A los tomelloseros,
a quien considere a María como Madre nuestra,
y especialmente a los enfermos, fallecidos y familiares que hayan sentido estos días el abrazo de nuestra patrona en su corazón.
Madre, esta noche el silencio marca el ritmo del tiempo. Este periodo excepcional, ha querido que me encuentre en la soledad de mi salón, buscando tu mirada en cada rincón. El movimiento, sigilosamente, se ha quedado mudo.
En otra situación sería ese momento que se vive en la antesala de la Romería, donde los días previos, se te cambia el traje para ponerte guapa y así prepararte para celebrar tu día. Pero esta noche eso no ocurrirá, porque tu manto hace semanas que camina por las calles de Tomelloso y su hospital, incluso visitando otros lugares, como los hospitales de Alcázar de San Juan, Manzanares, Albacete, Ciudad Real… Sus telas van dando consuelo y abrigan en esta ocasión el alma de aquellos que más te necesitan.
Me dicen Madre que este año no habrá Romería, y yo les digo que tu presencia está más viva que nunca en todos nosotros, que nos visitas, igual que visitaste a tu prima Isabel, donde llena de gozo del Espíritu Santo, ibas a darle la Buena Nueva. Ahora, en ese peregrinaje, siento cómo vas dejando tus huellas en las habitaciones del hospital, consolando a los enfermos, o acompañando a las familias que han perdido su ser querido; y con tristeza acuden desde la desesperación a tu consuelo. Llevas semanas acariciando ancianos de nuestras residencias y de sus casas, que sienten tu presencia, y aliviando esos dolores del alma, que, a veces, se escapan a lo humano.
Y sí, sí que hay Romería, claro que hay Romería. En cada ráfaga de esperanza que nos llega, y que hace que se vaya iluminando nuestro camino, cuyas huellas nos sostienes en tus brazos; en esa fe que te profesamos, y que desde nuestra pobreza te manifestamos con nuestras plegarias y oraciones; en esas miradas de enfermos que estos días han vuelto a casa y, emocionados, los hemos recibido; en cada dibujo que los niños nos están mandado y nos recrean esos rayos de optimismo e ilusión, que tanta falta nos hacen; porque este virus se ha llevado a muchas personas que llevamos en el corazón, pero ese espíritu de amor hacia ti no hay virus que nos lo pueda robar.
Tal vez el domingo no podamos comer todos juntos esos ágapes tan romeros que siempre hemos preparado, pero estaremos más unidos que nunca, porque estaremos en comunión con Dios, y su gracia prevalecerá para llenar nuestro cuerpo con el gozo de tu presencia.
Aunque esta noche desnuda, si cierro los ojos, oigo el repique de campanas, esas que anuncian el domingo tu partida; son campanas silenciosas, grabadas en el corazón, en ese pedacito de memoria afectiva, para que el día que esta me falta, aun siga escuchándolas en ese mundo aparte. Por eso te prometo que el próximo domingo me arroparé con mis vestimentas romeras, medalla al cuello, y a las cinco de la tarde haré esa parada para entonar el himno, sintiéndome agradecido por sentir tan dentro de mí las señales de tu amor en mi corazón.
¡Viva la Virgen de las Viñas! ¡Y su niñete!
Alejandro Ramírez Soriano
Presidente de la Hermandad Virgen de las Viñas