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lunes, 23 diciembre
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Francesco. Andar, edificar, confesar, por Inés M. Losa Lara

Como muchas veces, me pongo a escribir sobre cosas que me vienen grandes, pero es lo que tiene contar lo que una siente. Llevo desde ayer, a eso de las siete, emocionada: ¡un Papa nuevo! ¡Y un Papa que reza en castellano! Y por todo lo que vamos sabiendo y viendo en estas horas, esperamos un gran Pontificado. Pontificado que sería imposible entender sin sus precedesores, es lo que más me gusta de la Iglesia, que somos meros instrumentos, mediocres mediadores al fin y al cabo, servidores siempre, como ya hemos escuchado del propio Bergoglio «¡cuánto más grande seas, más humilde tienes que ser». El importante sólo es Dios. Qué bien resumido en esta foto:

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La inmediatez de la información en los tiempos del twitter y otros tantos, choca profundamente con esa chimenea a la que estuvimos pegados algo más de un día. Me encantó. Creo que hay rituales que nunca deben cambiarse pues gozan de solemnidad. Y así debe ser. Incluso que mediara más de una hora entre la fumata y ese balcón anunciador, me hizo caer en la cuenta de que la velocidad desproporcionada, a veces, de este mundo, se puede parar, ¡Gracias a Dios! se puede parar.

Sin conocerle de nada, este hombre irradia cercanía y frescura en la mirada. Nos han dicho, quienes sí le conocen, que le precede la humildad y un estilo de vida sencillo. Que siente predilección por los más sencillos y humildes. Muchos, al escuchar “jesuita” y “argentino”, tuvimos suficiente para saber que, nuevamente, el Espíritu sopla con fuerza en la Iglesia. Por cierto y sin venir a cuento, qué curioso que de la orden que profesa un cuarto voto, el de obediencia al Papa, nunca haya salido un Papa, hasta hoy.

Hoy la curiosidad y una tarde algo más desahogada que otras veces, me ha llevado a buscarle en la red, en youtube incluso, y sorpresa (¡o no!) ¡He encontrado algunas homilías suyas! y sólo puedo decir que el Espíritu no podía haberles soplado mejor a los Cardenales:

Con motivo del 80 aniversario de la Acción Católica

(…) El hombre y la mujer que quiere vivir su Bautismo tiene que ir a las periferias, periferias geográficas, periferias culturales, periferias existenciales, tiene que ir con esa propuesta evangélica ¿Cómo hacer eso de estar en la vida interior con Jesús, amándolo y estar allá, con aquellos que quizá no nos entienden, o no nos comprenden, o nos odian? Esa es la tensión del cristiano… Sin la sabiduría espiritual de la tensión no se vive bien el Apostolado. No es una bipolaridad que divide sino una tensión interior que el mismo Cristo quiere. (…) El Espíritu Santo nos enseña cómo vivir esa tensión entre el mensaje que llevamos y la manera como somos recibidos. La mansedumbre de aquel que vive de Cristo, que es consciente de ser enviado (…)

 En la festividad de San José:

Un hombre que se casa con una mujer embarazada, que se hace cargo del hijo que no es él, lo cría, lo educa, le enseña un oficio. Le enseña a ser hombre. Este chico, cuando es grande, arma el lío más grande que tuvo la historia. (…) Un hijo que él no había engendrado. Hacerse cargo de una mujer a la que amaba, pero que no entendía lo que había pasado. Se hizo cargo, de cuidar esa vida débil, débil por lo pequeña, débil por la situación, débil por la pobreza en que vivía. Y cuidó, creyó, no sabía que lo que estaba cuidando era la vida de la Iglesia naciente. Este hombre no entendió, pero creyó. Y ese es su oficio, cuidar, cuidar esa Iglesia que empezaba, cuidarla de todos los peligros. San José no se mareó en los momentos de cierto éxito, no les pidió un puestito a los Reyes Magos. Cuidó, cuidó y cuidó. Y cuando se dio cuenta que para cuidar se tenía que exiliar, se exilió, cuidando la Vida…. Esperó contra toda esperanza, su único derecho era cuidar (…)

 No me queda otra que decir ¡qué bien lo sabe hacer el Señor!

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