Amarrazón es una palabra que estuvo algún tiempo en el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Se registró porque salía en el Quijote. Lo que descubrieron las investigaciones posteriores es que amarrazón no era más que una errata, un amarra con que se escribió mal en una edición y que derivó en amarrazón en otras posteriores. Esta es una de las anécdotas con las que ayer el académico de la Lengua y profesor de Filología Pedro Álvarez de Miranda ilustró la impagable aportación de Cervantes al español, pues hasta sus erratas enriquecieron el idioma.
“El lenguaje es un producto democrático, solo el uso y el tiempo tienen poder sobre él”, explicó el académico en la última de las citas de Encuentros con Cervantes en Argamasilla de Alba. Álvarez de Miranda expuso las huellas léxicas de Cervantes en el español: “Azorín usó carriola, una palabra que seguramente leyó en el Quijote; es imposible oír la palabra ínsula sin pensar en la novela; los propios nombres de Quijote, Dulcinea, Maritornes o Rocinante se han lexicalizado; hay multitud de refranes que refleja la novela y otros que salen de ella como el altanero leoncitos a mí”.
El académico aprovechó para desmentir algunos de esos proverbios que supuestamente aparecen en el Quijote como “desfacer un entuerto” o “ladran, luego cabalgamos”. Otros han sido malinterpretados como “con la iglesia hemos topado” en la que se refieren al edificio físico de El Toboso, no a la institución en sí.
Álvarez de Miranda aprovechó su intervención para hacer un homenaje a Carlos Fernández Gómez, un funcionario de profesión que en los años 60 hizo un recuento de las palabras que aparecían en las obras de Lope, Quevedo y Cervantes. Ese recuento manual, mediante fichas a escritas a máquina, reveló que Cervantes utilizó 1.057.114 palabras diferentes en toda su obra.
La importancia del contexto
Previamente, el catedrático de Filología de la Universidad Carlos III, Jorge Urrutia, habló sobre la importancia del contexto de la novela. Urrutia tomó como ejemplo el episodio de los molinos de viento para interpretar el Quijote.
“Hasta 1.575 no hubo molinos de viento en La Mancha”, explicó, “los introdujo Carlos V y cedió la concesión a una figura social novedosa, los campesinos ricos. El precio de la fanega de trigo incrementó un 100% en solo cuatro años. Anteriormente solo se utilizaban molinos de agua cuya propiedad era siempre de la nobleza. Para Don Quijote y su mentalidad caballeresca y reaccionaria su lucha contra los gigantes era una pelea contra la modernidad y una nueva relación social que no le gustaba”.
“Más adelante Don Quijote alaba la Edad de Oro, donde no había tuyo o mío y todo era compartido. Y Cervantes advierte que esa circunstancia no es casualidad, sino que es él mismo, el autor, quien lo ha dispuesto así. Urrutia concluyó con contundencia: “Don Quijote ya no está tan loco, todo depende del contexto”.