Este año 2020 en Toledo se celebrarán efemérides relacionadas con María Pacheco, Benito Pérez Galdós y, entre 2021 y 2022, ya están anunciados actos alrededor de Alfonso X el Sabio, la celebración del nacimiento de Miguel Delibes y muchas otras repartidas por nuestro país. También el fallecimiento de Janis Joplin y Jimi Hendrix y la séptima misión tripulada del programa Apolo se celebrarán a nivel internacional, solo por nombrar algunas.
Y justo hemos conocido con sorpresa y tristeza las noticias que hablan de cómo la CRUE (Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas) avala que se limite la oferta de títulos y enseñanzas con baja inserción laboral o baja calidad de la mismas en la universidad, entre las cuales han decidido ubicar las de Artes y Humanidades.
Desde hace tiempo se habla de ello, pero ahora los rectores han aceptado el discurso mercantilista para la educación y consideran solo estudios útiles aquellos que tienen capacidad de salida laboral. Además de rechazar que el perfil de Artes y Humanidades no sea empleable, nosotras seguimos buscando una sociedad crítica, culta y formada que sea capaz de contraponer al discurso de cualquier partido (como el que recientemente abraza la figura de Don Pelayo y sus gestas), otro que inserte la figura en su contexto y que haga imposible tragarse falacias sin pensar ni cuestionar más allá de la épica y las batallas.
Somos muchas las que hablamos de conocer los errores del pasado para no repetirlos en el futuro, pero si desconocemos los errores y también los aciertos ¿cómo no vamos a repetirlo en ninguna ocasión? Si sólo atendemos a estudios productivos económicamente y que resulten rentables laboralmente, ¿quién hablará o estudiará sobre la mitad de la población, las mujeres, cuyo trabajo de cuidados resulta altamente rentable a la economía pero no está remunerado?
Las mujeres hemos sostenido desde antiguo las economías familiares y globales, con nuestra dedicación a los cuidados, a la organización y disposición de nuestros descendientes y ascendentes pero sin reconocimiento y sin contratos que reconozcan como un empleo esta dedicación y solo recientemente se están estudiando las aportaciones de las mujeres en todos los ámbitos y, de manera aún tímida, en la universidad.
Es imposible aprender de lo que se desconoce, si eliminamos las Humanidades vamos a saber contar, vamos a saber hacer puentes, pero no vamos a conocer nuestra historia ni lejana, ni cercana. Sabíamos que la empresa hacía tiempo que quería meter sus garras en la universidad, lo que llama mucho más la atención es que los rectores les abran las puertas y también ponga la banda de música y los aplausos.
En Castilla-La Mancha tenemos una facultad de Humanidades, másteres y cursos de postgrado de amplia matrícula y campus en todas las provincias. La propuesta pudiera ser que todos ellos y ellas dejen de estudiar o que se integren directamente en las carreras tecnológicas, algo que por otra parte no sabemos si el mercado sería capaz de absorber toda esa demanda.
Se nos llenan los ojos de lágrimas y los armarios de ropa de gala cuando pensamos en la celebración de efemérides, pero despreciamos a los futuros analistas, recopiladores y conservadores de la información que sustentará tanta celebración. La sociedad no puede estar integrada sólo de útiles trabajadoras formadas para consumo del mercado o relegadas al sostenimiento de la economía intrafamiliar, necesita personas críticas y reflexivas que fomenten la comunicación y el trabajo colectivo, reconozcan y apliquen los derechos laborales, solidarias y conocedoras de su historia.
Muchas incertidumbres y una certidumbre como el título de la película de Díaz Yanes, sin humanidades “nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto”.