La pasada noche el salón de actos del IES Eladio Cabañero fue escenario de un espectáculo tan insólito como memorable. Mark Stevenson, creador del llamado “optimismo pragmático”, insiste en que en un mundo en aparente debacle, nuestra capacidad para imaginar y creer que las cosas pueden mejorarse es crucial. Uno de los principios clave para conseguirlo, según este gurú del coaching es, precisamente, que las personas se involucren en proyectos que vayan más allá de sí mismas. En definitiva, romper el cerco de individualismo y aislamiento para formar parte efectiva de la sociedad. Este ingrediente suele estar en todas las recetas que prometen felicidad y lejos de parecer puro humo, anoche al menos tuvo todo el sentido del mundo.
En la II Jornada de convivencia musical de bandas de rock de institutos de Tomelloso se congregaron seis grupos formados por padres, alumnos, antiguos alumnos y profesores. Todos los centros educativos de Secundaria y Bachillerato de Tomelloso estuvieron representados, en mayor o menor medida. Más de cuarenta músicos en el escenario, en un arco de edad que fue de los doce a los cincuenta años. Entre el público había niños, adolescentes, padres, abuelos, profesores. El evento pudo llegar a reunir en total a más de trescientas personas, buena parte dejó además su grano de arena solidario.
La comunidad escolar de Tomelloso se mostró rocosa y cohesionada. El respeto y la atención para todos fue la tónica general. Es una gran noticia, para una sociedad, que se puedan hacer estos eventos y que haya una respuesta tan notable. Porque, como nos dice Mark Stevenson, para mejorar el mundo hay que creer que se puede hacerlo. Y tener una sociedad preparada para olvidar o al menos obviar las diferencias generacionales, para romper la pantalla de cristal que a veces se levanta entre padres y profesores, para darle la vuelta a la clásica relación profesor-alumno, que implica a partes iguales sumisión y rebelión, en definitiva, tener en Tomelloso una sociedad que es capaz de derribar esa muralla como si fuera de papel, es la evidencia más fuerte que conozco para creer que sí, que es posible mejorar el mundo y en definitiva, disponemos de una masa social y ciudadana con suficiente músculo como para proponérselo. La carrera solidaria del día 6 de abril, organizada también por varios centros educativos, será otra nueva muestra de lo que trato de decir.
Y como pequeña pieza de este grandioso engranaje, no me he resistido nada más levantarme a hacer una sencilla crónica musical y ahí va.
Abrió la jornada el grupo Eladio Cañero, del que uno forma parte, banda integrada por tres profesores y ocho alumnos del IES Eladio Cabañero que surgió por el impulso optimista de Antonio Buendía. Cuatro temas fraguados con tenacidad minera durante ensayos de veinticinco minutos, casi todos los recreos, semana tras semana, facilitados por la paciencia de otros compañeros y alumnos. La diversidad de sus componentes se tenía que trasladar al repertorio. A Eurythmics, con una lograda armonía vocal, le siguió La Guardia en una versión melosa a la que el profe Ángel le puso toda su pasión, una electrizante versión de Bon Jovi y cerramos con un final clásico, presentación de la banda incluida, con el riff al teclado de Walk of Life de fondo, tema de Dire Straits archiconocido y que Mark Knopfler dedicó a todos los músicos callejeros del mundo. Vamos a parafrasear al gran guitarrista de Glasgow concluyendo que fue nuestro particular homenaje a todos los músicos escolares.
Le siguieron, sin alterar el pulso, los Pavon Stones, integrado por profesores del Alto Guadiana y del Francisco García Pavón. Dos guitarras y un teclado que dieron un somero repaso a algunos clásicos de nuestro rock. Quedó en el aire un aroma a Pepe Risi, Loquillo o Coque Maya, a rock ibérico de patilla y carajillo, donde se involucró, no solo el público más maduro, sino un activo sector de jóvenes.
