Estamos en plena campaña de vendimia y es necesario hacer un análisis de la misma, del sector y de las necesidades que plantea en el presente, siempre mirando hacia el futuro e intentándonos anticipar a los tan temidos “dientes de sierra”. Es preciso que el sector esté “en nuestras manos”, y no en manos de factores externos, como la climatología, que este año ha tenido el “poder” de regular la campaña y normalizarla.
Las cifras de existencias a 31 de julio de 2019, y las previsiones de cosecha en los ámbitos regional, nacional, europeo y mundial, hacen pensar que el equilibrio de mercado, roto en la pasada campaña 2018/19, cuando se rozaron récords productivos en todos los ámbitos, puede que se restablezca, al compensar la mayor bajada de las estimaciones productivas, respecto a las esperadas subidas de existencias de inicio.
La previsión de producción en Castilla-La Mancha ronda los 19 millones de hectolitros de vino y mosto (2 millones menos que las estimadas en julio). Las vendimias de las variedades más tempranas en todas las zonas vitivinícolas regionales han mermado entre un 30 y un 50% respecto al año anterior, por lo que dichas circunstancias pueden estar adelantando una caída parecida en las variedades autóctonas mayoritarias (Airén, Bobal, Monastrell, etc.). Es preciso ver, tras la “gota fría”, si el agua caída ha podido recuperar el peso del racimo y, por tanto, se modera la previsión a la baja de la cosecha.
Datos nacionales, europeos y mundiales
En el ámbito nacional, la producción se espera ronde entre los 36,5 y 37 millones de hectolitros, lo que supone una campaña baja respecto a los últimos cinco años, ya que casi la totalidad de las Comunidades Autónomas obtendrán un descenso, más acentuado en el centro y sur peninsular, que en el Levante y el tercio norte. Sin embargo esta cifra se verá condicionada por la producción de nuestra región, la principal productora de España.
En el contexto europeo también podemos hablar de una tendencia a la baja, con cifras inferiores a años anteriores en Francia, Italia o Alemania. Si a esto le sumamos que en Estados Unidos también se espera una vendimia ligeramente inferior, la producción mundial este 2019 bajará hasta niveles muy similares a los de 2017, es decir, unos 250 millones de hl, y en el ámbito productivo estaríamos hablando de en torno a 42 millones de hl menos que el pasado año.
Equilibrio razonable
En este punto, podemos afirmar que el panorama vitivinícola mundial volverá a un equilibrio razonable, ya que las existencias, tras la campaña de vendimia de 2018 en la que se volvieron a rozar récords con 292,3 millones de hl de vino producidos en el mundo, aun siendo elevadas no serán tan altas como para compensar las pérdidas por producción. Por lo tanto, llegamos a un deseado equilibrio.
Es cierto que las existencias actuales en Castilla-La Mancha, según el INFOVI, han alcanzado los 11,2 millones de hl de vino (casi 4 millones más que el año anterior), y en España, los 37 millones. Sin embargo, comparando las disponibilidades, es decir, producción más existencias, de vino en ambas campañas, estas son menos cuantiosas que en la pasada campaña. Por eso, volvemos a reiterar que es previsible que el equilibrio de mercado vuelva, tras la corrección traducida en unos 5 millones de hl menos de vino, al ser mayor la bajada en producción (-12,5) que la subida en existencias en la presente campaña (+7,5).
No podemos apelar a la suerte
Todos estos datos nos dan la evidencia de que la climatología ha corregido los desequilibrios de mercado mucho mejor que las medidas de regulación de mercado que los gobiernos no terminan de poner en marcha.
Una vez más la suerte ha acompañado al sector, pero no siempre podemos confiar en factores externos para equilibrar las campañas; es necesario tomarse en serio la adopción de medidas de regulación de mercado que prevengan desequilibrios productivos en campañas determinadas, y que proporcionen producciones estables, siempre buscando la calidad de la materia prima y de sus transformados. Evitaremos así la enorme volatilidad de los precios de los productos vitivinícolas (entre campañas escasas y abundantes), y que situaciones como las de los años 2013 y 2014, y que han estado a punto de ocurrir en 2018 y en este año, vuelvan a suceder.
Por tanto, es urgente que sin demora, con firmeza y decisión se implementen medidas (no sólo en España, sino también en el resto de la Unión Europea), de forma que las bodegas se autorregulen a partir de la próxima campaña 2020/21; si no es así, puede que volvamos de nuevo a tropezar en la misma piedra, con consecuencias nefastas para quienes viven de la vid y el vino en territorios como Castilla-La Mancha, y también en el resto de España.