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‘Constitución y democracia laboral: 40 años’, por Jesús Camacho

La Constitución Española (CE) cumple 40 años. Un nuevo tiempo en democracia y libertad que, en breves fechas, será objeto de conmemoración institucional, se organizarán debates y se llevarán a cabo reconocimientos, celebrando una etapa trascendente para la vida social, económica y política de nuestro país, de España.

El legado de la CE se ha venido valorando positivamente, y así debe ser. Un hecho histórico que, para que nadie lo olvide, estuvo jalonado de grandes esfuerzos, sacrificios y renuncias para encontrar una senda sin retorno que impidiera la continuidad de la dictadura. Una consecución colectiva que tuvo, en el mundo del trabajo, en las organizaciones obreras, protagonistas diversos, plurales y masivos, y que a veces parece se le olvida a instituciones y políticos; porque no sólo debe recordarse a los padres constituyentes y el referéndum del 6 de diciembre de 1978.

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La transición fue dura, difícil, compleja, y los sindicatos clandestinos desarrollaron un primordial papel en esta época decisiva. No voy a detenerme en repasar conflictos laborales, huelgas y cárcel de muchos sindicalistas en el bienio 76-77; ni el terrible asesinato perpetrado por la ultraderecha en el despacho laboralista de CCOO en Atocha 55, son conocidos y requieren una dedicación especial. No obstante, sí parece oportuno recordar que los sindicatos de clase comenzamos a construir relaciones laborales hace también cuarenta años, con las primeras elecciones a Comités de Empresa y Delegados de Personal en enero de 1978. Un trabajo organizado para la construcción de la democracia y los derechos de ciudadanía que le resultan consustanciales.

El proceso electoral para elegir a la RLT (Representación Legal de Trabajadores) se puso en marcha ante la exigencia sindical –la de los llamados sindicatos clandestinos que venían desde los años 60 luchando contra la dictadura-. El primer paso se consiguió con la aprobación de la Ley sobre asociación sindical de 1 de abril de 1977, que legalizaba a los sindicatos. El segundo paso con el Real Decreto-ley de junio para poner fin a la sindicación obligatoria a la organización sindical del régimen franquista; y el tercer paso para suprimir instituciones incompatibles con principios democráticos, normas y tratados internacionales.

En ese tercer paso, el Real Decreto 3149/1977, de 6 de diciembre, habilitaba el proceso de elección de RLT, enterrando a los Enlaces y Jurados de Empresa del “vertical”. Un período electoral que se abrió para que, entre mediados de enero y hasta finales de febrero de 1978, se eligieran los órganos representativos de los trabajadores en el seno de la empresa.

Con anterioridad, durante 1977, Comisiones Obreras en todos los ámbitos territoriales y, con especial intensidad en las empresas y centros de trabajo de mayor población laboral, entre ellos en el complejo petroquímico de Puertollano y en algunas de sus empresas auxiliares, se puso en marcha la iniciativa para crear Consejos de Delegados como verdaderos representantes legales de los trabajadores y trabajadoras. Una alternativa que pretendía acelerar la inhabilitación de los “viejos enlaces” del régimen, y contribuir en el empuje para que el camino hacia la democracia no se estancara. La iniciativa contó, también, con el apoyo de sectores de la UGT.

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En el caso de Repsol Petróleo, entonces Enpetrol, se eligieron 48 representantes de los trabajadores, por elección directa, repartidos en tres unidades homogéneas (Producción, Mantenimiento-Proyectos-Construcción, y Relaciones Industriales-Administración), de ellos 40 pertenecían a CCOO y 8 a UGT, que recibieron el reconocimiento de la dirección de la empresa y adquirieron su condición de interlocutores con derechos de representación –una legalidad conquistada para coadyuvar a la llegada de la democracia-. Votaron 1.671 personas.

El proceso electoral de enero de 1978, primer proceso democrático electoral en las empresas, fue un hito fundamental para crear mejores condiciones de vida y trabajo, y para que las relaciones laborales se basaran en un mejor reparto del beneficio obtenido en el proceso productivo, avanzando en la democratización organizativa en las empresas y en la normalización de convenios colectivos. Los resultados electorales en Enpetrol (hoy Repsol Petróleo), Alcudia, Paular, Enfersa, Calatrava, Montoro determinaron una gran victoria de las candidaturas de CCOO.

En el caso de Repsol Petróleo, se eligió un Comité de Empresa de 27 componentes, distribuidos en dos colegios electorales, obteniendo 17 representantes CCOO y otros 10 representantes la UGT. Se iniciaba un tránsito de diálogo, negociación, acuerdos y movilizaciones, que han logrado unas envidiables condiciones salariales, profesionales, sociales -aunque siempre se debe defender lo conseguido y conquistar nuevos y mejores derechos-.

Aquella RLT abordó la negociación del I Convenio Colectivo de Enpetrol con vigencia de 1 de Enero a 31 de Diciembre de 1978, con una compleja representación de los cuatro centros de trabajo existentes (las tres refinerías de Puertollano, Tarragona y Cartagena y Oficinas Centrales de Madrid), que elevaban reivindicaciones con más sentido de centro de trabajo que de consecución de normativa y derechos unitarios. El paso del tiempo y el sentido organizativo de las dos fuerzas sindicales dominantes en la representación global de Repsol Petróleo, CCOO y UGT, dieron pasos para vertebrar acuerdos en una negociación colectiva de avance y de transformación.

Han pasado años y convendría que nadie olvidará los hitos que permitieron las conquistas laborales, en la empresa y en la legislación laboral, porque si no se valoran los impulsos, los obstáculos, los conflictos, las huelgas, parece que todo fue regalado; y nada es así. Procesos que ayudaron a modernizar las relaciones laborales y a contrarrestar el poder empresarial. Movilizaciones que costaron jornadas de huelga; contrariando también a la RLT que perdió por 80 votos en referéndum la celebración de huelga por el convenio de 1981; o sufriendo la amenaza de despido del Comité de Huelga, proferida en pleno conflicto por un avispado responsable de Recursos Humanos, acompañado de un Teniente Coronel de la Guardia Civil, que mandaba las fuerzas de orden pública en aquel episodio.

Los cambios, las mejoras y progresos han tenido una clara disputa en el conflicto de intereses que se da en el mundo del trabajo. Por ello, siempre hay que crear condiciones para conseguir un equilibrio de fuerzas que impida el abuso empresarial, que facilite la negociación y el acuerdo. Siempre hay que conseguir que no se disgregue la fuerza y el empuje de los trabajadores y trabajadoras, que tengan sentido general y coherencia en su apoyo a la RLT, a sus sindicatos, porque la debilidad, la división, mejora las posiciones de la bancada empresarial.

En los complejos tiempos que vivimos no hay derecho a la pereza, porque nada se consigue sin la colaboración y cooperación de la población asalariada, de la población afectada por una negociación o un conflicto. No hay derecho al suicidio colectivo porque alguien se empeñe en demonizar a los sindicatos. No puede haber paz para los malditos que quieren barrer al sindicalismo de clase con contrarreformas y penalización del derecho de huelga y manifestación. No puede haber ni cobijo ni rumbo para el individualismo y la resignación.

La democracia se construye día a día, las relaciones laborales modernas y transformadoras necesitan del apoyo colectivo de los trabajadores y trabajadoras. Las nuevas realidades sociales y laborales sólo se pueden encarar por los sindicatos de clase; quién persiga modelos corporativos o localistas está debilitando, en la empresa y fuera de la empresa, las posiciones de la clase trabajadora.

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