Es verdad que la música tiene esa capacidad de pegamento, afirmación que quedó refrendada con el tercer grupo de la noche, Break delirium, formado por un grupo de alumnas de la Escuela de Artes Antonio López, IES Airén y una guitarrista del IES Eladio Cabañero. A pesar de su juventud, me sorprendió algo que en música tiene la capacidad de remover emociones y generar sentimientos y es la expresividad. No cantaban estas chicas como en una función de Karaoke. En uno de los temas, con el contrapunto del violín y el piano a una voz desgarradora, imaginé a Janis Joplin sacudirse el polvo de su tumba, cogerse de la mano con Bjork y practicar una posesión musical a una adolescente de quince años, cosa que no se ve todos los días. Acabaron este delirium con un himno de mi juventud y por lo visto, de la actual: Smells Like Teen Spirit. No es tan raro que dos generaciones se imbriquen alrededor de cuatro acordes devastadores, porque sus versos expresan rebeldía y son un canto de rabia contra la apatía y el conformismo. Esta actitud no debería ser patrimonio exclusivo de la adolescencia.
Dos baquetas arrojadas a la tarima, en un éxtasis rockero, dieron la claqueta para el cuarto de la noche, un grupo integrado por padres de alumnos de IES Eladio Cabañero y profesores del IES Alto Guadiana y el IES Airén. Se trata de los Presocráticos del rock and roll, banda cuyo nombre remite a Tales de Mileto, pero que dejó claro cuál era su pedigrí al afrontar con gran pericia instrumental cuatro clásicos de las seis cuerdas. Los Rolling Stones, entre otros, sonaron revividos por estos versátiles músicos, que cerraron, simbólicamente, con otro himno del rock patrio, “Agradecido”, del gran Rosendo Mercado.
Y es de bien nacido ser agradecido, y cuando hablamos de mejorar el mundo, siempre hay individuos que están en la vanguardia. En este caso, fue el profesor de Filosofía Jesús Rincón, del IES Airén el que accionó el mecanismo y dispuso gran parte de los medios técnicos para que todo fuera posible, con una actitud humana que me impresionó, especialmente cuando al comenzar un tema hubo una especie de desajuste y con una sonrisa, recomenzó como si simplemente viera llover. Este tipo de impulso creo que define muy bien el potencial que un docente bien ubicado tiene en la sociedad donde vive y también entra dentro del optimismo pragmático de Mark Stevenson. Pero no me voy del asunto, Jesús Rincón llevó la batuta de C.I. 160, que dispusieron con habilidad varios temas del lado más sentimental del hard rock. Género famoso por su capacidad para emocionar, como si fuera un bolero, a través de baladas inolvidables, C.I. 160 se puso a la tarea. Dando la cara, cuatro voces bien cohesionadas, expresivas y potentes, una profesora y tres alumnas. Un violín que logró adaptar su instrumento a las peculiaridades del hard rock, lo que dice mucho del nivel musical que se pudo ver en ocasiones a lo largo de estas jornadas. Al piano, la auxiliar de conversación, francesa, con lo que el evento tuvo su toque pro-europeo. Aerosmith o Guns and Roses pusieron la lagrimilla en el respetable, pero para no pecar de blandos, los de Jesús Rincón acabaron con Highway to Hell.
Y esa autopista de fuego, un ticket sin retorno al rock más grueso, la tendieron Consumo Preferente, formado por antiguos alumnos del IES Alto Guadiana, IES Airén y IES Francisco García Pavón. Con una cantante que por voz y actitud me recordó a grandes divas del punk ochentero, como Ana Curra y un guitarrista diestro, limpio y que supo combinar técnica y expresión, llevaron a cabo varias versiones con la energía exigida al grupo que cierra un evento. Sonaron Jet, Héroes del Silencio, Mago de Oz, Iron Maiden y System of a Down, si no me falla la memoria, haciendo gala de una gran versatilidad. Un sonido compacto, bien resuelto. Ante las peticiones de un grupo de jóvenes entregados, regalaron un divertido bis con, me chivaron al oído, la sintonía de Digimon en español.
Y esto dio de sí la noche, al menos para mí. Que no es poco. Esperemos que el acto se repita y en un futuro cuente además con ayuda institucional para hacerlo más grande, más masivo y con aún más gente. Salud.
Gerardo Vázquez