Del año 1923 data un hermoso cuadro de Antonio López (Torres) en el que recrea una cueva de Tomelloso, seguramente una de las imágenes simbólicas más importantes de la agrociudad manchega, y que también tuvo un valor muy importante para el propio pintor, por ser escondite de sus sueños artísticos y de la riqueza del vino tomellosero, cuando como muchos padres de hoy, no veían futuro a eso de dedicarse al arte. Cien años después, hay pasos que dar para poner en valor el patrimonio cultural municipal, sin miedos y con ambición.
Comienza estos días la Feria y Fiestas de Tomelloso, que culmina con la Fiesta de las Letras que, a pesar de ser un evento tradicional, en el que se han intentado ciertas innovaciones, no puede ser comparado a otros en la región y es que Tomelloso ha tenido siempre un orgullo grande por completar esa dialéctica de ser pueblo trabajador y al mismo tiempo culto. Seguramente esas raíces se remonten al liberal Francisco Martínez Ramírez, no en vano, un incitador de algunos sueños que posteriormente impulsaría Francisco García Pavón, que da nombre ni más ni menos que al edificio de la Facultad de Letras de la Universidad de Castilla-La Mancha, con todo lo que supone de carga simbólica. Martínez Ramírez nunca concibió el trabajo sin la cultura, porque la cultura y el amor por la belleza debía regir el futuro de Tomelloso e impulsó el Orfeón de Tomelloso, ciclos de conferencias, academias obreras, la creación de periódicos para todos los públicos…
La belleza de Tomelloso y la belleza serena de lo sencillo y sus gentes está desde hace unas semanas presente de manera formal en el Museo Nacional Reina Sofía con la incorporación a través de los retratos que hizo Antonio López García de sus padres y sus abuelos (de 1955 y 1956 respectivamente). Esto viene a confirmar la importancia de Tomelloso en el mundo artístico, pero que sus miradas, sus gentes en el pincel de Antonio López García, se sitúen en uno de los 10 museos más visitados del mundo y el tercero de Europa, junto al Louvre, el Hermitage o al Metropolitano de Nueva York en 2022, y por delante de los impresionantes Museos Vaticanos es un regalo la historia local. Que Sinforoso y Josefa, Antonio y Carmen, formen parte de una de las colecciones de arte más importante del mundo, pone a Tomelloso en un lugar privilegiado en el museo y en la historia del arte español del siglo XX.
En el informe de Salvador Nadales señaló que estos aspectos humildes y cotidianos, son algunos de “temas de esos años centrales de la década de los cincuenta están aún muy vinculados al Tomelloso natal de López quien retrata a esas parejas abstraídas, de aire enigmático, que nos remiten a un mundo conocido». A pesar de ello, ha trascendido que López García reclama mayor obra de su tío en la colección y la visita.
En el Reina Sofia y en relación con Tomelloso no solo encontramos la obra de Antonio López García, también la famosa fotografía del Premio Nacional Ramón Masats en Tomelloso, una pieza de Antonio López Torres de 1972 que entró al Museo en 1988 titulada “Casa de Tomelloso con campo y árbol”. Además, el Reina Sofía guarda el archivo artístico de Dionisio Cañas, que tal y como define el Museo en su web: ”aporta un abundante fondo documental vinculado a la trayectoria del artista y a la historia de Estrujenbank, que permite adentrarse en la base del entramado del arte más arriesgado de la década de 1990 en el panorama español”.
Se ha trabajado mucho y bien en los últimos cuarenta años. Todos los alcaldes y concejales de cultura se han esforzado por impulsar y sostener una identidad cultural sin igual en La Mancha, y aunque hoy lo veamos algo anquilosado en el pasado, el Museo López Torres fue pionero en nuestro territorio impulsado por Clemente Cuesta y Pedro Carrasco. Javier Lozano puso en valor uno de los símbolos de la ciudad, la Posada de Los Portales e impulsó la construcción del Teatro Municipal que ya pondría en marcha Ramón González y terminó de consolidar Carlos Cotillas que apostó también por mejorar el Museo del Carro. Hoy, con la polémica llegada de las dos esculturas de López García, y que han sido colocadas junto a Museo Antonio López Torres, se debate de qué forma aprovechar el papel de Tomelloso en una de las artes más populares del siglo XX, pues las infraestructuras culturales necesitan contenidos de calidad y una buena comunicación cultural y turística. Es el momento de consolidar esa narrativa.
Antonio Rodríguez Huéscar, gran filósofo español que vivió cinco años en Tomelloso, amigo y defensor de la humanidad de la obra de López Torres, escribió que: “hay en López Torres, en efecto, un gran respeto por el hombre, por su dignidad, unido a su mencionado temple reverencial ante la Naturaleza y, sobre todo, por el hombre sencillo del agro y por sus humildes quehaceres. Un respeto que se diría doblado de amor, sobre todo cuando esas personas son niños. Pero estos sentimientos parecen extenderse también a los: animales y a las cosas todas. Pinta con el mismo amor al viñador preparando su almuerzo, al pastor descansando, a unos niños que juegan o recogen hierba, unos burros pastando, la mula, al carro con el hato al lado, los cacharros, los trebejos, casitas, quinterías, bombos, en la lontananza, el pozo de la era, viñedos, melonares, encinares, mieses, cardenchas, yerbezuelas, guijarros, rastrojos, barbechos, la lejana serrezuela azulenca, violeta y rosa: los anchurosos campos, en suma; o la tenue nubecilla en el cielo impoluto, o la luz gris-perla del nublado, o el charco que la refleja, engastado en el rojo terruño recién llovido.”
