En diferentes momentos de la convivencia con los demás, dentro de los principales ámbitos de la vida como son el personal, laboral, de amistad, familiar, de pareja, etc. se pueden dar roces, problemas o situaciones donde queremos decir no o poner límites. A veces cuesta hacerlo, no se encuentran las palabras. Hay que tener las ideas claras sobre nuestros derechos personales, ordenar los sentimientos y encontrar las palabras acertadas para expresarse. Eso es la asertividad.
A continuación, se exponen algunos de esos derechos asertivos, de los cuales a veces, se duda.
- Derecho a ser tu propio juez; Tienes derecho a tener tus propias opiniones, creencias y forma de hacer las cosas. También a aceptar tus sentimientos y conducta como válidos, si así te lo parecen, aunque otros no estén de acuerdo. Ejercer este derecho supone ponerse de acuerdo con uno mismo, en sintonía con la escala de valores personal y actuar en consecuencia.
- Derecho a elegir si nos hacemos o no responsables de los problemas de los demás; Podemos elegir sentirnos responsables sólo de nuestros problemas, no de los de los demás. Por ejemplo, si un compañero nos agobia contándonos sus dificultades, se le podría orientar a buscar ayuda profesional. Este sería el límite, hasta dónde queremos o podemos llegar.
A veces, escuchamos a los demás en sus problemas (sin apetecernos demasiado) o los asumimos porque pensamos que decir no y poner el límite puede ofender o herir. Es más sano reflexionar sobre lo qué uno quiere, anteponer los intereses personales y expresar los sentimientos, a veces para decir – No puedo, no estoy en condiciones de ayudarte o creo que no tengo capacidad para hacerlo bien y considero que un profesional lo hará mejor.
- Derecho a elegir si queremos o no dar explicaciones; No tienes por qué sentirte obligado siempre a dar explicaciones sobre tus pensamientos o comportamientos, ni intentar convencer de que tienes razón. No, si no te apetece.
Puedes tomarte un tiempo para relajarte, ordenar tus emociones y elegir el momento donde exponer tus argumentos u opinión.
- Derecho a cambiar de opinión: Cambiar de opinión es algo saludable y normal. Y, nada tiene que ver con ser una persona insegura. Las cosas van cambiando y uno se coloca en diferentes ópticas para valorar una situación, es una actitud madura e inteligente.
Algunas creencias irracionales que nos impiden ejercer este derecho son: – Si cambias de opinión debes reconocer que estabas en un error y justificarte, – Si te vuelves atrás y rectificas puedes parecer una persona irresponsable.
- Derecho a cometer errores; Si somos muy autoexigentes con nosotros mismos, pensaremos que no debemos cometer errores, lo que es imposible puesto que todos nos equivocamos a veces. Al hacerlo, sentiremos que es tremendo, nos sentiremos muy frustrados y representará un “golpe” para la autoestima.
¡Ah! Y recuerda poner la culpa “a raya”. Es muy fácil que te invada en estos momentos.
Las personas que se dan poco margen para errar son fácilmente manipulables. Se sienten muy abrumados (llenos de angustia y ansiedad) cuando alguien les comenta un error o fallo, más si viene acompañado de una crítica y reprimenda. Entonces, adoptarán una postura muy sumisa, pidiendo perdón casi compulsivamente, justificándose al máximo, olvidándose por completo que tienen derecho a cometer un error y haciendo lo posible por repararlo o compensarlo. O bien, intentando negarlo u ocultarlo.
En cambio, la asertividad implica reconocer el error desde la tranquilidad, verlo como algo que forma parte de la vida, perdonarse a uno mismo, pedir las disculpas correspondientes y hacer lo posible por rectificarlo. Encajarlo, pasar página y seguir adelante.
- Derecho a decir “no lo sé”; Consiste en responder con naturalidad que no sabemos algo, incluso cuando todo apunta a que deberíamos saberlo. Una respuesta asertiva podría ser – En estos momentos lo desconozco, pero buscaré la información y te lo diré lo antes posible.
- Derecho a no necesitar la aprobación de los demás; Todos queremos gustar a los demás, pero es imposible agradar a todos. Hay que aceptar, con naturalidad, que no es factible. Buscar la aprobación y aceptación de todos los que nos rodean puede ser muy angustioso y genera dependencia. Además, se corre el riesgo de dejar de ser uno mismo, eclipsando la personalidad. Un pequeño termómetro para evaluar tu necesidad de aprobación de los demás son las emociones que sientes cuando alguien te muestra su desacuerdo o rechazo. Si son exageradas y desmedidas ¡toma nota de ello! algo no va bien… Es momento para reflexionar sobre ello y liberarte de esta dependencia.
- Derecho a tomar decisiones ajenas a la lógica; A menudo, nuestras opiniones y sentimientos son ambiguos, cambian, pueden estar entremezclados o confusos, queremos cosas diferentes ante una misma situación, etc. Nada es blanco o negro. Por tanto, a veces, podemos tomar decisiones desde la intuición y no desde los razonamientos literales.
- Derecho a no “leer” el pensamiento a los demás; No tenemos por qué adivinar las expectativas de las personas con quienes convivimos. En ocasiones, podemos hacerlo, pero es responsabilidad de cada uno expresar los pensamientos y sentimientos propios.
- Derecho a no perseguir la perfección; Si localizamos un punto personal a mejorar o alguien nos lo apunta, como por ej. perfeccionar el inglés, estamos en nuestro derecho de hacerlo o no. Cada uno debe marcarse unas metas y objetivos en función de su momento personal y motivaciones.
Por otro lado, perseguir el perfeccionismo nos puede llegar al bloqueo. Recuerda “lo mejor es enemigo de lo bueno”.
Desde este espacio le animamos a ejercer los derechos asertivos, son el vehículo para la tranquilidad y satisfacción personal.