha transmitido siempre el pueblo. No oirás un “es que esto no se puede hacer”, sino más bien un “a ver cómo lo hacemos”. Definitivamente, hay mucha gente echada para adelante. Y no estoy exagerando, que hagas lo que hagas, vayas donde vayas, ya ha estado antes uno del pueblo.

Y es que, Tomelloso te precede. En el parque natural de Yosemite, en California, me crucé con una española que llevaba casi toda su vida allí, y conversando, comenté que era de Tomelloso, y me respondió con entusiasmo: “Ay, entonces conocerás las historias de Plinio, de García Pavón, yo he estado visitando tu pueblo…”. Lo último que me esperaba es que me hablaran de García Pavón estando delante de la roca del Gran Capitán en Yosemite. Ya no os cuento de las veces que he tenido que explicar que el maravilloso cuadro de la Gran Vía no lo ha pintado un madrileño, no, ¡uno de Tomelloso!. Pero, vamos, más pasmada me quedé en el Yoshi’s de Oakland, un bar, también en California, asistiendo a un concierto de un guitarrista japonés. Estaba allí sentada con un amigo Italiano y se me ocurre decirle: – Ah, pues mira, yo de pequeña daba clases de guitarra. – Ah, ¿sí?, ¿En un conservatorio?. Y le digo,: – No, me las daba un guitarrista, de mi pueblo, Oscar Herrero. Y se me gira, fascinado: – ¿Oscar Herrero, tú lo conoces? Claro, yo no daba crédito y pensé, no hablamos del mismo. Y se me emociona el hombre, y me dice que los mejores manuales de guitarra flamenca son de Oscar Herrero. Y aquí, puntualizo: Oscar Herrero hijo. Que a mí quien me daba las clases, era Oscar padre -hace ya años de los “rasgea’os”-. Vamos, que si algo tengo claro es que no hace falta irse a Benidorm para que, donde pongas el pie, si no ha pisado uno del pueblo ya, es que ha pasado muy cerca.

Torre de Gazate Airén

Porque de esta tierra salen músicos, pintores, escritores, actores, deportistas, científicos … y ¡además, gente polifacética!. Que lo mismo el concejal de festejos, Raúl Zatón, te borda un papel de loco en una obra de teatro, que la alcaldesa, en sus tiempos, se ponía unas botas de fútbol. Porque aquí, donde nos veis, hemos sido compañeras en el equipo de fútbol femenino. No nos pidáis, por favor, que nos pongamos ahora a dar unos toques, porque tampoco éramos las ronaldiñas y de esto hace ya más de 20 años. En aquella época La Mancha ya tenía liguilla femenina, había poquitos equipos, pero había. ¡Que ya es decir!. Porque aunque a algunos les parezca que el movimiento por la igualdad es de ahora, se viene haciendo el cambio desde lejos – y mucho que queda por hacer. Pero, la primera reivindicación activa por la igualdad de género que yo he vivido ha sido, aquí, de muy “chica”. Jugaba mi hermana al fútbol en el patio del colegio, y en aquellos años, que las muchachas jugaran al fútbol., pues se veía “regulero”. Pero, ahí, la Palacios, ni corta ni perezosa, con 14 años que tenía, tira para el patronato a preguntar que si no había fútbol femenino. Estaba Sánchez por aquel entonces, que le dijo, “ea, bueno, si consigues juntar a otras 20 que se apunten contigo.” Que tampoco sabía el hombre, de la cabezonería de los Palacios. Un poema era la cara de los del patronato, cuando se les presentaron 30 chavalas dispuestas a federarse como equipo. Ocho años estuve jugando de defensa – y eso que yo no le había dado antes ni una patada a un balón, pero ahí me apunto mi hermana -. ¡Cómo nos lo pasamos jugando por los pueblos!: Tascón, Pilar Ginel, Aroa, Nuria, Sara, Toti, Salinas, Carmen -la de las telas-, Valva, Elenilla, Dueñas, y Ana, la capi, claro,… y paro, que os canto la alineación, con banquillo y todo. Todos los buenos momentos, y a todas ellas, los llevo en mi corazón… y en un grupo de whasapp “Las Viejas Glorias” se llama.

No sé si todo el mundo se siente así cuando nace y crece en un sitio, viendo lo bueno y lo malo, pero multiplicando lo bueno por mil. No sé cómo será. Pero yo siempre he sentido orgullosa de ser de mi pueblo. Y disfruto hablando de sus bombos, de su cooperativa, del mejor pizzero del mundo, de Ricardo – pionero ganándole un juicio a las SGAE- o trayendo amigos de fuera y señalarles: – Fijáos por las aceras, cada vez que crucéis una “lumbrera”, ahí hay una cueva. Un pueblo casi hueco, levitando entre cuevas, único en el mundo, ¡la belleza que esconde este pueblo bajo sus pies, que no se pierda! Y perdonad que me tome la licencia de recordar la necesidad de preservar los tesoros de nuestro pueblo. Preservar nuestros bombos, nuestras cuevas, y nuestras tradiciones, ¡cuidar de nuestras fiestas!, que hoy nos han traído aquí, la fiestas en honor a nuestra Virgen de las Viñas, Nuestra patrona. Que de nuestra Virgen, qué os voy a decir, con la Hermandad de la Virgen de las Viñas tan de cerca siempre,…

A ver, que yo con este tema, tampoco puedo hablar mucho, que lo que es de ir a misa… no soy. Don Matías estará ahora echándome una miradilla… Pero, respeto y cariño, todo el del mundo. Y, aunque el tema lo tenga un poco dejado de la mano de Dios, valga la expresión, en Romería, ¡cómo no te vas a volver andando con la Virgen! Algún año he conseguido encontrar a Covandonga Cabañas, que es otra retaquillo como yo, para poder echarnos al hombro las andas y traerla un trocito por el camino de pinilla sin que vaya muy ladeada. Si es que no es que sea la virgen, así, en general, es que es Nuestra Virgen de las Viñas, la patrona de mi pueblo. Es una cosa más de piel que de creencias.

