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Las grullas son el espectáculo de invierno en Castilla-La Mancha

Alrededor de 22.000 de estas aves zancudas pasan el invierno en nuestra región

Cuando va mediando el otoño, miles de grullas comunes atraviesan todo el territorio nacional en su emigración anual desde los países escandinavos y Rusia. La grulla es un ave zancuda de las familia de los gruidos (Gruidae). Su hábitat son espacios abiertos semi-esteparios por donde se desplazan dando amplias zancadas con sus largas patas, alimentándose de semillas, tubérculos e insectos con su largo pico.

Las grullas comunes viven en los países nórdicos euroasiáticos (Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Países Bálticos, Rusia, Mongolia, Norte de Alemania, Polonia) durante los meses más cálidos, donde se reproducen y se emparejan de por vida. Cuando comienza el frío, a principios de noviembre, se reúnen en grandes bandadas y emigran a los países del sur. España acoge aproximadamente a unas 250.000, el 28 % de la población mundial, y en Castilla-La Mancha se quedan cerca de 40.000. Los hábitats preferidos por las grullas en nuestra región son las dehesas del oeste de Ciudad Real y Toledo, zonas de monte abiertas con cultivos de cereal y barbecho, así como en los distintos humedales de la región, aunque se las puede ver en casi toda la región, excepto las sierras.

La migración de las grullas es un espectáculo visual, con sus llamativos “trompeteos” producidos por sus largas tráqueas y sus vuelos de formación en V. Se distinguen claramente por su majestuosidad, volando con el cuello totalmente horizontal y las patas hacia atrás en una postura totalmente aerodinámica.

En la provincia de Ciudad Real se quedan aproximadamente unas 9.000. Las zonas ideales más comunes para observarlas en esta provincia son el Valle de Alcudia, el Parque Nacional de Cabañeros y sus aledaños, el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel y, en menor medida, las lagunas del norte de la provincia (Quero, Villafranca, Pedro Muñoz, etc), el Campo de Montiel, Campo de Calatrava, y zona de los Montes del Oeste.

La observación de aves es una actividad con gran peso en nuestra región, y para esta actividad hay que cumplir una serie de protocolos que nos la harán más placentera. Ante todo no hay que estresar a las aves, por lo que hay que ser muy cautelosos y discretos, evitando acercarnos a ellas demasiado. Hay que guardar silencio para conseguir imágenes espectaculares de estas majestuosas aves, que son las más altas de toda la Península Ibérica, llegando a medir hasta 1,20 cms de altura y una envergadura de 200 cms.

A su porte bello y elegante hay que unir varias características propias de estas aves gregarias: siempre están vigilantes, duermen sobre una pata para así no relajarse totalmente y prácticamente no tienen depredadores naturales, pero el deterioro de sus hábitats hace que la especie no se recupere y que cada año baje el número total de individuos ligeramente. Al ser monógamas, cuando un miembro de la pareja muere, pocas de ellas se vuelven a emparejar. Además, normalmente estas parejas suelen sacar adelante un pollo por temporada (de los cuales más del 50 % no sobrevive) durante unos 7 años de efectividad, por lo que cada pareja de grullas sacará a lo largo de su vida una media de 4 crías adultas.

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Hay muchos mitos en torno a las grullas, las cuales son consideradas en todo Oriente como un símbolo de paz, amor, fidelidad y esperanza. En Japón existe la famosa leyenda de las mil grullas, que podría ser una especie de ritual para atraer la fortuna. La leyenda dice que hacer mil grullas de origami es un talismán que atrae la buena suerte, el amor y la prosperidad. Se cuenta que una niña superviviente de Irosima con leucemia hizo mil grullas de origami para sanar, y sanó a pesar de estar desahuciada por los médicos. Muchas de las artes marciales orientales tienen varios movimientos basados en estos animales, cuyo cortejo amoroso es una espectacular y vistosa coreografía.

Con el cambio climático, cada vez es más bajo el número de grullas que nos visitan en invierno. Nos quedan como máximo dos meses para contemplarlas, antes de que los largos día más calurosos las devuelvan a sus lugares de cría en el norte de Europa y emprendan de nuevo su característico vuelo en formación de V, mientras emiten sus cánticos “trompeteros”.

Manuel Buendía Pliego
Manuel Buendía Pliego
Persona inquieta y multidisciplinar. Artista plástico, profesor de dibujo y acuarela, diseñador, gastrónomo, y escritor aficionado. Ha publicado en distintos medios digitales varios relatos, también ha publicado un libro de microrrelatos junto a Carlos Naranjo, y está trabajando en varios proyectos editoriales.
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