¿Recuerdan ustedes aquello de «dadme un punto de apoyo y moveré el mundo», formulado por Arquímedes? Ya lo creo que sí. Es de esas frases que aprende uno muy pronto y que, de socorridas que son, las usamos cada dos por tres. Pues, prepárense porque, también en finanzas sirve.
—¡Por ahí no paso! —dirá más de uno —¡que hasta de la física se quieren apropiar estos!
No es la intención. Que las ciencias naturales son algo muy serio y nosotros, los de los tipos de interés, sólo pretendemos usar esas maravillosas propiedades, también en lo nuestro. Hoy les hablaré del «apalancamiento financiero» ¿Preparados?
Imaginen que ponen en marcha un negocio. Piensen en el que gusten. En mi caso, les propongo una guardería. Una vez subida la persiana, tendrán que luchar por atraer clientes (hogares que confíen en su buen hacer) y prestar un servicio de calidad que les permita crecer y consolidarse en el mercado.
Piensen en los ingresos. Hablamos de las mensualidades que las familias abonan. Y, ahora, reparen en los gastos. Hay que pagar el alquiler, energía y suministros, nóminas y todos aquellos consumos necesarios. No se olviden (importante) de calcular el desgaste que está sufriendo su negocio. Pues bien, si a los ingresos les restamos los gastos, tenemos el resultado bruto.
Fíjense en algo interesante: tanto los ingresos como los gastos que hemos considerado hasta el momento, son los propios del negocio. Sin ellos, sería un imposible funcionar. Visto de otra forma, el resultado que obtenemos es el que el negocio nos arroja a la cara.
—¡Esto es lo que hay! —nos espeta la empresa.
Seguro estoy, a estas alturas, de que me siguen. Así que les pregunto:
¿El resultado bruto es negativo? Si es así, vayan pensando en cambiar cosas. El negocio no está funcionando por sí sólo. Puede que no tengan suficientes retoños en la guardería, por ejemplo. Un resultado bruto negativo (pérdidas) es síntoma de que el motor falla (idea de negocio inadecuada, cambio de ciclo, llámenlo como deseen). Hay que cambiar cosas. Si no, quebrarán.
¿Y si es positivo? Buenas noticias. El motor funciona y no se cala. ¿Podríamos medir su potencia? La respuesta es sí. Vamos a ello.
Supongamos que necesitaron 200 000 euros para que esto de la guardería funcionara. Y supongamos que, este primer año, el resultado bruto que la empresa les ha arrojado a la cara es de 20 000 euros. La fórmula de potencia es sencillísima: comparen el logro con lo necesario, con el sacrificio:
Ahí la tienen. La potencia de su motor. Su rendimiento. La rentabilidad económica. La rentabilidad de los activos. Un 10% es extraordinario ¡Claro que sí! Tienen ustedes un gran negocio.
Me siguen, ¿verdad? Atentos porque falta menos para echar mano de la física.
Les haré una pregunta: en esta hipotética guardería que ustedes pusieron en pie con tanta ilusión ¿aportaron ustedes los 200 000 euros? Apuesto a que no.
Imaginen que se adentraron en la aventura empresarial con 120 000 euros. El resto fue cosa de préstamos bancarios y proveedores. La financiación ajena (está última) es siempre bienvenida. No obstante, tiene coste (ya sabe, quien presta dinero tiene la costumbre de exigir intereses). Supongamos que esos 80 000 euros restantes cuestan un 4% al año. Son intereses que hay que pagar. Calculemos cuánto:
¿Recuerdan el resultado que la guardería nos había arrojado? Sí. 20 000 euros. Bien, pues hay que atender los intereses, así que nos queda:
Vamos avanzando. Pagados los intereses, resta pagar impuestos. Si nuestra guardería es, por ejemplo, una sociedad limitada, aplicaremos un 25% de impuesto de sociedades, por lo que nos quedará el 75%:
Acabamos de llegar al resultado neto. La empresa ya ha pagado los intereses y, también, los impuestos. ¿De quién es este resultado?
—¡De los que promovieron el negocio! —dirán ustedes.
Y están en lo cierto. Este dinero pertenece a los socios y está listo para que sean ellos quienes decidan qué hacer con él. Estos 12 600 euros son el retorno de su inversión. El retorno de la inversión de los 120 000 euros que aportaron para poner en marcha la guardería. En ese caso, podremos calcular su rentabilidad, la rentabilidad financiera, la rentabilidad de los capitales propios. Vamos allá:
¡Ya lo tenemos! Por cada 100 euros que los promotores del negocio (los socios) sacrificaron, obtienen este año 10,50 euros. Recuerden: comparamos el logro con lo invertido.
Pues bien, resulta que esta cifra (rentabilidad financiera) es aún mayor que la potencia del motor de la guardería (rentabilidad económica), la cual era del 10% ¿Por qué?
La respuesta es muy sencilla. Los socios no han tenido que invertir 200 000 euros sino únicamente 120 000 euros. El resto lo han aportado entidades financieras y proveedores. Estas entidades financieras y proveedores son la palanca gracias a la cual los socios pueden obtener una rentabilidad mayor.
Los socios se apoyan en la financiación de terceros y logran, con un menor esfuerzo (sólo invierten 120 000 euros) disfrutar de un excelente resultado. Esto es el efecto palanca. Esto es el apalancamiento financiero: usar pasivo para aumentar la rentabilidad de las inversiones.
Parece sencillo, pero, como todo, necesita de sus equilibrios:
- El negocio debe tener, de por sí, potencia suficiente. Es decir, la rentabilidad económica debe ser alta. Un negocio que no funcione nunca será rentable para sus socios. Nunca.
- El coste de los pasivos no debe ser excesivo. Si así ocurriera, los intereses serían abultados y restarían demasiado al resultado bruto.
- El peso de los pasivos también debe ser el apropiado, dado su coste. Es necesario que entidades de crédito y proveedores aporten, pero en su justa medida.
En otras palabras, el efecto palanca existirá si hay un buen punto de apoyo (entidades de crédito y proveedores financian a un coste reducido) y el brazo de la palanca es robusto (rentabilidad económica suficiente).
¿Qué ocurre si tal efecto no se da? Que los promotores del negocio ven cómo su aportación al mismo rinde por debajo del resultado de la empresa. En ese caso, comenzarán a cuestionarse si emprender (que no es otra cosa que asumir riesgos) es buena idea. Tal vez se sentirían más seguros invirtiendo su dinero en otra parte (¿un plazo fijo quizá?).
La lección es la siguiente: usted estaría dispuesto a invertir 120 000 euros si obtiene una rentabilidad mayor que la que le arroja la empresa. Ahora bien, imagine que el pasivo (sí, esos 80 000 euros) cuestan un 10%. Spoiler: el resultado neto sería de 9 000 euros y, la rentabilidad financiera, del 7,5% por lo que estaría usted ganando menos de lo que le arroja la empresa (10%). Sí, obtiene 9 000 euros, pero tiene que arriesgarse, tiene que gestionar, tiene que sufrir dolores de cabeza y tiene que inmovilizar una inversión de 120 000 euros. Igual no le merece la pena tanto esfuerzo y decide llevarse su dinero a otro sitio. Aquí tiene la explicación de por qué no es sólo obtener un resultado neto positivo (no sólo es ganar dinero); es, obtenerlo con la rentabilidad suficiente (aplíquelo a los recientes ERES de las entidades financieras).
Como ven, las palancas también son útiles en finanzas. Eso sí, como el resto, requieren de los equilibrios suficientes y de eso saben (y mucho) los que se dedican a la gerencia de empresas (benditos ellos).