Hay veces en que los padres conviven con niños que tienen conductas disfuncionales como tirar, romper cosas o insultar y piden ayuda al psicólogo para corregir esos comportamientos. El ejercicio diario de la paternidad, requiere su abordaje, mientras el profesional dotará a los padres de las nociones necesarias sobre la arquitectura del cerebro, el desarrollo evolutivo y los límites que han de imponer. El modelo de trabajo será el cognitivo-conductual.
Es muy importante, conocer la historia de la familia para entender por qué un niño de 6 años o más lleva a cabo estas conductas y no ha interiorizado ya los límites de no realizarlas. Es frecuente encontrar falta de habilidad en los padres bien por no saber cómo hacerlo, bien por atravesar periodos estresantes como un cambio de ciudad, país, dificultades profesionales o personales, etc. que han entorpecido la educación, como digo, no por falta de voluntad, sino por falta de habilidad o por circunstancias.
Es, también, fundamental, conocer la dinámica actual de la familia, qué hace el niño y cómo responden cada uno de sus padres (y hermanos si los hay), qué piensan al respecto y cómo se sienten. Es posible, localizar actitudes diferentes entre los padres y, en ese caso, el primer ejercicio que realizará el psicólogo es ponerlos en sintonía para que actúen de igual manera, alineados, con coherencia.
Es muy importante realizar un trabajo con los padres, escucharles, aclarar dudas, paliar miedos y ajustar creencias del tipo -si pongo límites a mi hijo se va a enfadar mucho y no voy a saber qué hacer o –si le pongo límites se va a traumatizar. Hay que dotarles de pautas para que sepan qué hacer para prevenir estos comportamientos disfuncionales y para que sepan qué hacer y qué no hacer si aparecen y, qué hacer después de que ocurran. Recordemos una idea fundamental de la neurociencia; el cerebro de los hijos está moldeado en gran parte por las experiencias que ofrecen los padres, así, el cerebro de los niños cambia en gran medida en función de la actitud de los padres.
Un punto muy importante en el trabajo con los papás es reforzar todo lo que hacen bien, sus puntos fuertes y capacidades. Con frecuencia vemos que su autoestima como padres está un poco baja. No, los papás, hacen muchas cosas bien y, ahora, deben mejorar una serie de habilidades concretas.
Cuando los papás se sientan preparados, deben explicar a sus hijos la decisión de que los comportamientos de tirar, romper cosas o insultar deben desaparecer. Hacerles entender que son sus padres y que, desde su responsabilidad, deben darles una educación en este sentido. En el ejercicio, siempre abierto e infinito de paternidad, los padres aprenden, mejoran y se auto superan. También hay que explicarles su decisión de consultar al psicólogo en busca de asesoramiento y el papel que tendrá en la familia el profesional.
A veces, nos encontramos con que algunos papás consideran esta conversación con sus hijos un punto de flaqueza, pero no es así, en realidad es un auténtico ejemplo que les servirá para toda su vida, ya que muchas veces llevarán una dirección equivocada y reconocer que no es la adecuada y que hay que buscar ayuda (a veces profesional) siempre los llevará a buen puerto.
¿Qué hacer antes, durante y después de las conductas disfuncionales de tirar, romper cosas o insultar?
Antes de que se den, hay que comunicar al niño que no conseguirá su objetivo (lo que está pidiendo en ese momento) si lleva a cabo alguno de estos comportamientos. Por ejemplo, si pide chucherías y al obtener una negativa tira, rompe algo o insulta hay que frustrar inmediatamente la acción y explicarle que no las conseguirá por ese medio. Los papás deben mantener la calma, ser firmes y mantenerse en su mensaje. Si el niño ve que sus padres están de acuerdo, alineados y percibe firmeza en ellos, cada vez lo asumirá antes y aumentarán las probabilidades de que desaparezca la conducta disfuncional.
Además ha de reparar lo antes posible su error recogiendo lo que ha tirado o pidiendo perdón si ha insultado. Si ha roto algo, debe repararlo y si no es posible, ha de desembolsar dinero de su hucha (en caso de niños más mayores) para comprar otro o destinar dinero que iría a actividades de su tiempo de ocio como ir al cine, comprar chuches, etc.
Por norma general, las consecuencias a los hechos de un niño, deben ser proporcionales a su edad, su capacidad de comprensión y su carácter. El denominador común a cualquier edad es que el niño debe tener muy claras las consecuencias que tendrá si excede los límites.
Por parte del psicólogo, debe trabajar directamente con el niño para dotarle de estrategias de control de las emociones y contención, como la respiración. Es muy importante, también, trabajar los motivos por los que merece la pena cambiar, es decir, dejar de tener los comportamientos de tirar, romper cosas o insultar. Conviene hacer una lista con los motivos para cambiar, entre otros, sentirse mejor, tener mejor relación con papá o mamá, negociar, etc.
El niño debe hacerse la reflexión ¿por qué me interesa más hacer las cosas de otra manera diferente a cómo las hago? En este punto será fundamental entrenarle en el diálogo y habilidades sociales.
Si se da la situación, como decía unas líneas más arriba, el niño debe tener muy claras las consecuencias que tendrá si excede los límites. Si se da por su parte la mala conducta, los papás tendrán que comunicarlas con la mayor calma posible por lo que deberán auto gestionar sus propias emociones y relajarse. Es muy importante que tengan en cuenta que en esos momentos lo que más necesitan sus hijos son unos papás con las ideas claras, muy seguros y tranquilos. Entonces, recordarán con firmeza, que no van a permitir situaciones así, que como ya saben así lo han decidido desde su responsabilidad como padres en su ejercicio de la educación. Hay que repetir siempre el mismo mensaje hasta que lo entiendan y, sobre todo, comprueben que los papás se mantienen firme en el.
Las situaciones de “descontrol” por parte de los hijos, se “combaten” con control por parte de los padres. Los padres deben representar pilares firmes y tener las ideas claras. Eso, le irá haciendo entender al niño que ante una situación de descontrol sus padres le van a sugerir estabilidad. Y así, las explosiones se irán, progresivamente, reduciendo.
Después de la situación es bueno que haya comunicación, hablar con los hijos. Preguntarle por qué lo ha hecho. Escuchar e intentar localizar cuales fueron sus motivaciones para llevar a cabo la conducta. En muchas ocasiones, será únicamente el hecho de intentar conseguir algo (beneficio secundario), pero en otras, puede haberse sentido con ansiedad o angustia y entonces hay que darle la oportunidad de soltar lo que lleva dentro y contenerle si es necesario, darle un abrazo y aportarle seguridad. Con independencia de ello, hay que volver subrayar la idea de que papá o mamá no pueden consentir que tire, rompa cosas o insulte porque no es bueno para si.
Los padres pueden hablar de sus propios sentimientos y darle un mensaje parecido a este –Hijo o hija, siento mucho esta situación, aunque debo ser consecuente con las consecuencias. Entiendo tus emociones y que no te guste, a mi tampoco, pero soy tu padre o tu madre y debo educarte para que no vuelvas a tener estos comportamientos negativos. Sabías cuáles eran las consecuencias y hay que llevarlas a cabo.
Los papás deben tener en cuenta si el niño está cansado o se encuentra mal, esto le hará estar más irritable, por lo que hay que hacer lo posible para evitar llegar a situaciones desagradables, ser inteligentes y evitarlas o prevenir.
Para finalizar, una última idea, quizás la más importante; hay que reforzar al máximo cualquier iniciativa que tengan los niños para auto regularse, tener un buen comportamiento y dialogar con los padres en caso de desacuerdo. Este es el objetivo final.