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viernes, 15 noviembre
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Alberto Pasamontes: “Un premio de la categoría del García Pavón supone un reconocimiento importante”

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“La muerte invisible”, de Alberto Pasamontes (Madrid 1970), es la obra ganadora del XVIII Premio de Narrativa “Francisco García Pavón”, dotado con 7.500 euros y la publicación de la novela. Según el jurado, se trata de una novela negra, sin concesiones, que trascurre en Ucrania durante los últimos coletazos de la época soviética, protagonizado por un policía que presencia un fallo en un reactor nuclear.

Pasamontes ha escrito cerca de un centenar de relatos desde 2009 “hace relativamente poco tiempo”. Logró  un accésit en la XIV edición de los Premios Artísticos y Literarios del Ministerio de Defensa por «Haga usted ejercicio», así como el primer y tercer premio de las ediciones IV y V del Premio Ediciones Beta de Relato Corto, por «A los cuarenta» y «Catarsis», respectivamente. «Entre la lluvia» fue primera novela, “negra, como no podía ser de otro modo”.

—Según el jurado, usted ha ganado el premio Francisco García Pavón  con una novela “fuerte y sin concesiones”.

—Es cierto, es una novela fuerte. La muerte invisible es una novela negra ambientada dentro de un hecho real, como fue la explosión de uno de los reactores de la Central Nuclear de Chernóbil hace ya casi treinta años, en abril de 1986, y como tal, la gravedad de los acontecimientos requerían una novela con un tono apropiado. Aun así, hay en ella momentos más amables, tiernos incluso, que se integran dentro de la historia con naturalidad y que, para mi gusto, conforman algunos de los mejores momentos de la novela.

—Durante la explicación del fallo dejaron entrever una novela negra, al más puro estilo, en la que el protagonista, un policía arrestado, se enfrenta  solo al poder.

—El protagonista es un inspector de policía soviético, cincuentón, con ciertos problemas éticos en cuanto a lo que son sus obligaciones. En este sentido, sí se puede parecer a muchas novelas de género policiaco. En cuanto a la historia en sí, no comienza como la mayoría de novelas negras a las que estamos acostumbrados, con la descripción de un crimen o la aparición de un cadáver. Incluso, puede parecer en las primeras páginas que no se trata de novela negra tal y como solemos entenderla, pero al llegar a un cierto punto la trama da un giro y se mete de lleno en este género que tanto nos gusta, para llegar a un final bien hilado, muy negro, y al mismo tiempo fiel al momento histórico en el que se desarrolla la historia.

—El escenario hiela la sangre, un trasunto de Chernóbil y el final de la URSS…

—Sin duda. Tanto el accidente de Chernóbil como el final de la Unión Soviética son dos temas que siempre me han interesado mucho. La desintegración del régimen soviético es un gran filón a explotar. Quizás sean los americanos con sus libros y películas de espionaje quienes más lo han hecho, pero La muerte invisible es una muestra de que hay otros muchos aspectos a tratar, otras historias que contar. Quien decida adentrarse en esta novela, conocerá la existencia de una ciudad llamada Pripyat, que era la más cercana a la central. Esas imágenes que muchos habrán visto alguna vez de una ciudad abandonada, fantasmal, sobrecogedora, casi irreal, no corresponden a Chernóbil, que continúa habitada y se encuentra a unos diez kilómetros de distancia, sino a Pripyat. En efecto, hiela la sangre. Por cierto, hay excursiones turísticas desde Kiev, para los valientes que se atrevan.

—Una pregunta muy manida, ¿qué va a encontrar el lector en “La muerte invisible”?

—Va a encontrar una historia dura, momentos de tensión, de superación personal, situaciones que nadie debería haber vivido. También, la historia de un puñado de hombres que dieron sus vidas para contener la emisión de radiación a la atmósfera, y que probablemente impidieron que gran parte de Europa se convirtiese en un páramo inhabitable. En este sentido, va a encontrar una novela negra con algunos momentos de ficción histórica. Va a conocer cómo era la vida en la ciudad de Pripyat, un caso extraño dentro de la Unión Soviética. Por último, va a encontrar una explicación al alcance de todo el mundo de lo que ocurrió aquel día. Ha sido complicado, porque el hermetismo de las autoridades soviéticas lo impidió durante muchos años. De hecho, la explicación que se ofrece en La muerte invisible es una teoría de lo que ocurrió, ya que los años transcurridos y la ausencia de testigos directos del accidente hacen que sea casi imposible saberlo con exactitud, pero es la teoría que, actualmente, se acepta como la más acertada. Quizás haya sido este aspecto el más complicado a la hora de escribir la novela; conseguir integrar esta explicación dentro de la historia de un modo natural, sin que chirríe ni parezca un tratado de física nuclear, y además hacerlo de modo que sea comprensible. Creo que el resultado final ha sido muy bueno.

—¿Qué supone para usted este premio, el Francisco García Pavón de novela policiaca?

Torre de Gazate Airén

—Comencé a escribir en el año 2009, hace relativamente poco tiempo. La muerte invisible es mi segunda novela. Aunque he procurado formarme, estudiar la técnica y el modo de hacer bien las cosas (estoy firmemente convencido de que el escritor no nace, sino que se hace, y que este es un oficio que, como todos, se puede aprender), creo que nadie es buen crítico de sí mismo. Es imposible ser totalmente objetivo, por lo que siempre me queda la duda de si lo que hago realmente merece la pena, o estoy perdiendo el tiempo escribiendo tonterías sin sentido. En este sentido, un premio de la categoría del García Pavón supone un reconocimiento importante, la confirmación de que estoy haciendo las cosas bien. Todavía más este año, que tengo entendido que ha habido récord de participación.

—Por cierto, ¿conoce Tomelloso?

—Aun a riesgo de quedar mal, debo reconocer que solo por las novelas de Plinio, pero eso lo vamos a solucionar rápidamente.

—En otro orden de cosas, ¿vive de la pluma?

Qué más quisiera. Eso solo está al alcance de unos pocos afortunados. Soy funcionario.

—Esta es su segunda novela, además de un sinfín de relatos, ¿siempre negros?

—Para nada. Hay un poco de todo. Comencé escribiendo “fanfiction”, relatos basados en una serie de videojuegos llamada Stalker, que curiosamente también transcurren en Chernóbil (¿he dicho ya que siempre me ha llamado la atención ese lugar?). Después de un tiempo comencé a escribir historias en el mundo real, tocando diversos géneros; cómico, trágico, costumbrista, alguno de terror… y, por supuesto, también alguno de género negro.

—¿Anda metido en nuevas faenas literarias que se puedan contar?

—Tengo a medias la continuación de la historia que comenzó con mi primera novela, Entre la lluvia, protagonizada por los inspectores Goyo Barral y Carmen Alonso, y que ha recibido unas críticas más que generosas. Ahora mismo estoy terminando de pulir los detalles que conllevan la edición de La muerte invisible, pero en cuanto termine me pondré de nuevo con ella. Espero tenerla lista para el año que viene, y ya os puedo adelantar el título: La chica que quiso volar.

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