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sábado, 23 noviembre
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Carta a quien (buenamente) corresponda

cruce cementerio

Miren, supongo que me perdonarán que no conozca (de manera fehaciente) la identidad de la persona a la que debo de dirigir mis palabras pero, como espero que sean capaces de percibir tras la lectura de esta carta, el motivo es lo suficientemente bondadoso como para que ese simple detalle no deje en el olvido mi propósito.

Sepan que, llegado un determinado momento en la vida (sic), el tiempo importa relativamente y uno se ocupa (y preocupa) más por el cotidianeidad de la oscuridad y el silencio (junto con el recuerdo de lo que fue).

Con todo, ello no empece para que los asuntos humanos (más diarios) continúen estando presentes en mi mente, como antaño (cuando los pormenores de nuestra ciudad, Tomelloso, eran debatidos continuamente y motivo de las más enconadas batallas).

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Vienen a cuento estas letras por subrayar lo que, a todas luces, es una necesidad de primer orden en nuestra localidad y que, como testigo directo, puedo dar una confirmación fidedigna.

Y es que todos los que visitan el Cementerio Municipal se ven en la complicada tesitura de arriesgar su vida para acompañar, unos momentos (de modo respetuoso y comprometido), a sus muertos (actuando con una bonhomía que hilvana la nostalgia y el dolor del recuerdo por la pérdida de sus familiares y amigos).

Desde aquí, se hace impensable, que el único acceso (a pie) al Cementerio imponga la temeraria tarea de cruzar una carretera comarcal (la que lleva hasta nuestro vecino municipio de Argamasilla de Alba) en una intersección en la que pueden concurrir vehículos de (además de los propios que circulan por los dos sentidos de la marcha) hasta tres salidas distintas.

Un macabro puzzle que, desde luego, hace que las pulsaciones (ya de por sí aceleradas por el pesar y el dolor de visitar a nuestros nuestros) se sitúen en límites más propios de los especialistas en  rodajes de acciones de riesgo.

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En mi corto entender, uno no alcanza a comprender por qué no se habilita una rotonda con un paso elevado (o subterráneo) o, al menos, un semáforo que facilite la acción de traspasar la vía y que evite una maniobra que, especialmente, para las personas mayores y con menores reflejos es de una dificultad extrema.

Y, llegados aquí, espero que me sepan perdonar mi pequeño detalle de humor negro. Pero ninguno de los que por aquí campamos albergamos la más mínima intención de que nuestro terreno se vea compartido por otros vecinos.

Es por todo ello por lo que considero, desde mi privilegiado mirador, que es necesario que las Administraciones competentes (las que fueren, las que ostenten las competencias) adopten las resoluciones oportunas y pertinentes para salvaguardar la integridad de sus administrados, de todos los hombres y mujeres que acuden a visitarnos, con respeto y emoción, en este remanso de quietud y tranquilidad.

Consideren esta carta como una última obligación con alguien que, ya hace mucho tiempo, dejo de pisar las nostálgicamente extrañadas calle de nuestra ciudad.

Un finado de Tomelloso

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