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Juan Carlos Vizcarra. De casta le viene al galgo

En la época de los años 80, cuando casi nadie apostaba ya por la viticultura en La Ribera del Duero, José Manuel Vizcarra marcó la diferencia: plantó viñas aun observando cómo sus vecinos abandonaban esta práctica.

Llegaron entonces los años noventa y su hijo, Juan Carlos Vizcarra, cogió el testigo de su familia tras haberse formado como enólogo en Logroño. Todo comenzó en una modesta instalación, más pequeña incluso que un garaje, pero que se convertiría en el lugar de inicio para elaborar sus vinos, con uvas procedentes de sus viñedos.

Juan Carlos Vizcarra. De casta le viene al galgo

A Juan Carlos solo le hacía falta su pequeña bodega en Mambrilla de Castrejon y un Citroën C15 con el que comercializar sus vinos. Sus primeras elaboraciones eran jóvenes y maceraciones carbónicas. Pronto, estos vinos pasarían a ser reconocidos y laureados como producciones completamente inusuales en la zona. Una vez más, la familia Vizcarra marcaba la diferencia.

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Un gran impulso para esta historia de crecimiento se produjo cuando su maceración carbónica de la cosecha del 95 fue premiado con una «Gran Medalla de Oro» en el concurso BACCHUSS 96.

Fue en el año 2007 cuando el negocio de Juan Carlos había dado los frutos suficientes como para que su trabajo se trasladase desde aquella pequeña instalación, donde había comenzado todo, hasta unas nuevas instalaciones en su pueblo.

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La historia había cambiado: ya no trabajaba solo con un “pequeño garaje” y su Citroën, sino que ahora todos los procesos de su vino, tanto de elaboración como de crianza, se realizaban con un mecanismo de gravedad, eliminando el empleo de bombas y empezando así a realizar vinos más complejos y de guarda.

A día de hoy, sus vinos han logrado un amplio reconocimiento internacional, lo que ha demostrado que su negocio no tiene nada que envidiarle a sus comienzos. Sin embargo, hay algo que no ha cambiado en Juan Carlos, y es su curiosidad y su interés por la viticultura y la enología, una pasión que aún mantiene intacta.

A pesar de que vive en la tierra donde reina la despoblación y el abandono, Juan Carlos supo heredar de su padre una gran capacidad de nadar contra la corriente, algo que, aunque nunca es fácil, termina dando sus frutos.

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