Hoy, 8 de marzo, es de justicia afirmar que en materia de igualdad España ha experimentado grandes avances en las últimas décadas, que debemos reivindicar con satisfacción, y lo ha hecho gracias a los pequeños grandes logros de mujeres anónimas que cada día pelean para romper techos de cristal. Mujeres de las que debemos aprender. Mujeres que encontramos en los hospitales y residencias, en el pequeño comercio local, en las explotaciones agrarias de nuestros pueblos, en las escuelas, en el hogar sacando adelante a sus familias. Mujeres valientes, duras, luchadoras. Femeninas. Mujeres que son ejemplo de liderazgo, aún en circunstancias tan adversas como las que atravesamos a causa de la pandemia.
Lo hemos comprobado de manera especialmente emocionante durante los últimos doce meses. Y lo seguimos viendo. En la marca enrojecida de la mascarilla en el rostro de la sanitaria que llega a casa hecha polvo tras largas horas atendiendo pacientes de Covid en el hospital, en primera línea de batalla. En la sonrisa generosa de la cajera del súper del barrio, que nos atiende con toda la profesionalidad, aun cuando ha tenido que doblar su turno. En la autónoma que cada mañana levanta la persiana de su bar para pelear la supervivencia de su negocio y no tener que dejar en la calle a sus trabajadores. En la que se queda en casa cuidando de sus niños en cuarentena o de sus mayores dependientes, tal vez habiendo tenido que aparcar su carrera profesional debido a la falta de ayudas a la conciliación.
Todas ellas son ejemplo vivo del liderazgo femenino e inspiración para todos aquellos, hombres y mujeres, que luchamos por la igualdad. Ellas mejor que nadie nos demuestra que, como dijo Clara Campoamor, la libertad de aprender ejerciéndola. Son líderes en sus puestos de trabajo, en sus hogares, en sus barrios. El reflejo de sus logros ya está teniendo efecto en diversos ámbitos de nuestra sociedad. Sin ir más lejos, por primera vez tres mujeres ocupamos la portavocía de los tres partidos políticos con representación en las Cortes de Castilla-La Mancha. Y por primera vez un partido de gobierno en España, Ciudadanos, está liderado por una mujer: Inés Arrimadas.
Rechazo de plano el sectarismo de quienes quieren un feminismo pequeño, acotado a una única ideología, así como me opongo con la máxima rotundidad al negacionismo carca de los que no reconocen la evidencia de la brecha salarial de género o de la lacra de la violencia machista. Como la mayoría de las mujeres, yo reivindico un feminismo abierto, plural, transversal. Un feminismo sin etiquetas que represente la lucha real por la igualdad entre hombres y mujeres. Un feminismo que ponga los avances por encima de las pancartas. Un feminismo que sirva realmente para mejorar la vida de las mujeres, para facilitar la conciliación familiar, para garantizar la igualdad de oportunidades en la carrera profesional.
Sí, soy feminista. Soy feminista porque tengo dos hijas y un hijo y quiero para los tres las mismas oportunidades, los mismos derechos y las mismas obligaciones. Y porque no voy a consentir que nadie los discrimine por su sexo. Soy feminista y no necesito que nadie me entregue un carnet. Algunos quieren excluir del movimiento feminista a la mitad de las mujeres. Otros, desde la trinchera contraria, se oponen frontalmente al feminismo. La mayoría, en cambio, defendemos un feminismo abierto, plural y moderno, que incluya a todas las mujeres y a todos los hombres. Reivindiquemos, por tanto, en este 8 de marzo, un feminismo que sume y no divida. Un feminismo que integre y no excluya. Para seguir haciendo camino de progreso por el bien de este gran país que es España.