El territorio que se analiza comprende los núcleos urbanos de Argamasilla de Alba y de Tomelloso cuyos términos municipales se extienden entre el Campo de Montiel y la llanura Manchega, integrando una población de más de 40.000 hab; 36.281 hab. Tomelloso y 6.928 Argamasilla de Alba (INE, 2017) (Figura 1). Son dos municipios que pertenecen a la provincia de Ciudad Real, dentro de la CCAA de Castilla-La Mancha y en el centro de un importante nudo de comunicaciones formado en la actualidad por las autovías A-43 (Lisboa-Valencia) y la Autovía de los Viñedos CM-42 (Toledo-Tomelloso), que conectan este ámbito con prácticamente todo el territorio nacional y especialmente el Levante español.
Desde un punto de vista natural, el relieve se caracteriza por su planitud, con altitudes medias entre los 680 y 700 metros, por su escasa pendiente (Figura 2) y por elevaciones hacia el sur de ambos términos que marcan el límite de la llanura, con altitudes que oscilan entre los 680 y 970 metros sobre el nivel del mar (Sánchez, 2001: 72). Por su parte, nos encontramos con un clima clasificado como “mediterráneo continental”, con una temperatura media anual de 13ºC y precipitaciones que rondan los 400 mm, siendo algo más elevadas en el Campo de Montiel. Estas precipitaciones normalmente son escasas e irregulares, concentrándose en primavera y otoño, mientras que la aridez se impone en los meses veraniegos.
La consecuencia del relieve y del clima local condicionaran el comportamiento de la red hidrográfica, siendo el Embalse de Peñarroya el punto de salida natural del río Guadiana Alto desde el Campo de Montiel, como demuestra el modelo digital del terreno, donde se muestra el cauce del río y los antiguos arroyos que formaban parte del mismo (Figura 4). El Guadiana Alto atraviesa este espacio en sentido sur-norte entre las dos poblaciones, desarrollando un amplio sistema de regadíos que se abastecen de las aguas del Embalse de Peñarroya, y de las aguas subterráneas de los dos acuíferos más importantes de la Cuenca Alta del Guadiana: el acuífero del Campo de Montiel y el acuífero de la llanura Manchega (Figura 5).
Este río tiene su origen en el Campo de Montiel y entra en la llanura manchega, donde antiguamente sus aguas eran canalizadas hacia Tomelloso y Argamasilla de Alba para mover molinos y regar huertas (con el ancho de una acequia) desapareciendo a los pocos kilómetros: “Pasada Argamasilla, el Guadiana se va haciendo cada vez más exiguo hasta que acaba por desaparecer” (Jessen, 1928:289-90). El encharcamiento de la vega de Argamasilla de Alba fue de los aspectos más característicos del río hasta la inauguración del Embalse de Peñarroya, especialmente durante el invierno cuando llevaba caudal, mientras que en el verano perdía el caudal por completo (Figura 6) (Figura 7).
El paisaje natural del Guadiana Alto ha sido intensamente alterado a lo largo del tiempo en sustitución de espacios cultivados. Durante siglos, la llanura estuvo cubierta por una extenso encinar de carrasca y las áreas encharcadas por juncos laguneros, eneas, masiegas y carrizales (Velasco, 2003: 49-50). Además, se aprovecharon los cauces de los ríos para los cultivos de huertas, la plantación de árboles y utilización de la madera, mediante chopos, álamos blancos, saucedas, cañaverales espadañales y herbazales. Con el funcionamiento del área regable de Peñarroya, se sustituyó el modo de cultivo tradicional por los cultivos industriales de vid y herbáceos de regadío (Figura 8) (Figura 9).
La ocupación humana de Argamasilla de Alba-Tomelloso
La historia del poblamiento en el Guadiana Alto se remonta cronológicamente hasta la época paleolítica, periodo del que se han encontrado restos de asentamientos en Ruidera desde hace unos 700.000 años, ocupando las vegas y los abrigos naturales.
Posteriormente, durante la Edad de Bronce (III-II milenio a.C) tuvo lugar el desarrollo de la denominada “Cultura de las Motillas”, antiguas construcciones defendidas por el agua (Serna y Gaviria, 1995:359). En el Guadiana Alto, encontramos por ejemplo la Motilla de La Membrilleja, del Retamar o de Santa María del Guadiana, demostrando que el agua jugó un papel fundamental en todo este proceso (Figura 10). Tras la Reconquista, la Orden de San Juan impulsó la repoblación de La Mancha mediante la construcción de castillos en la cabecera del Guadiana durante el siglo XIII (Ruiz y Molero, 2003: 93-177), sirviendo el propio río como límite fronterizo entre los territorios de la Orden de San Juan hacia el oeste y de Santiago hacia el este.
Ismael Morales Muñoz
Graduado en Geografía y Ordenación del Territorio por la UCLM