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miércoles, 18 diciembre
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“Detrás de mi obra hay una vida de sacrificio”

“Detrás de mi obra hay una vida de sacrificio”

El calor no da tregua a pesar de la hora. Este verano sobrevenido nos calcina el alma y las ideas, intransigente como tantos. Uno camina —por la acera de la sombra y pegado a la pared— al encuentro de Fermín García Sevilla. Es pintor. Uno de los artistas de Tomelloso con más proyección. Fermín es un tipo grande (en todos los aspectos) y tranquilo. Durante la charla es capaz de transmitir esa tranquilidad, esa paz interior que orna su carácter. Sonriendo, eso sí.

Me recibe en su estudio. Se está fresco, da gusto pasar. Lo recorremos juntos. Las paredes están repletas de pinturas, de todas formas, estilos y técnicas. Ningún cuadro es suyo. Pertenecen a los doscientos de alumnos que pasaron cuando García Sevilla tuvo abierta una escuela de pintura en el estudio, durante 10 años. Algo que ha dejado. Hay dos paisajes, inmensos y bellos, de tonos frescos, que hacen más agradable la estancia. «Este es el desarrollo de un cuadro que hice durante la másterclass  que di en Manzanares a principios de mayo. El otro lo he retomado después de cuatro años, es una temática de otoño que me gusta bastante»

Hay unas banderolas de la ART Revolution, una feria internacional de arte que se celebró el mes de abril en Taipéi, la capital de Taiwán y en la que ha participado Fermín, que se muestra muy contento del resultado. «He tenido la suerte de dar con una persona bastante honrada, que es mi representante. Se han vendido tres obras y quedan allí otras cuantas que están en galerías taiwanesas. Por lo menos el nombre está sonando. Mis cuadros han estado en los anuncios de la feria, en las calles principales, en los establecimientos más importantes o en los autobuses de la capital. Es un certamen importantísimo a nivel mundial».

Lo que quería era dedicarme a la pintura

Si a Fermín García Sevilla le hubiesen dicho  que su rostro y su obra acabarían colgando de banderolas de seda en una de las ciudades más populosas del mundo «no me lo hubiera creído». No obstante, el artista «tenía muy claro desde el principio lo que quería hacer». Cuando era joven, jovencito, a Fermín le pasó lo que al que más y al que menos, que «tú familia tiene un proyecto para ti». Pero las cosas van cambiando, y llega un momento en que «uno tomas sus propias decisiones y yo lo que quería era dedicarme a la pintura». Me cuenta que el acabar como pintor era algo lógico dado el ambiente familiar «mi tío Oscar era un dibujante genial. Y López Torres era íntimo de mi abuelo Pepe y en el casino o el en Bar Alhambra se juntaban con Eladio Cabañero y García Pavón. Antonio López García era amigo de mi padre. El arte ha estado siempre ahí».

Pero curiosamente no vio mucho pintar a López Torres «como era muy aficionado a los pájaros iba mucho a mi casa, que siempre había». Y el futuro pintor hablaba con aquel maestro consagrado «de lo que fuese», hasta que un día le dijo que se quería dedicar a la pintura «y Antonio me dijo: “no sabes donde te metes, hermoso”».  Como nadie escarmienta en cabeza ajena, afortunadamente Fermín no le hizo caso «y a los 19 años hice mi primera exposición colectiva. Fue en 1983, con María Jesús Martínez y Luciano González Casajuana. En la Casa de la Cultura… y desde entonces hasta ahora».

«Muy contento de haber dado el paso de dejar todo y dedicarme al arte». Pero Fermín, le recuerdo, tomó una decisión importantísima, tuvo que cruzar el Rubicón, dejando un importante puesto de trabajo en una entidad financiera para dedicarse a la pintura como forma de vida. «Pero fue fácil, contaba con el apoyo de mi familia… Bueno, sobre todo de mi mujer, que siempre me apoya a muerte».  Y también tenía el apoyo de la galería Sokoa con la que trabajaba desde 1993 «apostó muy fuerte por mí, me dio proyección internacional». Y gracias a esa galería hay obra de García Sevilla, no solo en coleccionistas españoles,  en Holanda, México, Estados Unidos o Túnez «distribuidas gracias a Sokoa». Después han venido más cosas «pero no he tenido problemas.  Podía haber salido todo mal, pero he tenido la suerte de que salga bien».

“Detrás de mi obra hay una vida de sacrificio”

Una obra cada vez más exigente

Todo eso lo intenta respaldar «con una obra cada vez más exigente, con un proceso evolutivo cada vez más concienzudo, procurando no estancarme». Y es que Fermín es y se reconoce paisajista «en el 90 por ciento de mi trabajo está el paisaje».  Asegura que  quien mucho abarca poco aprieta y «a Turner, por ejemplo, lo conoces por el paisaje».  Me confiesa que le gusta tocar el pastel, la acuarela, que el dibujo le apasiona pero que «tengo que dar prioridad a lo que creo que son mis señas de identidad, el paisaje. Nunca he abandonado el dibujo, pero se me conoce por otras cosas. Prefiero concentrarme en lo que más me llama». A pesar de ello y por salir de la rutina «si caes en ella estás muerto», hace apuntes con otras técnicas. «Pero —insiste—  he hecho del paisaje algo muy mío. Siempre estoy evolucionando, nunca ves lo mismo. A pesar de llevar una línea homogénea en mis obras siempre hay una diferencia, busco distintos puntos de vista, distintas luces o encuadres».

El paisaje es un estado del alma

La composición de los cuadros es algo que «me obsesiona mucho, que estén equilibrados, que te digan cosas, que te trasmitan emociones». Como el pintor dice en una publicación que está preparando y de la que no nos dice ni mu «la pintura, y el paisaje en mi caso, es un estado del alma».  Lo que Fermín le llama actualmente «es la captación del aire, de la atmósfera y traspasarlo a un lienzo», claro, que a lo mejor mañana «estoy haciendo abstracción. Porque también me gusta. Es más, me gusta cualquier registro pictórico».

Fermín García Sevilla es capaz de plasmar el calor o el frío en sus pinturas, la atmosfera del lugar o la bruma. El pintor es capaz de transmitir —a juicio de este entrevistador, claro— con un paisaje su estado de ánimo o sus sensaciones. Algo muy difícil en el tipo de realidades que interpreta.  «Cuando pintas un bodegón en el estudio la luz siempre es estable. Pero cuando te encaras con enormidad de la naturaleza y dices “¿ahora qué pongo?”, tienes que escoger lo que llevas al cuadro».  Pero además «hay mucho… no sé como llamarlo, enterado, iluminado, que habla del paisaje como un género menor. En esto de la pintura hay quien habla de cosas muy conceptuales, pero que no tiene ni idea de lo que es pintar un paisaje». Eso lo hace cualquiera, asegura, poner el caballete, coger la paleta y los pinceles «pero pintarlo bien es otra cosa. Pintar el aire, pintar la luz, comprender y aplicar la incidencia que la luz tiene sobre los elementos. Como tú en ese cuadro puedes ver cuatro términos de monte bajo y cada uno tiene su luz, por la distancia a la que estás».  Y que mejor manera que recibir la explicación de un maestro, sobre uno de los cuadros me va contando, grosso modo, como elabora una composición.

Desde el analfabetismo artístico (profano le digo) de quien esto escribe le hacemos llegar a García Sevilla que su obra me parece impresionista. Y sorprendentemente acierto «efectivamente, en los primeros planos pongo materia, me gusta que el cuadro sea limpio». Pero sobre todo, me dice «mucho estudio, de la luz, sobre todo. No trabajo con cosas ilusorias. Huyo de los efectos para que el cuadro se más atractivo, intento ser fiel a la realidad, pero poniendo mi grano de arena».

