Los vemos en las estaciones de autobuses, de tren, de metro, e incluso en los aeropuertos. En otros tiempos vagaban de un lugar a otro, con una periodicidad casi exacta, donde el ritmo natural del clima marcaba su devenir. Otros en cambio, emigraban huyendo de las guerras provocadas por la invasión de aquellos a los que su lugar se quedaba pequeño, y con su desplazamiento masivo eran capaces de derribar imperios.
Las guerras, en su mayoría, fueron provocadas por la necesidad de supervivencia de unos y otros pueblos, y para ello anexionaban territorios, pero al apropiarse de ellos condenaban a otros al exilio. La historia de la humanidad es un devenir constante producto de su propia evolución. Los primeros homínidos que salieron de África tardaron un instante, en la cronología terrestre, en colonizar todo el planeta.
A pesar de todo ello, los sociólogos aseguran que el ser humano es sedentario por naturaleza. Es más evidente en el hombre moderno, ese que ha llegado al corazón mismo de la sociedad de consumo, el que de un plumazo, en una sola generación ha aumentado sus posesiones hasta casi el infinito: La casa, el coche, los electrodomésticos, los libros, la colección de discos, y un larguísimo etcétera.
El nómada moderno no difiere en esencia de aquellos de tiempos lejanos. Su nomadismo, en muchos casos, es de corto recorrido y, se limita a recorrer diariamente los kilómetros que separan el lugar de trabajo del lugar de residencia. En las grandes urbes, la inmensa mayoría de la población, deambula a diario en las subterráneas tuberías del Metro, en las grandes avenidas de las ciudades y en las vías de conducción de cualquier tipo de transporte humano.
Están también aquellos que han tenido que dejar su lugar de nacimiento, sus raíces, y en la mayoría de los casos su familia y seres queridos. Huyendo de guerras auténticas, o tal vez huyendo del hambre, la desesperanza o la persecución. Esos nómadas que hoy llamamos inmigrantes y a los que gran parte de la población teme, por la ancestral fobia del ser humano a lo desconocido. Nuestro país sabe mucho de ello, llevamos más de 500 años desplazándonos a otras tierras en busca de “el Dorado”, y en estos momentos cerca de un millón de ciudadanos españoles vive fuera de nuestras fronteras. Esta es una realidad que seguirá aumentando en los próximos años, aunque los sociólogos reconocen que son incapaces de predecir lo que ocurrirá a medio plazo.
Por último, están todos aquellos que buscan su sitio en el mundo. Es para éstos un exilio permanente, en muchos casos es un exilio interior; incapaces de dejar su mundo físico, deambulan por universos del alma, o del intelecto, en busca de ese paraíso perdido, cuando aquellos primeros homínidos dejaron las llanuras africanas.
Nómadas que buscan los ángulos de la tranquilidad
En las nieblas del norte, en los tumultos civilizados,
Entre los clarososcuros y la monotonía
de los días, que pasan.
(Nómadas –Franco Batiatto)