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martes, 5 noviembre
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XVII Premio de Poesía “Eladio Cabañero”

JURADO

PRESIDENTA

Dña. Mª DOLORES CORONADO GONZÁLEZ

Concejala de Cultura del Ayuntamiento de Tomelloso

VOCALES

D. JESÚS GARCÍA LORENZO (Urceloy)

Poeta

D. JOSÉ ESTEBAN GONZALO

Poeta

Dª. GUADALUPE GRANDE AGUIRRE

Poeta

D. LUIS ALBERTO DE CUENCA PRADO

Poeta

SECRETARIA

Dña. VICTORIA BOLÓS MONTERO

Jefe del Departamento de Servicios Culturales del Ayuntamiento de Tomelloso

Bogas Bus

Examinados los trabajos presentados, el Jurado por UNANIMIDAD, acuerda conceder el

XVII PREMIO DE POESÍA»Eladio Cabañero»,

dotado con 4.500 Euros, Edición de la Obra y Diploma a:

D. ANTONIO MARIO BENAVIDES GONZÁLEZ

de Villaverde de Sandoval (León)

por su obra titulada :

«GRAN SUR»

 

Gran Sur (Fragmento)

Buenos días Princesa

Buenos días princesa.

En qué armario se quejan tus zapatos desgastados.

En qué sueño tu calle

muere hacia la proa de los buques.

En qué baile se rompe tu vestido.

Qué aguja de madre ciega

cose en blanco tus costuras. Qué padre

apura en copas tus preguntas.

Que trenes bajo las piernas

te extravían tus apuntes, te rompen las uñas, el bolso,

abandonado a la noche como una meada en el andén.

 

Buenos días princesa.

Eleva el día sus paredes

de ladrillo cae la luz sobre las calles.

Cantan –como si manara el río

en el hueco de sus alas,

pincelada de sombra- estos pájaros

que dispara la mañana

contra el cielorraso de tu dormitorio,

que llegaron cosidos a la ropa de tus padres

en el baúl que se perdió en el humo de las estaciones.

 

Buenos días princesa.

Cantan como si mañana

fuera posible, como si anidaran

de colores las bombillas de una fiesta, cantan

sometido el bosque de árbol en farola,

de cornisa en papelera,

en la boca de los garajes,

en la copa de los semáforos,

en la esquina-orín de los borrachos, cantan

y olvidan

la lengua de los muertos que pensaron tu nombre.

 

Seis de la mañana

Se delatan las puertas por el golpe

y el giro de llaves en todo el edificio,

como una clausura provisional de entrañas calientes

y camas arrugadas.

 

Un duermevela de ascensores

lucha con los vendajes del sueño.

El día talla escaleras con furia de cadáver congelado.

La mano desnuda toca las barandillas

como un pájaro alcanzado por la muerte. En cada aguja del aire

hay una queja borrosa de figuras embozadas en lana, café y ensoñaciones

que fatigan la mirada como faros en la niebla.

El paso de los caminantes

mide la superficie de la tierra en campos de fútbol,

en bloques de viviendas, en muros de hospital,

en patios de colegio dormidos como aparcamientos

y he vuelto a ver el viejo esqueleto a pedales,

reflejo vacilante del pasado, por las calles del presente,

trazando las distancias en la tensión del pecho y el músculo

traspasados por el alba.

 

Castrado el coraje en el arco de la zancada,

huyen unos de otros en todas direcciones.

La sombra del buitre les tasa la espalda.

 

En el centro queda huérfano el niño que fueron,

sospechoso como el inocente que ignora las amenazas,

con la herida fresca en la punta de los labios:

¿De quién era el tiempo de mis padres?

¿A quién pertenece el tiempo que me queda?

Toño Benavides

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