En un año, los servicios de URGENCIAS han tenido que aprender a luchar contra el COVID, mientras seguían atendiendo al resto de enfermos. Las primeras semanas fueron caóticas, pues aún no tenían protocolos de actuación, y fue durante esas primeras semanas en las que una parte de ellos se infectó. Después tuvieron que adaptarse a trabajar con los trajes protectores, las mascarillas y las pantallas, un uniforme de campaña al que tuvieron que adaptarse para trabajar dentro de él muchas horas seguidas (En la mayoría de casos son de 24 horas seguidas).
Las primeras semanas tras declararse el estado de alarma, las Urgencias del hospital se saturaron, al no haber UCI, los enfermos más graves eran trasladados al Hospital General Mancha Centro de Alcázar de San Juan, pero a pesar de ello había enfermos por los pasillos, que tenían que esperar a veces varios días para realizar el ingreso cuando pudieran disponer de una cama, eso hizo que en Urgencias se acumulasen decenas de pacientes y que se tuvieran que doblar turnos, pues el personal no daba más de sí.
En los centros médicos o ambulatorios, los trabajadores de Urgencias multiplicaron sus salidas por diez, ya que sólo un pequeño porcentaje de los pacientes eran atendidos en el centro las primeras semanas, para tratar de evitar los contagios. Esas salidas colapsaron también los servicios de Urgencias de los centros médicos, que también tuvieron que doblar turnos y reforzarse.
Esos primeros meses fueron tan duros que terminaron pasando factura psicológica a muchos profesionales, y a pesar del descenso de los contagios, las Urgencias de hospitales y ambulatorios siguen saturadas, pues ahora se dividen en dos grupos las entradas de pacientes: Los del COVID y el resto.
Todos los trabajadores de los servicios de Urgencias con los que hemos hablado coinciden en la necesidad de reforzar los servicios dotándoles con más medios y más material, pues a día de hoy aún no se tiene claro cuánto tiempo nos queda hasta que se normalice la situación, y los enfermos de COVID sean un porcentaje insignificante con respecto al número total de enfermos que visitan las Urgencias.
Además de la presión psicológica que ha creado la pandemia en estos trabajadores hay otra presión añadida que ya existía antes: Las agresiones e insultos hacia el personal por parte de pacientes y familiares, los cuales no entienden la presión a la que están sometidos todos los sanitarios, los cuales no tienen ninguna responsabilidad sobre las deficiencias del sistema, y muy al contrario ellos tratan a diario de paliar esas deficiencias con su trabajo, profesionalidad y energía positiva.
Al igual que las primeras semanas salíamos a los balcones a aplaudirles, desde aquí queremos enviarles un mensaje de ánimo y nuestro agradecimiento:
TRABAJADORES DE LOS SERVIVIOS DE URGENCIAS, ¡GRACIAS POR TODO LO QUE HACÉIS!