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lunes, 22 abril

¡Vivan las dictaduras! -1-

¡Vivan las dictaduras! -1-

Con este titular quiero llamar tu atención, querido lector (como dicen los escritores de éxito), para distraerte un rato y hacerte pensar leyendo el presente escrito, que te dedico de corazón.

No, no voy a elaborar un mitin en sobre las formas políticas encabezadas por dictadores actuales ni tragados por el tiempo, ya hay bastante gente trabajando ese tema.

Quiero reflexionar un rato sobre tres dictaduras sociales que afectan a un gran número de personas de ambos sexos y voy a llamarlas de esta  manera: “La dictadura del botellón”, “La dictadura de los tacones” y “La dictadura del running”.

Veamos: “La dictadura del botellón”.  No hace falta explicar en qué consiste; la conocen los hijos, padres y abuelos. Una razón convincente, además de otras muchas socio-comunitarias necesitadas de estudio, para su existencia es la falta de liquidez entre  los jóvenes, para pasar la noche de fiesta en discotecas u otros lugares más cómodos.

Al que escribe, que ya tiene sus años, le resulta curioso el fenómeno. Vamos a ver en qué consiste: Lo primero e imprescindible es encontrar quién compre los productos necesarios, sobre todo si se es menor de edad. Ya que hemos encontrado al comprador, buscaremos una entidad comercial de servicio a estas horas, porque las horas en que salimos son más bien la media noche; “quedar antes es de niños” aunque muchos no pasan de los trece o catorce años y nosotros el que más y el que menos “ya sabe hacer gachas”.

Como es noche cerrada, todas las grandes superficies comerciales y hasta las tiendas de barrio están fuera de servicio, solo queda “el chino”, o sea la tienda regida por unos señores orientales que no entienden de relojes (ellos los llaman “lelojes”, por la dificultad de pronunciar las erres), aunque  yo pienso, que sí entienden de aparatos de medir horas, pero quizás alguna mafia los obliga a “dar más horas que un reloj”.

Ya que hemos encontrado “el chino”, adquirimos el alcohol necesario (whisky, ginebra, tequila, etc.), también otros líquidos para combinar: limón, naranja, coca-cola, según los gustos. Ah y los cubitos (el hielo), y los vasos, éstos que sean grandes, caben más y son más baratos.

Y ves a los chicos y a las chicas con bolsas a punto de rajarse por el peso estirando su materia plástica al máximo, y las manos…, ¡uf, las manos parece que se te cortan! Un detalle interesante, las bolsas son portadas tanto por ellos como por ellas; claro… si fueran ellos los del esfuerzo los llamaríamos machistas, que no se enteran de que las chicas también tienen su fuerza y destreza; por eso ellas también colaboran en la tarea de portar bolsas, es que están adquiriendo los mismos derechos de los hombres…

Ya son las doce de las noche y   comienza la procesión de grupos, chicos-chicas-bolsas; bolsas-chicas-chicos y así hasta el infinito. Algunos tienen coche o moto y el trayecto se hace menos penoso. ¿El trayecto hacia dónde? Pues hasta “los pinos” o  donde hayamos decido la “quedada” (así se llama ahora al hecho de juntarse en un punto y una hora un grupo de gente). No importa demasiado la climatología, únicamente en el crudo invierno de heladas alquilaremos una casa vieja y allí nos amontonaremos, digo nos juntaremos.

Estamos en el lugar de la quedada, nos ponemos en corro y comenzamos a repartir la bebida, a cada cual según sus gustos; algunos son muy ansias,  beben muy deprisa, al cabo del segundo cubata la lengua no los obedece como debiera y al rato tenemos que sufrir la pesadez de su “medio-pedo”.

Hablamos, contamos chistes, gastamos bromas, reímos, cantamos, alguien pone música, bailamos. La verdad es que nos lo pasamos muy bien.

No son todavía las dos de la mañana y ya hay gente con una borrachera de marca, hay quienes piensan que sin chisparse no hay fiesta,  hay que beber mucho y deprisa.  Pero no es verdad…

Al cabo de varios vasos la vejiga urinaria no aguanta y las ganas de miccionar se multiplican con cada minuto que pasa. Los baños más próximos están en los bares y restaurantes y no nos dejan usarlos.  Solución: nos alejamos del grupo, un árbol se presta a nuestra necesidad y descansamos con gran alivio y un suspiro de satisfacción. En otras ocasiones usamos la tapia de una casa cercana, cuyos moradores ven aumentar las manchas de humedad en las habitaciones del interior sin descubrir las razones. Esto hacen los chicos, pero las chicas ¿cómo se apañan? No tengo ni idea, será cuestión de preguntárselo alguna vez.

La amanecida está cercana y muchos grupos se diluyen por las calles buscando el relax de las sábanas, después de haber pasado una noche excelente con los amigos.

 Otros tercos y cansinos insisten en “otro cubata más”, es ya el enésimo, en ocasiones hasta la pérdida de la consciencia. Al día siguiente dolor de cabeza, jaquecas insoportables, estómagos revueltos, ojos hinchados, malestar general…

Necesito ver todo lo positivo de los que sois jóvenes. Tenéis muchísimas cualidades. Creo que mejoráis a las generaciones anteriores. Vuestros padres y profesores han hecho una gran labor en vuestra educación. Estáis más preparados en estudios, en cultura, en mentalidad, en libertad, en modos de pensar.

No podéis dejaros dominar por la dictadura del alcohol, alguien en las sombras se está aprovechando, alguien  os quiere a sus pies y de rodillas y eso, ¡NUNCA!

(Continuará)

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