La venta directa ya es una realidad en Castilla-La Mancha y una veintena de productores de la región –a fecha 1 de febrero– ya pueden vender directamente sus productos agroalimentarios. Miel, aceitunas de mesa, azafrán, trufa, huevos, caracoles, pistachos, vino, aceite o queso, son algunos de los productos ya a la venta.
El pasado 9 de noviembre, el Consejo de Gobierno de Castilla-La Mancha aprobó el nuevo decreto con el que los productores agroalimentarios podrán vender su propio género en las mismas explotaciones, darle salida a través de una plataforma digital o venderlos a solo un intermediario.
Gema Collado ha acogido con los brazos abiertos la posibilidad de poder vender directamente los pistachos que ella y su marido cultivan en una finca de Castellar de Santiago (Ciudad Real) desde hace una década. «Ahora no hay intermediarios y he creado marca, porque se venden con mi nombre, además llevan también el de mi pueblo», ha explicado a Europa Press.
Ha añadido que el volumen de pistacho elaborado, «del campo al comprador», aún es pequeño –entre 2.000 y 3.000 kilos–, y que la venta por ahora ha surgido del «boca a boca», entre sus vecinos, la tienda del pueblo e incluso alguna de Madrid, pero entre los planes de futuro se encuentra poder venderlos a través de Internet.
Para esta pequeña empresaria del sector agroalimentario, el nuevo marco normativo es una oportunidad de avanzar en su negocio buscando nuevas salidas y una manera de que parte de los beneficios de su producto no queden en un intermediario, además de ahora poder poner el precio a su elaboración. Una ventaja, destaca, en la «dura» competencia con las grandes superficies.
Aparte de las ventajas para ella como productora, Gema Collado ha considerado que la venta directa es un plus de garantía de calidad para el consumidor, ya que el producto va directamente del productor al comprador sin pasar por otras manos. «Mis pistachos además son ecológicos», ha añadido.
LOS CARACOLES DE TRIJUEQUE
De su lado, Rodrigo Ortega, es un joven agricultor que además de tierras tiene una granja de 5.000 metros cuadrados de caracoles en Trijueque (Guadalajara) donde mueve en venta directa un volumen de unos 1.800 kilos en vivo y cerca de unos 800 botes en conserva.
Dejó el mundo de las telecomunicaciones hace cuatro años, donde tenía un trabajo fijo y solvente, para venir al campo y justo cuando empezó a hacer marca por su cuenta arrancó la pandemia y eso le ha afectado «tremendamente». Calcula que las ventas han podido caer el 80% ,ya que la hostelería ha sido la más tocada por esta crisis y aunque tiene cámaras y el caracol puede aguantar unos meses, va perdiendo peso y muriendo.
«Nos está afectando de lleno. El pasado año tuve que embasar muchos caracoles y aunque reconoce que la conserva es una opción, explica que eso supone un «gasto grande que si no tiene salida, no haces nada», afirma.
Le gusta innovar y combina su granja de caracoles con el pistacho y el almendro. Ha perdido poder adquisitivo, especialmente por la COVID-19, pero él le da valor especialmente a la libertad con la que trabaja.
Vende en toda España pero asegura que el 80% lo hace a través de Amazon porque aunque le cobran una comisión considerable, le da «ese plus de márketing gratis» que necesita para que su género se conozca y llegue a todos los sitios.
EL APICULTOR DE ALBACETE
Juan Miguel Martínez es apicultor en Casas Ibáñez (Albacete) y comenzó con la venta directa a través de Internet y el reparto a domicilio hace años, aunque reconoce que el nuevo decreto era necesario. «El real decreto del Gobierno nacional ya permitía la venta directa, lo que faltaba era que la comunidad autónoma lo regularizara».
Martínez ha destacado lo ventajoso de la venta directa sin intermediarios. «Mis productos los vendo directamente al consumidor y eso permite sacar algún euro más que si lo vendes al intermediario, tiene más trabajo pero merece la pena», ha señalado.
Juan Miguel empezó hace 20 años con su negocio como autónomo y así continúa, «bastante es que llego yo solo a final de año». Su producto principal es la miel, con la venta de unos 2.000 kilos anuales, unos 10 kilos por colmena.
Sobre si ha bajado el nivel de negocio durante la pandemia, ha explicado que, gracias a que no tiene local de venta, lo que le permite ahorrar en gastos de alquiler y mantenimiento, y que la mayor demanda le llega a través de Internet, el volumen de ventas apenas varió. «Vendo lo mismo, la pandemia, por suerte, no me ha afectado».
ACEITE LOS TALLAOS DE CAMUÑAS
Desde Camuñas (Toledo), Daniel Cano se ha embarcado en esta aventura poniendo a la venta aceite de oliva virgen extra ecológico con el nombre de ‘Los Tallaos’. En declaraciones a Europa Press ha explicado que esta empresa familiar lleva haciendo aceite dos años y produciendo aceituna ya llevan cinco generaciones.
Esta empresa familiar comenzó hace muchos años plantando olivos y produciendo aceituna que se llevaba a la cooperativa. Daniel es la quinta generación y ha comenzado a hacer aceite de oliva de forma ecológica. «No queríamos quedarnos sólo en producir aceituna sino producir el aceite», ha declarado este joven de 27 años.
Por culpa de la pandemia ha habido menos ventas, reconoce Cano, quien ha explicado que ellos hacen unas 1.200 botellas por campaña ya que es una edición limitada. Principalmente, el producto va a parar a Toledo, Madrid, algo a Andalucía y Valencia.
El objetivo que se marca esta empresa familiar es seguir haciendo aceite de calidad, «cuidando» el producto desde el origen.
CUENCA Y LA VENTA DE TRUFA
En la provincia de Cuenca nos encontramos a Javier González, que desde hace ya 10 años se dedica al cultivo de la trufa en unos terrenos familiares en Vega del Codorno. Aunque empezó hace ya una década con el cultivo, no ha sido hasta ahora cuando las tierras han comenzado a producir de una forma mayor.
González ha asegurado que desde que la Junta lanzó este decreto ya ha comercializado de forma directa en torno a 2 o 3 kilos, ya que, tal y como asegura, «el resto habitualmente se vende a mayoristas». Aunque de momento hayan sido cantidades pequeñas, «vienen muy bien sobre todo en épocas como esta, en los que los precios están muy bajos con los mayoristas».
Todo lo que ha vendido ha sido de forma presencial, y sobre todo a gente que sabe que él se dedica al cultivo de la trufa y que le contactan a través de amigos y conocidos. Aunque este agricultor trabaja en la administración pública, se dedica también al cultivo de la trufa «por romanticismo». Entonces, los fines de semana cuando sube a Vega del Codorno prepara la trufa que le han reservado y la baja a la capital, donde la comercializa.
Por este motivo, la trufa es el único producto agroalimentario que comercializa González, y lo ha hecho de forma presencial, llevándose «una alegría» cuando vio el decreto de la Junta, porque le abrieron «un poco los ojos» para tener «un poco la base legal y poder así vender de forma directa».
Al mismo tiempo, este trufero ha recordado que fue hace ya una década cuando en unos terrenos familiares empezó a cultivar la trufa. «Este es un cultivo muy largo porque precisamente son 10 años lo que necesita el producto para poder empezar a coger grandes cantidades, ya que en estos tiempos lo que se ha recogido de producto ha sido testimonial», ha reconocido.
Fue hace dos años cuando la trufa ya empezó a ser más abundante y, en este 2021, aunque «no sea para tirar cohetes», la producción ya está siendo mayor y en un día puede recoger en torno a 2 o 3 kilos.