Marta se encontró, repentinamente, un lunar en la espalda. Fue en el espejo de una tienda, mientras tenía la última prueba de su vestido de novia. Cuando lo vio le pareció demasiado grande y oscuro e, inmediatamente, pensó que era un tumor. Entró en un estado de angustia, miedo y ansiedad paralizante, tanto es así que le costaba disfrutar de todos los preparativos de su boda. Al llegar a casa, empezó a buscar información en internet (una fuente documental poco aconsejable para hacer consultas de salud), lo que le hacía ponerse peor por momentos ya que se reconocía en todos los síntomas que leía, sufriendo de forma anticipada (y gratuita) por el que estaba, cada vez más convencida, era un lunar cancerígeno. Para salir de su angustia, pidió opinión a varios familiares suyos, quienes le decían que no lo veían tan mal y que no se preocupara. Esos comentarios le aliviaban por momentos pero, a medio y largo plazo, se convertían en el alimento de sus dudas y sufrimiento ya que pensaba que no se estaban dando cuenta y que ellos no eran médicos. Empezó a obsesionarse con el tema y a hurgarse el lunar, que se irritaba y adquiría peor aspecto, con lo cuál ella confirmaba su sospecha de que aquello era “muy malo”. Entró en un círculo vicioso en el que ni siquiera la opinión de su médico le daba tranquilidad, pensaba que a su doctor se le escapaba algún dato para hacer un diagnóstico acertado. El doctor dijo que era tan solo, un lunar más por el que no había que preocuparse.
Algunas personas se caracterizan por una excesiva preocupación o miedo a sufrir una enfermedad grave. A veces, incluso, están convencidos de sufrirla, aunque la realidad nada tenga que ver con ello, como se muestra en el ejemplo. Se comportan como si estuviesen enfermos, con las emociones que serían propias de esa situación. Buscan y buscan información u opiniones de forma compulsiva para calmar su ansiedad, pero no la encuentran porque entran en un bucle de obsesiones, caracterizada por la angustia y las consecuencias más catastróficas. Son los llamados hipocondríacos.
¿Cuáles son los criterios para el diagnóstico de hipocondría?
- A) La preocupación y miedo a tener o la convicción de padecer una enfermedad grave a partir de la interpretación personal de síntomas somáticos como por ejemplo, la aparición de un lunar, una mancha en la piel, un bulto, presión en alguna zona del cuerpo, etc.
- B) La exploración física no identifica enfermedad alguna que pueda explicar la preocupación del paciente. Aunque el médico confirme que todo está bien, la preocupación persiste ya que el paciente piensa que al médico le ha pasado desapercibido algún síntoma para realizar un buen diagnóstico o que no es especialista en el tema, que las pruebas realizadas son insuficientes, etc. Se suele dar un deterioro de la relación médico-paciente, con insatisfacción, frustración y enfado por ambas partes.
Es posible que pidan una segunda opinión para contrastar e, incluso, que comiencen un “peregrinaje” de médicos (doctor shopping) en el que no encuentran a uno que les de seguridad. Esto hace entender, claramente, que el problema no es médico ni físico, sino psicológico, de obsesión por la enfermedad, ya que no es posible que varios médicos compartan la misma opinión, el mismo diagnóstico y estén equivocados.
Debido a su bagaje hospitalario, con el tiempo reciben un reconocimiento superficial con el consecuente riesgo de que en alguna ocasión se pase por alto algo importante.
- C) La preocupación provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la vida de la persona. Es decir, se deja de disfrutar y de hacer la vida cotidiana, incluso, pueden aparecer problemas en el trabajo por la cantidad de tiempo invertida en ir al médico. Sus relaciones personales y familiares están supeditadas a sus preocupaciones por la enfermedad y pueden deteriorarse (puede ser difícil convivir con ellos).
- D) La duración del trastorno es, de al menos, seis meses. Durante ese tiempo, la persona se encuentra atascada en ese bucle de obsesiones y en el convencimiento de estar enfermo, con el sufrimiento que eso acarrea. Si el problema supera el semestre, hay que buscar ayuda psicológica profesional.
¿Por qué le genera tanta ansiedad y angustia, al hipocondríaco, encontrarse algún síntoma en su cuerpo?
Porque cuando aparecen dichos síntomas, les atribuyen la condición de enfermedad y lo viven como una realidad. No les conceden “el beneficio de la duda” como el resto de personas o, dicho de otra forma, no piensan que puede ser un síntoma benigno, algo natural del organismo. No tienen presente que el cuerpo genera síntomas, constantemente, de forma natural (cambios en la piel, fiebre, ganglios inflamados, dolor, opresión, arritmia, mareos, vértigos, etc.) y que hay que acudir al médico, tranquilamente, para que empiece a valorar y haga un diagnóstico. Una vez hecho, es momento ya de relajarse.