El vínculo de apego tiene que ver con esos primeros lazos emocionales, de amor, ternura y seguridad que se establecen entre el bebé y su cuidador principal (generalmente sus padres) desde el primer momento de vida. El bebé entiende que el cuidador es esencial para su supervivencia porque le cubre todas sus necesidades de alimentación, comodidad, sueño, limpieza, seguridad, amor, ternura, etc. Dicho vínculo será un apoyo seguro a partir del cuál el niño explorará el mundo.
Se leen muchas cosas sobre el apego, es un concepto que está “de moda” y que en Psicología se está retomando con mucha fuerza. El primer autor de relevancia que lo trabajó fue Bowlby, con investigaciones pioneras sobre la Teoría del apego.
Cuando hablamos de apego hablamos de tres tipos de apego; seguro, evitativo o ambivalente. Si seguimos a Ainswort (otro autor de referencia), vemos que define cuatro estilos de apego; 1) seguro, 2) inseguro-evitante, 3) ansioso-ambivalente y 4) negligente.
Hay que tener mucha precaución a la hora de utilizar el término “apego” porque con muchísima frecuencia se desconocen las 3 o 4 submodalidades que conlleva el concepto y no se emplea correctamente. Casi ningún papá o mamá a los que vemos en consulta y nos hablan del concepto de “apego” lo hacen con propiedad, con pleno conocimiento, más vienen tienen un concepto distorsionado debido a lo que leen por ahí. Lógicamente, manejan el concepto desde lo experiencial, no desde lo técnico.
Cuando hablamos de familias normales que desean el nacimiento de sus hijos, se encargan de todas sus necesidades (físicas y emocionales) y de educación, los aman y tienen un gran compromiso con la paternidad, hablamos de un vínculo de apego seguro, con algunas grietas o fracturas. Pero cuidado! Hablamos de cosas totalmente normales, sanas, en ocasiones, por supuesto, que mejorar, reestructurar e incluso recuperar, como por ej. un espacio individual con el papá o mamá cuando hay dos hermanitos y el primero se sintió desplazado por el segundo.
Los trastornos en el apego son cosas muy serias y graves para la personalidad, pero hablamos del tipo de apego 2) inseguro-evitante, 3) ansioso-ambivalente y 4) negligente. Aunque para desarrollar este tipo de vínculo el niño se ha de desarrollar en una familia complicada, con padres emocionalmente inestables, incoherentes, negligentes, alcohólicos, situaciones de violencia de género… en fin, tantas situaciones difíciles e incluso dramáticas que influyen a los hijos y su personalidad a través del vínculo del apego. Y el vínculo será peor y el daño en la personalidad del menor mayor cuanto peores sean las circunstancias paternas y familiares. Si bien es cierto que, auntomáticamente, después de este concepto aparece el de “resiliencia” que es la capacidad individual de superar los traumas.
En la literatura, actualmente se maneja el concepto “apego como un continuo” aunque se podría hacer también la siguiente lectura; por un lado está el apego seguro (con cosas que mejorar en el niño y la familia). Como una categoría. Y después, comienza el continuo de apego dañado, en función de las circunstancias.
Cuidado con lo que se lee! En la literatura se utiliza de forma muy general el concepto “ruptura en el vínculo de apego”, pero hay que encuadrarlo correctamente.
En el último Congreso de psicología infantil y de adolescentes (Octubre de 2014) celebrado en Elche, expusieron un concepto sobre el “apego” revelador. Hasta ahora, siempre se había considerado el apego como algo “cerrado” que se daba en los cuatro primeros años de vida. En el Congreso defendían la idea de que no es algo cerrado, sino por lo contrario abierto, es decir, ese vínculo de apego continua con los propios papás en etapas posteriores (y cada etapa puede ser mejor que la anterior), luego a los amigos en la adolescencia, a la pareja, etc.
Qué es lo interesante de esto? Que si en los primeros años de vida de un niño se ha dado una circunstancia que haya fracturado, en alguna medida, el vínculo de apego con sus papás (por ej. la llegada de un nuevo hermanito) se puede reparar más adelante, sin problema.
Lo que si ocurre a los 4 años, es que la referencia dejan de ser los papás y los cuidadores más cercanos para ser el grupo de los iguales, es decir, la referencia son los niños de su edad. Por así decir, cambia el “punto de mira”.