A dios rogando y con el mazo dando, con este dicho he querido comenzar este escrito sobre energía fotovoltaica, despoblación y agroalimentación. En nuestro país y en nuestra región llevamos años de retraso en la implantación de energía renovable fotovoltaica por el dichoso impuesto al sol. En un país y región donde el sol es sinónimo de alegría es, cuando menos, sospechoso que este pase a ser mercancía.
Desde que se inventó la electricidad hasta ahora, la energía es la piedra angular sobre la que se asienta la sociedad. Un día cualquiera en el que por la razón que fuere nos quedáramos sin electricidad, nuestra dependencia se vería muy afectada, tanto en el trabajo como en el ocio o en la vida cotidiana de todos y cada uno de los humanos que habitamos el planeta.
En primer lugar tenemos que decir que estamos totalmente a favor de las energías renovables y por supuesto de la fotovoltaica por la razón de que es generada por el sol, es barata, no contaminante y de momento inagotable.
Ahora bien, ante el incremento, burbuja, negocio, etc; que está rodeando la energía fotovoltaica, ya sea porque la Unión Europea haya incluido esta en la categoría de apuesta por la energía verde, ya sea por querer cumplir (como es normal y prioritario) con el acuerdo de París, ya sea por el impulso que se le está dando desde el gobierno nacional y el regional, o desde sectores como el automovilístico, que se le está dando como prioritaria la apuesta de energía para vehículos eléctricos, hay que apostar definitivamente por las energías renovables.
En estos momentos hay en nuestra región un “run-run” de que en todos los pueblos se van a instalar miles de placas solares o como en algunos de nuestros pueblos donde el huerto solar ocuparía todo el término municipal.
En este momento hay una apuesta clara hacia la energía renovable, por motivos varios: limpia, rentable, inagotable y que es el futuro, entre otras cosas porque las energías fósiles se están agotando y sobre todo porque es más costosa su producción. Las multinacionales que se dedican a la electricidad, ya sea fósil o verde, no quieren dejar perder el negocio de seguir controlando los precios, las producciones, la rentabilidad, etc.
Es el momento de que el Estado y la Región hagan de una vez por todas lo que dice nuestra Constitución y es que se prime el interés general sobre el particular. Es por ello que debe haber una apuesta de los gobiernos para que sean estos quienes controlen los precios, a fin de que no seamos los ciudadanos los que siempre paguemos y los empresarios los que se hagan ricos a nuestra costa.
Es el momento de regular además de los precios, cómo, dónde, de qué manera se van a implantar las energías renovables, verdes, en nuestro territorio. Raro es el día en el que no se habla de que la economía del país ha de ser competitiva, ya sea el sector agrícola, ganadero, piscícola, industrial o turístico.
La realidad es que no se ponen sobre la mesa las pautas a seguir, no existe esa línea que debe marcar el devenir de la población. Simplemente se hacen textos donde se refleja lo idílico que sería que la agricultura, ganadería, masas forestales y el turismo, como dice el Capítulo I de Cohesión Económica del medio rural en sus artículos 50, 51 y 52, que la Junta de Comunidades ha redactado y donde dice que se apoyará al sector agrícola, ganadero y forestal para potenciar la mejora de la rentabilidad y la creación de empleo, promoviendo el desarrollo, la consolidación y el mantenimiento de las explotaciones y modelos de gestión adecuados que garanticen su viabilidad y sostenibilidad.
Es necesaria la incorporación de jóvenes a los distintos sectores productivos, modernizar las explotaciones existentes buscando alternativas económicas, prestando especial importancia a la transformación y venta de productos. Que además presten protección al medio ambiente, a los recursos naturales y paisajísticos. Todo ello con un enfoque multifuncional de la agricultura y ganadería junto con el aprovechamiento de los montes.
El texto continúa diciendo que prestará especial atención al sector agroalimentario, a la cadena de valor y a los canales de comercialización, ya sea tanto de forma presencial como online o telefónica. Se pondrá en valor los sistemas forestales. Luchará contra el cambio climático y por la conservación de la biodiversidad y refugio de la fauna. Mejorar la capacidad de fijación de carbono y reducir los gases de efecto invernadero como el CO2. Conservación del suelo y evitar la erosión, contribuir a la diversificación y belleza del paisaje, su valor histórico, turístico y cultural de los montes para la población; así como a la regulación hídrica y la calidad de las aguas superficiales y subterráneas tanto de usos industrial, agrícola, ganadero y humano.
Pero la realidad es que las grandes empresas seguirán controlando la producción de energía y pondrán los huertos solares donde mejor les convenga, sin tener en consideración que las tierras donde se instalará sean o no productivas. No es lo mismo poner una planta fotovoltaica cerca de un nodo de conectividad donde se puedan verter a red miles de megavatios, que generalmente están cerca de las grandes ciudades, que en medio de la nada. Todas las empresas miran dónde está el enganche y los metros que han de hacer para que puedan verter la energía producida a la red. No se mira en ningún momento qué es más necesario para la población, ya no en el momento concreto, sino cómo afectará dentro de unos años, no se tiene en cuenta que seguramente sea más lógico que la producción no esté cerca de las ciudades o pueblos, no se tiene en cuenta que en este país hay gran cantidad de espacios en los que las tierras no son de grandes producciones, que además en esas tierras no crecen ni los calaminos.
Pero incluso no se tiene en cuenta otra variable y es que ante la necesidad de las grandes infraestructuras fotovoltaicas de tener una línea de vertido que aguante la cantidad de MW, no se ha contemplado que si cada una de nuestras viviendas tuviera placas solares para al menos producir la energía que consumimos al cabo del año, no sería necesario tener unas redes eléctricas que soportaran los grandes vertidos producidos por las plantaciones fotovoltaicas, sino que se verterían a la red por los vecinos. Las redes aguantarían el vertido, los precios no subirían, no habría especulación, ni burbuja, simplemente la población estaría aportando su granito de arena, contribuyendo a bajar el consumo de energía fósil, a bajar el calentamiento global causado por los gases de efecto invernadero.
Pero la realidad será que las grandes ciudades y sobre todo Madrid, tendrán, aparte de las circunvalaciones M-30, M-40 y M-50, un cinturón fotovoltaico que cuando miremos el google maps u otra aplicación veremos un gran cinturón de placas solares. No veremos ni un espacio de cultivo, ni un espacio para la ganadería, ni un espacio verde, simplemente celdas de policristalino.
El plan estratégico de Castilla-La Mancha no debe ser ligar las energías renovables para la llegada de industria, sino definir qué proyecto de región queremos que sea en el futuro. Queremos una región en la que convivan todos los sectores, pero de una manera ordenada, no como hasta ahora, que vamos según viene el viento, unas veces solano, otras cierzo.