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sábado, 16 noviembre
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El deporte antideportivo, por Rosana Güiza

El deporte, eso que se practica por salud, para estar en forma, para sentirse bien y, en algunos casos, para ganar dinero. El deporte, eso que yo no practico pero que reconozco que me encantaría tener ganas de hacer. No diré aquí las causas varias por las cuales no hago deporte, -entre otras, la pereza, ese gran y maravilloso pecado capital que me invade cada vez que se me pasa por la cabeza ir al gimnasio- pero si diré que en algunas ocasiones me da vergüenza el deporte y los supuestos valores que lo representan.

El lunes me impactaron varias noticias deportivas que me han llevado a escribir estas líneas. La primera de ellas, que ha dado la vuelta al mundo, es la de un corredor que, a dos kilómetros de terminar un maratón, desfallece, le fallan las piernas, la cabeza, el cuerpo entero y, justo al pasar por el kilómetro 40, cae al suelo. Nadie, absolutamente nadie le ayuda. Pero me indigna más que el público sacara sus móviles y se pusieran a grabarlo mientras él se retorcía en el suelo en lugar de saltar la valla y ayudarle. Se ve una moto de la organización a unos metros que tampoco hace nada y, el siguiente atleta que le rebasa, ni lo mira. Parece ser que si un corredor ayuda a otro, automáticamente queda eliminado. Pues, sinceramente, vaya mierda de deporte y vaya mierda de valores. Qué vergüenza de organización, de público y de atletas. No hace mucho, quizás un par de años, recuerdo la misma imagen también en una carrera, pero con una chica. Ocurrió lo mismo y las reglas no se han cambiado. Entonces me paro a reflexionar en los valores que infunde el deporte pero sobre todo, en el ser humano en sí y me avergüenzo de todo en su conjunto. Vergüenza que se acrecienta cuando, acto seguido, veo como, a raíz de un partido entre el Málaga y el Real Madrid, unos ultras de cada equipo han quedado para pegarse, lo graban y lo suben a las redes. ¿En qué momento se nos ha ido esto de las manos?, ¿quienes son estos descerebrados que se acogen a una moda, por lo visto de los ultras rusos, de hacer esta absurda animalada? Pero claro, cuando creía que el asunto no podía ir a peor, salen imágenes de unas mujeres ultras rusas pataleándose las cabezas, admiradas por hombres que, a su vez las dirigen en la batalla campal. Anonadada me quedo ya que no podía imaginar que la estupidez humana pudiera llegar a este sinsentido. Parece ser que ellas están entrenando para, cuando llegue el Mundial de Fútbol, que se va a celebrar en Rusia, pegar sin piedad a sus ultras rivales que, en este caso son ¡todo el mundo! ¡Cómo están las cabezas!

Sigue siendo lunes y, casi a las dos de la mañana, por culpa de un insomnio fugaz, echo un vistazo a las redes y es cuando llego a Facebook, cuando me reconcilio con el hombre, con el deporte y con el mundo tras ver, en un vídeo casero, las palabras que un árbitro dedica a los jugadores antes de empezar el partido de fútbol  en algún lugar de Murcia. Un partido de alevines con un árbitro ejemplar diciéndoles que han venido a jugar, a divertirse, a disfrutar, que no consiente insultos ni palabrotas ni agresiones, que si alguien se siente mal, se para el juego porque la salud es lo primero y así, un sermón maravilloso que representa los auténticos valores del deporte. Un premio para ese árbitro, por favor, porque gracias a él, quizás mañana, sólo quizás, haga un esfuerzo y vaya a hacer algo al gimnasio.

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