Y es que pase el tiempo que pase viviendo fuera, necesito venir a mi pueblo tomar aire. Y eso que ahora cuando venimos, ya venimos cuatro. Que mi marido, aunque sea nacido y criado en Viena, ya es Tomellosero adoptivo. Aunque… ha tenido que acostumbrarse a la idiosincrasia Tomellosera. De hecho, se vino a vivir a España, en un mes de octubre, y claro, al poco, nos vinimos para los Santos, luego unos volvimos en Navidad, en enero para las hogueras, y febrero el Carnaval (a ver qué han preparado los Canuti) y, en la siguiente visita, no sé si pillo un día de la bici o un maratón o algo así, que ya tuvo que preguntar: “Pero, ¿es que aquí siempre tenéis un sarao montado?”. Bueno, lo dijo con otro acento, pero vino a decir eso. Claro, también, cuando uno viene así de vez en cuando, le pillan todas las fiestas. Hay algunas cosas más que todavía le llaman la atención… como cuando me dice: – ¡lo que os gusta a los de tu pueblo pararos a hablar por la calle!. Y, es que a mí, después de una temporadilla en Madrid, que parece va todo el mundo que pierde el metro, pues me luce quedarme cascando un rato con Faustino y con Ana ahí en la Elodia, y me cuenten de cuando se fueron a Madrid a llevar a los chicos y comieron cerca de Tres Cantos. O me luce encontrarme con el Señor Director del Santander – en mi casa, Patriciete, aunque cumpla los 50-. O el gusto que da irse a Felipe a tomar unas gambas, un lomo, un huevo rebozado. O enterarte si Benito ha abierto otra vez el combo, o encontrarme con Alfonso a ver qué tal va el patio, o si se ha abierto otro bar. O irme un sábado a comer al Fogón, y ver a Jose, que era yo muy cría y ya ponía cafés en la terraza de la Alhambra ahí en frente. Porque me luce juntarme con Nuria, con Patricio Mochirres, con Carlos Pataco,…. O porque cuando voy por la calle la Feria, un sábado por la mañana, si no me encuentro a Jesús Serrano, ¡me parece que no he venido al pueblo! Y el gusto que da ver a mi vecina María, vecina de toda la vida, dándole una galleta a mis hijos como me las daba a mí cuando tenía yo la edad de ellos. Que firmaba yo por cumplir tus años, María, como estás. Si es que he dejado alguna semana a mi hijo con la abuela, y de que vuelvo, lo conoce media calle Socuéllamos, porque se lo han repartido entre la tienda, Mari en los juguetes, Pilar, la vecina de al lado, Encarnita, o mi cuña’o se lo ha llevado con mis sobrinas. Pues, claro, como no puede ser de otra manera, todavía, después de tantos años, me sale el “este fin de semana me voy para mi casa”. Porque, pararé por muchos sitios, pero Tomelloso es mi casa-casa.

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Y mejor se siente uno aún si está en su casa y su casa está de fiestas. Porque estar en Tomelloso “da gusto”, pero estar en Tomelloso un 24 de Agosto, ya es redondo. ¡Y hasta han venido mis primos de Ibi!. Siendo de Tomelloso, hay que tener un primo en Ibi, aunque sea un primo tercero. Y, a ver cómo nos organizamos, que no me quiero perder ni la puja, ni el baile del vermut, y habrá que ir a cenarse un pollo, a darse un paseo por los cacharros, o echarse un binguete – el gusto que da arrancar los circulillos de los cartones del bingo, que es como cuando te pones a explotar un “plastiquejo” de esos de las burbujas-. Y con los críos, por supuesto, coches de choque, scalextric, tren de la bruja, y tampoco se puede trasnochar mucho que por la mañana toca fiesta de la espuma, fiesta acuática… Es lo que tiene ya ser madre y tener cierta edad porque, cuando tenía veinte años, con tener controlados los chiringuitos tenía media feria hecha. En días como estos, que se deja más “manga ancha”, alguna vez me he vuelto para mi casa cuando “las hermanas” ya salían a echar el agua en la calle, para refrescar en la puerta de su casa. Que te componías así un poco, que pareciera que habías madrugado y no que volvías de la feria. Abrías la puerta de tu casa despacio, te miraba tu madre, y salías del paso: “ya para las horas que eran, me he dicho, me espero un poco y me vuelvo de día que da menos miedo”. Eso es lo bueno de nuestra feria, un fin de verano por todo lo alto. Y, espero que podamos seguir viviendo cada año nuestra feria, como la conocemos, para poder disfrutarla cada vez de una manera nueva.

Y voy terminando, que pillo carrerilla con los recuerdos de mi tierra, y puedo estar hablando hasta que termine la pólvora. Solamente decir que he procurado abrazaros esta noche con estas palabras, he rebuscado bajo la piel para dirigirme a vosotros. Muchas caras que veo llevo en mi corazón. ¡Que deseo que paséis buena Feria! Vamos a disfrutar de la Feria y Fiestas de Tomelloso del 2018. Buenas noches a todos, y acompañadme para despedirme con un ¡Viva La Virgen de las Viñas!

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