¡Oh capitán, mi capitán!
Terminó nuestro espantoso viaje,
el navío ha salvado todos los escollos,
hemos ganado el codiciado premio.
Ya llegamos a puerto, ya oigo las campanas,
Ya el pueblo acude gozoso.
Los ojos siguen la firme quilla del navío resuelto y audaz.
Más, ¡oh, corazón, corazón, corazón!
¡oh rojas gotas sangrantes!
Mirad, mi capitán en la cubierta.
(Walt Whitman)
Buenos días papá:
Ya sabes que mi timidez me hace muchas veces mantenerme en un segundo plano y que no me gusta “figurar”, como dicen en tu amado Tomelloso. Pero hoy me dispongo a seguir tu estela de escritor para rendirte el homenaje que mereces no sólo como maestro, político y prohombre de Tomelloso, sino especialmente como padre, marido, hermano, hijo y amigo.
Hablar de tus méritos políticos sería redundar en lo ya dicho y reconocido por una gran cantidad de tomelloseros y tomelloseras que te recuerdan como el mejor servidor público que ha tenido nuestro pueblo. Pero yo te escribo esta carta para remarcar tus méritos como ser humano, que son los que engrandecen tu figura.
– Como padre, junto con mamá, has sabido educarnos a Sara y a mí en el respeto a los demás, en la política del esfuerzo y la constancia para conseguir nuestros objetivos, en la humildad y a la vez el orgullo de nuestros orígenes y especialmente porque nos has legado tu gran don: la delicada sensibilidad y empatía hacía el prójimo. Ese don que sólo personas tan excepcionales como tú desarrollan y que te hace ver el mundo con un ojo crítico, que aunque a veces genera incomprensión, es tu mejor arma para combatir injusticias y mezquindades.
Has sabido educar sin aleccionar, guiar sin imponer, dar sin exigir nada a cambio, y desvivirte para que Sara y yo seamos mujeres de provecho, justas y valientes. A veces cuando me pregunto por qué estudié Derecho llego a la conclusión de que no podía ser de otra manera, pues he heredado tu sentido de la justicia.
– Como marido, has formado con mamá el tándem perfecto. Os habéis apoyado y aconsejado en los buenos momentos y en los no tan buenos, y os habéis querido de manera sincera, leal y cómplice, sirviéndonos de espejo en el que mirarnos a Sara y a mí.
– Como hermano, has estado siempre al lado de la tita, coordinándoos en el cuidado de los abuelitos de una manera ejemplar a ojos de cualquier hijo y dando un sentido completo a lo que debe significar una relación de hermanos.
– Y qué decir de como hijo…
El orgullo de los abuelitos por sus hijos nunca ha sido fruto de una querencia ramplona, sino de la observación y admiración por las grandes personas en que os habéis convertido la tita y tú. Has dado todo de ti para cuidar a tus padres con exquisita ternura y dedicación, como el buen hijo que sabe agradecer a sus padres los esfuerzos hechos por ellos anteriormente.
– Y por último, como amigo has sabido entender la amistad libre de intereses y prejuicios. Muestra de ello son los grandísimos amigos que has ido haciendo en todos los momentos de tu vida y que has conservado a lo largo del tiempo. Muchos de ellos han traspasado la categoría de amigos y se han convertido en familia.
Por todo esto, papá, sólo me queda darte las gracias una y mil veces
Para mí, papá, hoy no es un día triste porque como dijo un sabio “las personas sólo mueren cuando son olvidadas” y a la vista de todas las muestras de cariño que hemos recibido estos días de toda la gente con la que te has cruzado en estos años y del extraordinario recuerdo que tienen de ti muchos tomelloseros y tomelloseras, yo diría que estás más vivo que nunca y que sigues alumbrando nuestro camino dejando tu impronta en cada paso que damos.
Además sé que has vuelto a los añorados brazos de una madre, en los que siempre se encuentra el consuelo y la paz que se necesita.
Yo, tu chiquitina, como siempre me dices, te sigo encontrando cada día con el primer rayo de sol que alumbra la llanura de nuestro querido Tomelloso.
Muchas gracias a todos los tomelloseros y tomelloseras que han llorado como propia nuestra pérdida y que nos han mostrado su apoyo y afecto estos días, especialmente y como siempre, a Antonio y a Julián.