“Detrás de mi obra hay una vida de sacrificio”

Un estilo propio

Sevilla, le decimos, a la vez que ha ido creciendo en contenido ha ido eliminando cosas superfluas «hay que poner en el cuadro lo que realmente sea necesario».  Insiste en que en la naturaleza es donde mejor se expresa y asegura «que la fotografía solo le sirve como herramienta. No te da color. Generalmente me traigo las cosas trabajadas del natural y la foto me sirve para pulir pequeños detalles».

García Sevilla ha ido evolucionando hasta tener un estilo propio, reconocible, le cuestiono en ese sentido, en si el artista es consciente de que lo ha encontrado. Así, se confiesa ferviente admirador de la pintura del XIX, desde que tenía 15 años «de Sánchez Perrier, de Martín Rico, de Haes». También le encantan los impresionistas «Pissarro, Sisley, Monet…». Ha tenido como referente Sánchez Perrier, un pintor de la escuela Sevillana que incorporaba la figura al paisaje «yo lo hago algunas veces, pero de manera secundaria, Por ahí era por donde quería ir. De ese tipo de pintura he hecho la mía propia, intentando llegar más allá. Si comparamos la pintura del XIX con lo que hago, yo busco más el efecto atmosférico que el virtuosismo».  Por supuesto «me gusta la pintura de López Torres, de Antonio López y de algunos contemporáneos más. Pero todo lo que voy haciendo y viendo lo he focalizado en el paisaje. Sé que se puede sacar más partido y aún no he tocado techo. Intento que se me reconozca por mi estilo». Continuamos un rato hablando de la vigencia del paisaje como representación artística en contra de los que lo consideran menor. Ya se sabe, hay gustos para todo.

Actualmente hay una corriente, nos cuenta «que apoya una forma de pintura determinada y si no la sigues eres un apestado». Fundamentalmente por intereses creados «pero el arte no se puede mezclar con otras cosas ¡Cada uno que haga lo que quiera!». En ese sentido le cuento la dificultad de un profano de comprender el arte y más el actual, como hay pintores  que presumen de no dibujar «el dibujo es esencial, incluso para la abstracción».

“Detrás de mi obra hay una vida de sacrificio”

Trabajar, trabajar y trabajar

Con 19 años empieza a pintar «más o menos en serio». Tuvo otro oficio que le permitía pintar cómodamente una parte del día «pero eso se me queda corto y tomo la decisión de  trabajar solo en la pintura». Empezó con la galería madrileña Toisón, con la que estuvo poco tiempo, hasta que empezó con Sokoa «que es cuando doy el paso definitivo de dedicarme solo al arte. Estamos hablando de 1996». Entre tanto, Fermín había hecho cursos de técnicas y procedimientos pictóricos, había salido «a un montón de sitios a pintar del natural. Mis vacaciones estaban centradas en la pintura, por ejemplo». Sokoa distribuye la obra de Fermín por todo el mundo, él empieza a participar en ferias importantes y a coger nombre. «Cuando Sokoa cerró, porque murieron los dueños, empecé a trabajar con la galería que estoy actualmente, Herraiz».  Desde 1979 hasta ahora «no te puedo contar nada más. En este tiempo lo único que he hecho ha sido trabajar, trabajar y trabajar».

Pero ese lineal camino de rosas debe haber tenido alguna que otra espina durante su recorrido «a todos los niveles. Al principio cuando empiezas nadie te conoce y la venta, que es siempre el caballo de batalla de los pintores, realmente no empieza a darse hasta el 96 o 97 que empiezo a tener una proyección fuerte. Se interesan por tu obra, pero con reparos, eres un pintor emergente y no se sabe lo que va a pasar contigo. Es a partir del 2000, con mi quinta exposición individual en Sokoa, cuando las cosas se fueron asentando, las cotizaciones se estabilizan y los periódicos y la crítica importante te tratan bien». Nos confiesa que «detrás de toda mi obra hay una vida de sacrificio, de viajes, de aprendizaje continuo».

