Mujeres. Mujeres médicos, enfermeras, policías, cajeras, limpiadoras, docentes. Mujeres madres, hijas, hermanas. Mujeres que en este año han luchado el doble que los anteriores. Mujeres que lloran pérdidas irreparables. Mujeres que en pleno confinamiento se convirtieron en teletrabajadoras, teleprofesoras, telecuidadoras. Mujeres que vieron que sus hijos no podían salir de casa en meses. Madres que tuvieron que coser lazos a sus hijos con autismo para que no les insultaran los policías de balcón cuando salían a la calle. Mujeres que han doblado turnos dejando a sus hijos solos. Mujeres que han tenido 24 horas a sus dependientes sin poder reclamar ayuda porque habían cerrado sus centros. Mujeres que siguen en ERTE. Mujeres que están en el paro. Mujeres que hacen cola en servicios sociales con la cabeza alta para que les den comida que llevar a sus casas. Mujeres que vivieron un confinamiento con sus maltratadores. Mujeres que la pandemia, el confinamiento, la crisis, se está llevando por medio. Esas son hoy las mujeres del 8M.
Las mujeres no somos un colectivo homogéneo sometidas a una sociedad patriarcal que nos oprime, al igual que los hombres no son un colectivo que utiliza su primacía patriarcal para someternos. Retorcer el lenguaje hasta la ridícula caricatura sólo nos divide y nos aleja de lo que realmente importa. En una sociedad terriblemente polarizada en la que los discursos ideológicos parece que es lo único que se escucha, hoy 8M yo quiero lanzar un mensaje tan simple como incomprendido: la lucha por la igualdad es la lucha por la unión entre todas para reforzar nuestra Democracia.
La igualdad legal es evidente. Igual de evidentes que son las estadísticas que nos sitúan a las mujeres a la cabeza del desempleo, que siguen demostrando que las excedencias y reducciones de jornada por cuidado de familiares son en su mayoría asumidas por mujeres. La legalidad puede parecer que juega a nuestro favor, pero el número de autónomas en comparación con los hombres es mucho menor, los costes laborales a la larga siguen siendo mayores en las mujeres.
Por eso hablar de igualdad de verdad de ser hablar de igualdad de oportunidades, no de soflamas de pancarta que obligan a muchas mujeres a negarse a llamarse a si mismas feministas, pese a que estén igual de comprometidas que el resto.
Ni nos sentimos víctimas, ni nos comportamos como tal. La igualdad no se consigue con declaraciones superfluas que ponen el foco en inventarse nuevos términos, sino con hechos, y con políticas. Necesitamos hablar de conciliación, de emprendimiento. Necesitamos reivindicar la ciencia y el arte. Necesitamos políticas que hagan que la sociedad tenga oportunidades reales para todos, no políticas con niñeras pagadas por las arcas del estado.
Este 8M es el día en el que todas tenemos la obligación ser conscientes de que somos el enlace necesario entre lo que fue y lo que vendrá. Entre las madres y abuelas que lucharon por conseguir logros básicos y nuestras hijas y nietas que se merecen que la igualdad deje de ser algo que nos enfrente y divida. Hoy es el día en el que todas tenemos la obligación de recordarnos que sólo cuando hemos luchado juntas hemos conseguido mover el mundo.