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viernes, 22 noviembre
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Antonio Linares sale por la puerta grande de Valdepeñas junto a sus compañeros de terna y el mayoral

Antonio Linares sale por la puerta grande de Valdepeñas junto a sus compañeros de terna y el mayoral
Fuente: Julio César Sánchez – Lanzadigital.com
Plaza de toros de Valdepeñas. Menos de media entrada.
Se lidiaron cuatro toros de José Manuel Sánchez (segundo, tercero, cuarto y quinto), uno de Castillejo de Huebra (primero) y uno de El Pizarral (sexto). Magníficamente presentados. Buenos segundo, tercero y cuarto. Con menos entrega el resto, incluido el de El Pizarral.
Román Pérez (de grana y plata): silencio y dos orejas.
Gómez del Pilar (de azul rey y oro): dos orejas tras aviso y dos orejas.
Antonio Linares (de rosa y oro): oreja tras aviso y oreja tras aviso.
Los tres toreros salieron a hombros junto al mayoral de la ganadería.  Saludaron Miguel Ángel de las Heras y Raúl Ramírez en el tercero, Marco Leal en el cuarto y Manuel Macías en el quinto.
Hacía tiempo que en la provincia de Ciudad Real no se veía una corrida del trapío de la lidiada hoy en Valdepeñas. Pero sin ser destartalada, es decir, con hechuras de embestir. Y vaya si embistieron. Algunos, no todos. Entre los que sí lo hicieron cabe citar los que saltaron al ruedo en segundo, tercer y cuarto lugar. Si en lugar de bravura hubieran tenido malas ideas, con esa presencia, era para haber salido corriendo.
El trasteo de mayor vibración de la tarde llegó en el encastado tercero, cuya lidia estaba prevista en sexto lugar, aunque se corrió turno al devolverse el titular. Con él Antonio Linares anduvo dispuesto, componiendo la figura descolgado de hombros unas veces, y forzándola más en otras. Cortó una oreja con petición de la segunda pinchando dos veces (arriba, eso sí). Imagínense cual sería la conexión con los tendidos. No obstante, habría que hacer notar que se echó en falta más longitud y embarque en algunas fases con la mano derecha -las de mayor relajo-, que con frecuencia no llegaban mucho más allá de la cadera del torero de Tomelloso. El que cerró plaza no tuvo clase y poco cabe destacar más allá de las ceñidas bernadinas de cierre.
Gómez del Pilar derrochó ganas en sus dos faenas, pero su primero, el de mayores posibilidades de su lote, merecía un trato más sosegado que no acertó a darle. El quinto de la tarde, mirón y con genio, sí pedía mando para fijar embestidas, y Gómez del Pilar se lo dio, aunque sin lograr momentos de relieve estético.
Román Pérez hizo un esfuerzo toda la tarde, lo cual no supone que sus trasteos tuvieran el don de la brillantez. De hecho no la tuvieron. Carecieron de ajuste y armazón. Su segundo fue un gran toro con el que anduvo por allí. Pero claro, verse sin apenas haber toreado con un corridón no debe ser fácil. Lo mejor llegó en la gran estocada cobrada al primer intento.
Casi tres horas después del inicio del festejo el público abandonaba la plaza de toros de Valdepeñas sin aparente sensación de hartazgo. ¿Por qué? Quizás el hecho de haber visto una auténtica corrida de toros, por presencia y por comportamiento, tenga mucho que ver.
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