En Tomelloso faltan muchas cosas

Fermín García Sevilla tiene, por supuesto, seguidores en Tomelloso, pero ese seguimiento «no es tan masivo como en otros sitios». Y es que es muy difícil ser profeta en su tierra «pero tampoco tengo mucha queja». No obstante si echa en falta el apoyo institucional «tanto de unos como de otros», no solo para él, para la gran cantidad de pintores que hay en Tomelloso. Por ejemplo «hacer una exposición colectiva importante en un centro de renombre». En Tomelloso  «presumimos de que hay un importante movimiento cultural, pero la cultura está individualizada, no está apoyada, faltan muchas cosas». En ese sentido «siempre he llevado a Tomelloso por bandera. Nunca he ocultado mis orígenes».

En Tomelloso hay mucha gente que se dedica al arte «pocos, desgraciadamente que puedan vivir de él» debido a la influencia de los grandes maestros «Francisco Carretero, Antonio López Torres o Antonio López García». También el tener el Museo López Torres y «ver que estamos artistas que nos hemos proyectado. Pero detrás de eso hay un trabajo ímprobo».

Y es que Fermín no es un pintor al uso, no se prodiga en los actos sociales, ni tiene una pose de artista afectado. Es más bien un tipo dicharachero, que saluda a todo el mundo por la calle. «El pintor tiene que hablar con su obra y olvidarse de historias. Si yo estuviera en sitios concretos posiblemente ahora no estaría en Tomelloso, en mi estudio, seguramente estaba más arriba. Pero mi estilo es otro, sin prisa, pero sin pausa, trabajar, trabajar, y trabajar». Por muy divo que sea un artista «cuando firmamos un cuadro no es nuestro, es del espectador, es el que manda y es para el que trabajamos».

“Detrás de mi obra hay una vida de sacrificio”

Fermín García Sevilla tuvo una época de participación en concursos «gane 100 primeros premios» y lo más importante «me sirvió para estar en contacto con otros pintores y aprender». Es una actividad que ya ha dejado «estoy en otras cosas». Siempre se ha dedicado a la docencia, de una forma u otra «me cojo grupos de gente, me los llevo al campo, se divierten y tú también te enriqueces». En ese sentido, Fermín no para de dar clases magistrales (Másterclass), por toda España «un formato muy atractivo para los alumnos. Ven como se desarrolla un cuadro, desde una mancha primigenia». Y a Fermín le gusta, pude asistir a una en la Escuela de Arte de Tomelloso y se le notaba la pasión «si es que he hecho de la pintura mi forma de vida, como no voy a disfrutar». Porque «el arte es un continuo aprendizaje».

Y hablamos de creación artística, de intimidad, de emociones. Lo hacemos sin ninguna prisa, en un momento determinado el pintor afirma que «al arte, si le quitas el alma, no es arte. Si no le pones corazón todos los cuadros van a ser iguales, como postales». Y es que al arte «hay que sacarle las tripas e ir siempre un poco más adelante». Deduce este entrevistador después de más de una hora hablando con García Sevilla que el artista no se da tregua, no se relaja.

La próxima exposición será en Altea, en una sala enorme de un importante hotel de El Albir, en Alicante. En el aire, nos cuenta, tiene un montón de proyectos, en agosto participa en una colectiva en Ibiza y salvo la de Alicante, no tiene ninguna exposición individual a corto plazo «no me quiero, de momento, embarcar en nada». También tiene en proyecto ir a dar una serie de conferencias y clases a Buenos Aires. Y, por supuesto, las másterclass, que hasta octubre no para «Marbella, Lago de Sanabria, Motril e Ibiza». Tampoco deja nunca de viaja y pintar «cuando vaya a Ibiza me quedare allí unos días pintando».

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