En la definición del filósofo de Fuenllana se refleja cómo Antonio López Torres ha conservado mejor que nadie el patrimonio inmaterial y material de Tomelloso, bombos, cuevas, mulas, viñadores y en la estrategia de promoción de la ciudad, puede ser de justicia iniciar conversaciones con el Ministerio de Cultura y los grandes Museos nacionales para que la obra de Antonio López Torres pase a ser Patrimonio Nacional, y por qué no el Reina Sofía, tenga una sala en Tomelloso, o por qué no tener en Tomelloso un Museo Nacional que si nos convierta en visita obligada. Hace no mucho en una conversación con Antonio López, me comentaba lo necesario que era intervenir con una conservación curativa y preventiva en las tablas de su tío, antes de que se pudieran perder. Seguramente sea un buen momento para establecer contactos con instituciones nacionales con más medios y aprovechar para mostrar al mundo la joya de Museo que guarda Tomelloso. Parecen locuras, pero bien le vendrían a Tomelloso, más allá del turismo, para la dinamización de sus productos y proyectos industriales y agroalimentarios, ocupando el lugar en La Mancha que merece y protegiendo su patrimonio más importante.
Un problema importante es que Tomelloso carece de contenidos de calidad para el turista, de investigación real sobre su historia aplicada a la medición cultural y turística, y pocos se embarcaron en la larga tarea de investigar, con alguna ayuda o ninguna. Los bombos son extraordinarios sobre los que apenas existe interpretación, también las cuevas, construcciones únicas que tienen importante potencial, así como el arte, el urbanismo y el paisaje vitivinícola. Todo esto hay que interpretarlo e impulsarlo. Dionisio Cañas estudió la posguerra en Tomelloso y se le apoyó decididamente para realizar un trabajo casi antropológico. Lorenzo Sánchez hizo lo propio con la geografía, así como otros muchos investigadores que han ido recuperando fragmentos de la historia local, destacando la labor lenta del responsable del Archivo de Tomelloso, Vicente Morales Becerra. La integración de labor y arte también ha llegado a la empresa, siendo una de las más grandes empresas de la ciudad, promotora de un gran certamen artístico y cultural y un museo propio, el Infanta Elena de Arte Contemporáneo, impulsado por la Bodega Almazara Virgen de las Viñas, que deja un importante poso no solo en importantes infraestructuras.
De Tomelloso se ha hablado y se ha escrito mucho. Se le respeta como ciudad, por su carácter emprendedor, por su potencia cultural y por sus luchas, habiendo sido uno de los núcleos más dinámicos de toda La Mancha desde principios del siglo XX. Sin embargo, carece de un gran espacio temático o Museo de historia contemporánea que interprete sus destacadas singularidades. En una visita da la sensación de que damos por hecho el espectacular crecimiento económico y social de la ciudad gracias al impulso de los alcoholes y los vinos y cómo ello afecta a la significación actual de la ciudad. Todo hay que explicarlo y hacerlo bien, porque sin este impulso agroindustrial no hubieran surgido las obras de López Torres y García y tantos otros.
Es sabido que la ciudad cuenta con un ejemplo de progreso económico y social en la obra de Francisco Martínez Ramírez, cuyo esfuerzo fue único y singular; un patrimonio literario único vinculado a las tradiciones populares como el de Francisco García Pavón y Eladio Cabañero; la mejor colección de poesía iberoamericana íntegra que Dionisio Cañas donó a la ciudad recientemente; una tradición artística liderada por los López Torres y López García que muestran los valores del ser humano y el arte en el siglo XX, no solo por su producción artística sino por sus peripecias vitales y estéticas, que reflejan lo mejor del ser humano y que han influido en una gran cantidad de artistas llenando la ciudad de arte.
Existen hoy proyectos inacabados, como la musealización de la Casa del Gallego que ha dejado a medias el anterior equipo de gobierno, la renovación de la biblioteca municipal, el impulso del turismo literario desde Cervantes a García Pavón, la reconfiguración del mercado de abastos, entre otros. Seguramente este es el momento idóneo para revisar la estrategia cultural y turística de la ciudad y establecer alianzas con centros culturales nacionales e internacionales para poner a Tomelloso definitivamente en el mapa.
El nuevo alcalde, Javier Navarro Muelas, por su amor a Tomelloso y sus valores va a ser quien ordene todo esto y potencie de una vez por todas lo que los anteriores alcaldes han dejado abierto en forma de infraestructuras. Inversiones muy importantes que hoy deben ordenados e impulsados con contenidos y acuerdos ambiciosos, donde tengan cabida las tradiciones históricas, los creadores actuales, los bombos, las cuevas, los símbolos de la tradición histórica a casi 500 años de la fundación. Tomelloso podría incorporar los bombos como patrimonio mundial de la humanidad y ya hubo intentos.
Para terminar, coincido con Jaime Quevedo Soubriet, que este año ha sido pregonero de la feria quien, por cierto con su interesante y admirable proyecto editorial y periódico animó vocaciones manchegas, con otros ya desaparecidos como Pablo Ortiz Perona “Pasos” o Paco Rosado de Cuadernos Manchegos que formaron parte de la mejor tradición cultural de Tomelloso, en que no podemos dejar perder el tren, y seguramente sean los proyectos a los que hacíamos referencia más arriba los que justifiquen que Tomelloso necesita un tren, que recorra los viñedos fruto del trabajo y esfuerzo de sus gentes y disfrute del mejor arte contemporáneo, el vino y las tradiciones más ancestrales de La Mancha y de España.
Santiago Arroyo Serrano
Miembro de la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades de Castilla-La Mancha y profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha