La primavera es una época en la que ya empezamos a mirar nuestras explotaciones con expectación; la que nos provoca un tiempo cambiante, más primaveral imposible. En este clima nos encontramos ante una calma tensa, con los mercados situados a la baja expectantes de la climatología que estamos viviendo con estas variaciones entre la sequía de hace no tanto tiempo y las lluvias actuales, así como el miedo a las heladas que pudiéramos sufrir.
En una campaña como esta, la de 2018, que ha sido muy alta con una producción de 49,2 millones de hectólitros (44,4 de vino); nos encontramos con unas existencias elevadas (a 30 de noviembre) de 65,9 millones de hectólitros de vino y mosto, lo que supone un 13 % más que el año pasado a esas fechas. Mientras que las exportaciones, según los últimos datos han bajado un 15,3 % respecto al mismo periodo de la campaña anterior. A lo cual podemos unirle que las exportaciones de nuestros principales clientes, como Francia e Italia, son muy bajas. Situaciones que degeneran en un cúmulo de especulación y expectación de lo más perjudicial. Más si tenemos en cuenta que el mundo del vino se mueve por intuiciones, previsiones, este daño podría provocar, subir, bajar, etcétera. Y claro, las intuiciones e incertidumbres generan la situación de inestabilidad actual.
Así, una de las propuestas de UPA es hacer igual que en otras zonas de Europa, pasar del sistema de producción industrial, con mucho vino a granel, a otro tipo de vinos. Porque en España seguimos teniendo mucho vino de mesa, y mucho vino a granel. Y claro, el primer pensamiento es: “Ojalá pudiéramos venderlo todo embotellado” pero es complicado. Aunque esto no quita para que apostemos por ese vino diferenciado, de calidad, con visión de futuro.
Con algunas opciones, como por ejemplo mejorar la imagen de un territorio, así como la necesidad de incrementar el desarrollo de las DO, trasladar al consumidor lo que significan, lo que suponen, lo que es un producto diferenciado. Tendríamos que imitar a la vecina Francia, con sus pequeños terroirs. Incluso lo que se hace en algunas partes de la Rioja para que el consumidor disfrute de esta sensación de probar un vino vinculado a una parcela.
Pero claro, son necesarios una serie de controles, herramientas como los contratos tipo homologados, una herramienta poderosa para evitar estos vaivenes de producción y garantizar este futuro y esta calidad diferenciada de la que hablo, la que otorga más valor añadido.
Dentro de la ley de la cadena agroalimentaria se debería desarrollar la importante cuestión de las prácticas desleales. Estamos pendientes de la votación de la nueva directiva europea aunque desde UPA consideramos que deben ser más estrictos porque los agricultores debemos percibir cómo se persiguen y castigan este tipo de prácticas desleales orientadas a los precios bajos. Hace falta esta definición de precio bajo, aunque nosotros lo sabemos bien. Un precio bajo para el viticultor es sencillo: los costes de producción. Unos costes que debe recoger el contrato tipo homologado y, sobre todo, disponer de herramientas para frenar a competencia sobre esos precios bajos. En esta fórmula de precios, debe de haber una relación legal con indicadores de precios o costes de producción, saberlos y qué precios está habiendo, con un papel fundamental de la interprofesión.
Consideramos que la ley de la cadena debe de recoger estas reglas y sanciones, por ejemplo si el distribuidor tiene un margen excesivo. Porque la directiva tiene que denunciar la diferencia de precio entre viticultor y comercial para equiparar fuerzas dentro de la cadena. En UPA vemos esa necesidad y que España pueda acogerse a esta normativa, sin despreciar las medidas del 166 y 167 de la PAC y sin perder de vista de dónde venimos, la anterior OCM de 2008.
También creemos necesario un esfuerzo en la trazabilidad del etiquetado sobre el origen del producto: esencial para viticultor y consumidor. Calidad, diferenciación, terreno, sabores únicos para un público cada vez más variado y exigente.
Desde UPA abogamos por reforzar el papel del viticultor. Dentro de un mercado del vino globalizado es necesario disponer de estas herramientas y utilizarlas para evitar fluctuaciones, especulaciones y vaivenes; porque las intuiciones son buenas en según qué ámbito pero la certeza de un producto de calidad consolida un mercado.