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jueves, 21 noviembre
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Papá ¿qué es un tren?

Artículo de opinión de Ramón Castro Pérez, profesor de Economía en el IES Fernando de Mena (Socuéllamos)

Contaba la abuela que se enamoró en un tren mientras viajaba de Cartagena a Almagro. Eso debió ocurrir hace mil años porque, en varias ocasiones, he intentado reconstruir el trayecto en la web histórica de Renfe y tal combinación no era posible. Bueno, quizá existiera alguna posibilidad, pero, bien seguro, no quedarían plazas libres para el amor.

Uno no cae rendido a los pies de otro si no está a gusto. Quiere decirse, por tanto, que el disfrute del trayecto es condición necesaria. Además, se exige la tranquilidad que otorga el no tener que hacer trasbordos ni andar pendiente de los horarios de llegada y salida. Y eso, para viajar de Cartagena a Almagro, no fue nunca posible.

Vamos, que la abuela no se enamoró en un tren, sino en un BlaBlaCar híbrido. Y a la tercera, pues coincidió con el mismo conductor que, por aquel entonces, tenía a su madre enferma en Torralba y, por unos euros de más, ofrecía viaje a Almagro. Antonio, se llamaba el buen hombre. A la postre, el abuelo. Ahí donde lo ves, chófer de plataforma «peer to peer».

Ya le habría gustado al abuelo Antonio encandilar a su Mercedes en el vagón restaurante, empleándose en una buena conversación, mientras disfrutaban del té y del paisaje manchego. A la abuela, que siempre fue una romántica empedernida, hay que perdonarle el engaño, pues se resistía a aceptar que los trenes ni unieran pueblos ni corazones. Y ahora es mejor no pensarlo. Ahora, ya sí que no unen nada de nada.

—Papá ¿qué es un tren?

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