En estos últimos meses nos hemos encontrado con la incertidumbre que rompe nuestras agendas y los planes que ya teníamos previstos de antemano. Han sido semanas muy duras e intensas, donde hemos descubierto que nuestra fragilidad viene determinada por un virus y que nuestra mayor fortaleza está en las redes de apoyo.
Una de esas redes de apoyo es la complicidad entre mujeres, esa que te protege ante todas las adversidades que nos son comunes y que va tejiendo una malla difícil de romper. Para mi esa relación se construye con la empatía, la solidaridad y el cuidado mutuo. Qué necesario es hablar con una amiga que comprende tus inquietudes y miedos, qué importante es compartir con mujeres espacios colectivos y qué imprescindibles son los soportes de otras para construirnos a nosotras mismas. En definitiva, la sororidad es esencial.
Aprovechemos la nueva normalidad para reencontrarnos con compañeras, amigas y sorihermanas. No perdamos más el tiempo y salgamos a buscar a esas mujeres luchadoras que con sólo mirarnos a los ojos nos comprenden sin utilizar las palabras, son miradas que reconfortan y nos hacen sentir que formas parte de algo muy importante.
A pesar de los reencuentros, en esta nueva realidad echaré en falta los abrazos sororos que te llenan de energía y fuerza para superar cualquier obstáculo. Esos abrazos sororos que con un apretón reconstruye todos los pedacitos que se han ido rompiendo por diferentes circunstancias. Esos abrazos sororos que te recuerdan que no estás sola y que nunca lo estarás.
Aún queda un largo camino por recorrer pero si el trayecto lo hacemos acompañadas con amigas siempre será más sencillo, corto y divertido porque juntas somos invencibles. Mientras tanto, guardaré todos los abrazos sororos que tengo pendientes.