Coincide la creciente oleada de protestas del sector hostelero con una caída de contagios en toda España, pero también en la Comunidad de Madrid, donde la presidenta Díaz Ayuso no ha cargado en el debe de los sectores productivos la cuenta mayoritaria de contagios. Y ha sido finalmente el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco el que ha puesto negro sobre blanco algo que venía reclamando estos días el presidente del Partido Popular de Castilla-La Mancha, Paco Núñez: es compatible mantener alta la guardia contra el virus, sin criminalizar a un sector que es piedra angular en la Economía de España y de Castilla-La Mancha, como es el de la restauración, bares, y cafeterías, al que deberíamos sumar el de eventos culturales y deportivos, a los que Emiliano García-Page acaba de renovar el cierre absoluto hace apenas unos días.
Será por el clamor de un sector que lleva un año anclado en pérdidas angustiosas, el gran damnificado de la pandemia sanitaria, pese a todas las medidas tomadas en sus locales para minimizar el riesgo sanitario; será porque así se lo viene reclamando Paco Núñez, que presentará un plan este mismo jueves para la apertura de la Hostelería, la Cultura y el Deporte, tomando como referencia la gestión llevada por la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, por lo que García-Page, en un ejercicio más de filibusterismo político, le ha faltado tiempo este pasado lunes para anunciar una rebaja de las fuertes medidas restrictivas que castigan a un ramo de la Economía regional, que es de las que más empleo genera y de las que más carga fiscal soporta.
Pero este ejercicio de malabares de Emiliano García-Page lo único que demuestra es la falta de respeto con el que está tratando a la Hostelería de nuestra región. Nada nuevo bajo el sol, si tenemos en cuenta que ya antes las personas mayores que viven en residencias; los alcaldes que sólo se limitaban a cerrar parques; los maestros que soñaban con vacaciones; los sanitarios que se distraían grabando vídeos en las saturadas Urgencias; o las cuentas que están por echar sobre el número de personas fallecidas, fueron objeto del menosprecio más inaudito que podría sospecharse de un presidente de una Comunidad Autónoma.
No se puede jugar a la yenka con los negocios de profesionales autónomos y pequeñas empresas a los que tan pronto se les obliga a cerrar la persiana sin aviso previo y con todo el género encargado para la campaña navideña, como se les pone el caramelo en la boca para luego seguir condenándolos al cierre y anunciar todo lo contrario a las pocas horas. No se puede estirar más el chicle ante un sector al que hay que darle la oportunidad de afrontar la crisis sanitaria como lo hace la Industria, la Construcción o la Agricultura y Ganadería, siempre, claro, atendiendo a unas limitaciones y medidas garantistas como las que va a proponer el presidente del PP-CLM, Paco Núñez, este mismo jueves ante la parálisis e inacción de Emiliano García-Page.
El maltrato a la Hostelería, la Cultura o el sector de los gimnasios y el deporte, es el epílogo de una gestión deficiente por parte del Gobierno socialista de Castilla-La Mancha, al que ya no le valen señuelos propagandísticos como la máquina del millón de test que iba a hacer en un pispás, o las 15.000 vacunas diarias que se iban a aplicar en nuestra región. Al final, García-Page ha optado por lo más sencillo que es castigar con el cerrojazo a un sector que genera empleo y paga impuestos como el que más, sin entender que hay otras fórmulas que merecían ser exploradas antes de hacer tanto daño a tantas familias.
Profesores, sanitarios, alcaldes, personas mayores, fallecidos y ahora hosteleros son los grandes vilipendiados de una gestión que por el contexto de crisis social, sanitaria y económica, hubiera merecido de un presidente con más empatía, humanidad y recursos para sacar adelante a Castilla-La Mancha con el respaldo de todos los grupos parlamentarios. Pero de la forma en la que actúa este presidente, no ha sido posible. Así no, Emiliano.