Tomelloso tiene desde este 1 de diciembre un nuevo punto de encuentro con sabor antiguo y energía renovada: Vitangueo, el nuevo proyecto de Pablo Corral, más conocido por todos como Pablo Triana. No es un debut, sino una reaparición con nombre propio en un escenario mítico: el local de la calle Monte 27, que durante décadas fue epicentro de la movida tomellosera con nombres como La Misión, Broadway, Taxi o Premium.
Vitangueo no nace de la improvisación. “Llevaba ya un año dándole vueltas. Necesitaba un cambio en mi cabeza, en mi corazón y en mi alma”, confiesa Pablo. El cierre reciente de Triana no fue un punto final, sino una pausa para tomar impulso. Y ahora vuelve con un concepto distinto, pero con el mismo sello: hospitalidad, autenticidad y mucho duende.
El nombre: “De estar por ahí, de vitangueo”
El nombre Vitangueo es toda una declaración de intenciones. “Es lo que se decía en casa cuando te ibas de fiesta. Tu madre te decía: ‘hijo mío, estás siempre de vitangueo, no se te va a caer la casa encima’”, cuenta Pablo entre risas. Una expresión muy tomellosera que ahora da nombre a un bar pensado para eso mismo: para estar, para salir, para encontrarse.
Un local con memoria en cada azulejo
El local no es nuevo, pero sí lo que alberga. Vitangueo ocupa un espacio que forma parte del ADN nocturno de Tomelloso. En plena Zona, rodeado de bares y garitos históricos como El Patio, la Sala Beat, Kiri, Barabara o El Combo, el número 27 de la calle Monte vuelve a abrir con los techos altos y las paredes llenas de historia.
“Este sitio es un homenaje a todos los bares antiguos de Tomelloso. A los camareros que se dejaron la piel en este oficio, que cada vez se entiende menos, pero ellos sí que sabían lo que era”, explica Pablo. Las paredes hablan por sí solas: fotos antiguas, carteles de discopubs, recuerdos de otros lugares de culto gastronómico Tomellosero, del pasado reciente y no tanto de la hostelería local. Todo eso está aquí. No es nostalgia, es identidad.
Sin cocina, pero con barra: la cultura del picoteo
Vitangueo no tiene fogones, pero no los necesita. “Aquí vamos a tener algo sencillo, rápido, picoteo variado. Tapitas pequeñitas, ensaladillas, jamón, conservas… lo justo para acompañar un vino o una caña”, resume Pablo. Lo esencial para lo que viene a ser el alma del local: el tapeo sin complicaciones, el encuentro sin reloj.
Y con su estilo habitual, resume el espíritu de la casa: “No hace falta tomarse una ración grande. A veces solo apetece un pinchito. Y aquí eso se respeta”.
Vitangueo es barra, charla y momento
No hay etiquetas cerradas para definir Vitangueo. “Hay momentos de cañitas, de tardeo, de bailoteo, y otros de café o copita tranquila. Lo que vaya pidiendo el día y la gente”, explica Pablo. El guion lo marca el cliente. Como siempre en sus bares, la barra es más que un punto de servicio: es el lugar donde empieza la conversación.
“La fiesta, el arte y el duende lo ponía la clientela en Triana, no yo. Y aquí va a seguir siendo igual”, dice, sin perder esa humildad tan suya.
Un brindis por Tomelloso
Si hay que brindar por algo en esta reapertura, Pablo lo tiene claro: “Por Tomelloso. Por la hostelería de Tomelloso, que ha sido testigo de nuestros momentos históricos: nuestros noviazgos, nuestras bodas, nuestros bautizos. Todo eso está aquí, en estas paredes”.
Porque Vitangueo no solo es un nuevo bar. Es memoria, es presente y es futuro. Es volver a encender la luz de un local con historia. Es reencontrarse con Pablo. Es dejarse caer “de vitangueo” y que no se te caiga la casa encima.



















