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domingo, 22 diciembre
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Los ataques de pánico

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¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es una emoción natural en el ser humano, como lo son también el miedo, la sorpresa, la alegría o la ira, por poner algunos ejemplos. Es una reacción normal ante ciertas circunstancias que pueden representar un potencial peligro como un frenazo brusco, ver que un niño sale repentinamente a la carretera detrás de un balón, estar en una habitación donde huele mucho a butano, darse un quemazo o un calambrazo, etc. En estos casos, se activa el sistema de supervivencia para protegernos. La ansiedad es la “señal” que lo pone en marcha.

La ansiedad, en si misma, no es mala, sin embargo se vuelve un problema cuando llega a niveles muy elevados y no sabemos cómo manejarla. Se dispara y escapa al control.

Existen diversos grados de ansiedad que van desde un estrés moderado, hasta lo que se conoce como ataques de pánico o ataques de ansiedad, donde la persona que los sufre llega a vivir episodios de angustia muy intensos.

 ¿Qué es un Ataque de Pánico?

Cuando nuestro cerebro percibe un peligro, automáticamente dispara una respuesta de alarma que puede ser de dos tipos antagonistas; la “lucha” o la “huída”. Veamoslas con un ejemplo; imaginemos que estamos en la calle y vemos que una persona se acerca con una navaja. La respuesta de “lucha” se correspondería con quedarse y enfrentarse con el presunto agresor, mientras salir corriendo para ponerse a salvo sería, cláramente, la respuesta de “huída”.

La emoción de ansiedad activa la señal de alarma y comienzan a activarse una serie de reacciones fisiológicas; las pupilas se dilatan, la respiración se agita, el corazón comienza a trabajar a una velocidad por encima de lo habitual, hay un aumento en la presión arterial para llevar más sangre a los músculos, principalmente a las piernas para salir corriendo si es necesario, se intensifica el metabolismo celular, se liberan rápidamente hormonas como la adrenalina, hay un incremento de glucosa en la sangre, un aumento en la coagulación sanguínea e incluso un aumento en la actividad mental y la concentración. El sistema inmunológico se detiene, así como todas las funciones no esenciales en el cuerpo, para prepararlo para lo que venga: la “huida” o la “lucha”.

En algunas personas esta alarma se activa sin ninguna razón ni causa aparente. El cerebro, por alguna razón comete un error, cree que existe un peligro (aunque no es así) y pone en marcha las reacciones fisiológicas arriba descritas. Cuando esto sucede, la persona las percibe, se asusta, cree que algo grave le está pasando y, al no haber un motivo ni explicación a estos síntomas, lo natural es asustarse y pensar que está sucediendo algo grave.  A partir de aquí puede darse un ataque de pánico o ataque de ansiedad. Llegan a la mente imágenes catastróficas y la persona percibe una confirmación de que sus síntomas iniciales eran de hecho indicadores de un peligro serio ya que entienden y creen que su salud está en juego y de que algo grave les va a ocurrir. A veces, pueden incluso pensar que van a morir.  Una sensación de peligro extremo invade, nuevamente, a la persona, con lo cual el sistema de alarma vuelve a reaccionar desencadenando otra vez la respuesta de miedo, la persona piensa que su salud está en un grave peligro… volviéndose así un círculo vicioso que paraliza a la persona.

El siguiente esquema muestra paso a paso el desenvolvimiento de un ataque de pánico, y cómo es que se convierte en un círculo vicioso:

  1. Algo detona el sistema de alarma en nuestro cerebro. Puede ser un factor externo o interno. Generalmente no somos conscientes de este detonador, y no nos percatamos de todo lo que está sucediendo en nuestro organismo sino hasta el punto 3.
  2. Al detonarse el sistema de alarma, comienzan a darse los cambios físicos en nuestro cuerpo, preparándose para “huir” o “luchar”. Estos cambios son el aumento de adrenalina, aumento en la frecuencia cardiaca, aumento de la temperatura corporal, la sangre se va a los músculos de brazos y piernas lo que puede causar una sensación de hormigueo, etc. Recordemos que hasta este punto, todo está sucediendo de manera automática.
  3. En este punto es donde percibimos por primera vez algo raro en nosotros. Comenzamos a darnos cuenta de que el corazón late más rápido, sudamos, hay cierto nerviosismo, y estas sensaciones hacen que pongamos toda nuestra atención a lo que nos está pasando y lo que estamos sintiendo. Ponemos toda nuestra atención en el miedo, en las sensaciones del cuerpo y entonces es cuando pasamos al punto 4.
  4. Al percibir todo esto, comenzamos a interpretarlo. El problema es que lo interpretamos con pensamientos catastróficos como “me está dando un infarto”, “me voy a morir”, “me voy a desmayar”, “nadie me va a ayudar”, “este es el fin”, etc. Al tener este tipo de pensamientos, es prácticamente inevitable que se de el paso 5.
  5. Llega el pánico. Antes, cuando se disparó la alarma, el organismo se preparó ante una supuesta amenaza, y si, existe un cierto grado de miedo que es normal y necesario para la “lucha”. Pero en este punto ya entramos a lo que es el pánico, donde ya perdemos el control de nosotros mismos, de nuestras decisiones y comportamiento. Este pánico se convierte entonces en un nuevo detonador, por lo que aumentan las palpitaciones, aumenta la sudoración, aumenta el hormigueo, probablemente aparecen incluso otras sensaciones físicas como mareo o debilidad en las piernas. Nos percatamos de esto y confirmamos nuestros pensamientos catastróficos, con lo que aumenta el pánico y así se convierte en un círculo vicioso en el que el mismo miedo es el que genera más miedo.

Lo más importante es tener en cuenta que, aunque no se sabe exactamente cual fue el detonador inicial que desencadenó la respuesta, lo cierto es que el peligro que nuestro cerebro está “percibiendo” no es real. Es decir no existe realmente una amenaza ahí afuera, y en realidad estamos a salvo, aunque hay que reconocer que es muy desagradable. Es muy importante estar consciente de lo que nos está pasando, para que cuando se presente, podamos estar tranquilos de que no nos está dando un infarto, sino saber que solamente es un ataque de ansiedad y dejar que pase.

Algunos consejos para manejar un ataque de pánico:

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  • Hacer una respiración lenta y profunda, sostener el aire por 5 segundos y sacarlo lentamente. Luego hacer unas cuantas respiraciones normales y repetir la respiración profunda.
  • Estar consciente de que es una reacción de ansiedad y decirse cosas tranquilizantes como “está bien, ya me ha pasado antes y lo he superado”, “ya va a pasar”, “es sólo mi cuerpo sintiendo ansiedad, pero no pasa nada”.
  • Recordar que aunque la sensación puede ser muy inquietante y molesta, en realidad no está pasando nada grave y va a desaparecer pronto.
  • Buscar distraerse para no alimentar los pensamientos catastróficos. Intentar hablar con alguien, recordar un número telefónico, hacer operaciones matemáticas en la mente, etc.
  • Se recomienda no luchar contra el pánico, ya que esto lo fomenta. Es mejor dejarse llevar, observarlo, simplemente dejar que pase.
  • Buscar un lugar en donde se esté cómodo mientras paran las sensaciones desagradables. Tal vez sentándose en algún lado o recargándose en la pared.
Alicia Pérez - Psicóloga en español en Toulouse
Alicia Pérez - Psicóloga en español en Toulousehttps://aliciaperezpsicologia.com/
Alicia Pérez, Psicóloga y Master en Terapia de pareja y sexualidad, con consulta de psicología en español en Toulouse
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